Por Hugo Lara Chávez

“Blancanieves”, el célebre cuento de los hermanos Grimm, una vez más ha sido adaptado al cine pero en este caso mediante una versión muy imaginativa y elegante ambientada en Andalucía que se aleja de la historia animada de Disney de 1937  y de la adaptación hollywodense para adolescentes de “Blancanieves y el Cazador” (2012).

Bajo la dirección y guión de Pablo Berger (Bilbao, 1963), esta película española está situada en la década de los veintes del siglo pasado, y asimila la estética y narrativa del cine mudo con un alto grado de refinamiento, mediante sus imágenes en blanco y negro y una música espléndida de Alfonso de Villalonga que hace olvidar la ausencia de diálogos. En su forma, esta “Blancanieves” hispana corresponde al estilo del retro-cine, próximo al estupendo filme “The Artist” (2011) de Michel Hazanavicius.

Hay que señalar que si bien esta adaptación sigue la idea general del cuento de los hermanos Grimm e incluso desarrolla la trama alrededor de sus inconfundibles claves y personajes (sobre todo Blancanieves misma, la madrastra y los enanitos), por otro lado adopta un peculiar ángulo con varios pasajes originales y apropiaciones ingeniosas. Igualmente, se desprende de los elementos fantásticos del cuento de hadas (como el espejo mágico), para proponer un enfoque realista pero con ribetes de cierto exotismo, entre el neorrealismo y el surrealismo de las primeras películas de Fellini, “El Sheik Blanco”, “Almas sin conciencia” o “La Strada”.

La película, que dura 103 minutos, podría dividirse claramente en tres parte. La primera gira en torno a la tragedia de Antonio Villalta (Daniel Giménez Cacho), un exitoso torero que sufre una terrible cornada y queda parapléjico. Ese mismo día, su amada esposa fallece durante el alumbramiento de su única hija, Carmelita. En el hospital, Villalta es atendido por la enfermera Encarna (Maribel Verdú), quien ve la oportunidad de ascender socialmente casándose con el millonario matador. 

La segunda parte se centra en Carmelita-niña (Sofía Oria), que es dejada en Sevilla al cuidado de su abuela (la imponente Ángela Molina) mientras Villalta y su nueva esposa viven en una gran hacienda campestre. Cuando la abuela muere, la pequeña Carmelita es llevada a vivir a la hacienda, donde su madrastra Encarna derrocha la riqueza de su esposo, que vive atado a una silla de ruedas y confinado en una habitación sin que nadie pueda verlo. A pesar de que Encarna la maltrata y le prohíbe visitar a su padre, Carmelita logra evadir su vigilancia y compartir emotivos momentos con él, quien le enseña incluso a torear.

La última parte –quizá la más familiar al cuento de los Grimm— se refiera a Carmelita-Joven (Macarena García) que queda desamparada cuando su padre fallece. Su madrastra ordena su muerte pero logra salvarse gracias al rescate de un grupo de toreros enanos, quienes la incorporan a su compañía circense. Bajo una nueva identidad, Blancanieves/Carmelita muestra los dotes de un gran torero que la lleva al éxito. Pero la amenazante presencia de su madrastra, vuelve a aparecer.

Las tres partes están llenas de detalles y secuencias memorables que vale la pena descubrir. La realización, fortalecida con las aportaciones brillantes del fotógrafo Kiko de la Rica, el director de arte Alain Bainée y el editor Fernando Franco, logra crear un universo de belleza y fuerza, que hace sublimar espacios como la plaza de toros, momentos como las embestidas o el baile flamenco, encuadres como los que muestran las cabezas de los astados, los planos del paisaje andaluz, los close ups a los duros rostros de la gente rural y a los semblantes de los enanos, o hasta presencias simbólicas, como las del gallo que es a la vez mascota y guía de Carmelita-niña.

Asimismo, el director —tan solo con un largometraje anterior, “Torremolinos 73”, de 2003— demuestra una enorme capacidad para la puesta en escena. Sabe dónde poner la cámara y cómo dirigir a su sobresaliente cuadro actoral (notas altas para Verdú, Giménez Cacho y Macarena García), que se desempeña con solidez, cifrado en las sutilezas, sin sobreactuaciones a pesar de la carencia de diálogos. Igualmente, Berger tiene la astucia para explorar aspectos profundamente humanos, como la relación padre-hija en el dolor y el perdón, con escenas construidas sobre la ternura y la delicadeza.

Sin duda, esta “Blancanieves” es una película que no hay que dejar de ver en pantalla grande, y que merecía un mejor lanzamiento en México.  Por eso se ha hecho acreedora de importantes reconocimientos, como los diez premios Goya – entre ellos el de mejor película— que otorga la academia española a lo mejor de su cine.

Dirección: Pablo Berger. Países: España y Francia. Año: 2012. Duración: 103 min. Género: Drama. Interpretación: Maribel Verdú (Encarna, la madrastra), Daniel Giménez Cacho (Antonio, el padre), Pere Ponce (Genaro, el chófer), Ángela Molina (doña Concha), José Maria Pou (don Carlos), Inma Cuesta (Carmen de Triana), Macarena García (Carmen / Blancanieves), Sofía Oria (Carmencita), Ramón Barea (don Martín). Guion: Pablo Berger; inspirado en el cuento de los hermanos Grimm. Producción: Pablo Berger, Ibon Cormenzana y Jérôme Vidal. Música: Alfonso de Vilallonga. Fotografía en B/N: Kiko de la Rica. Montaje: Fernando Franco. Diseño de producción: Alain Bainée. Vestuario: Paco Delgado.

 

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.