Por Perla Schwartz
Este año de los festejos del Bicentenario de la Independencia de
México y el centenario de la Revolución, son múltiples las
manifestaciones artísticas que se han desarrollado para celebrarlos. En
el ámbito del cine, en mayo pasado se pudo ver “Chicogrande” de Felipe
Cazals, que si
bien tuvo una corrida breve, tendrá el honor de inaugurar el próximo
Festival de Cine de San Sebastián. Ahora toca el turno a “El atentado”,
dirigida por el maestro Jorge
Fons, quien vuelve a la realización cinematográfica de largometraje 15
años después de haber dirigido la celebrada “El callejón de los
milagros”.
“El atentado” se nutre de la novela de Álvaro Uribe, “El expediente del atentado” (Tusquets, 2008), a su vez basada en un hecho un tanto secundario de la historia, rescatado del diario del novelista Federico Gamboa, que refiere al intento frustrado de un individuo del pueblo, Arnulfo Arroyo, por asesinar a Porfirio Díaz, lo que ilustra con creces el descontento de una gran mayoría frente al régimen del dictador.
Han pasado cien años y lo que narra el filme continúa siendo más que vigente. Se da cuenta de la opresión, del gran atraso de las capas bajas de la población, de la injusticia, en suma, de los factores que detonarían años más tarde la gesta revolucionaria.
La película se sitúa en 1896. Porfirio Díaz en el poder favorece a unos cuantos y su período como mandatario parece no tener fin. Tres historias se entrecruzan en un guión escrito por Fernando León, en colaboración con Vicente Leñero y el propio Fons. La primera es la de Arroyo, el encargado de cometer el fallido magnicidio, quien es interpretado de manera magistral por José María Yazpik, un hombre rebelde y voluntarioso, que pierde la medida de lo real por estar continuamente sumergido en un estado etílico.
En segundo lugar, la visión de los hechos de Federico Gamboa, con una actuación convincente de Daniel Giménez Cacho. Gamboa era uno de los intelectuales destacados del porfiriato y en el filme es un personaje ambiguo, que reposa en los brazos de su amante, Cordelia Godoy (Irene Azuela), un personaje ficticio. Cordelia resulta, en muchos momentos de la trama, la piedra de toque para diversos giros dramáticos.
Y, la tercera historia gira en torno a Velázquez, el jefe de la policía (Julio Bracho), uno de los cerebros ocultos para llevar a cabo el atentado. Todas esas historias se unen, a través de fragmentos de una sátira política representada en una carpa popular, que se torna en la columna vertebral de la narración, uno de los grandes aciertos del director y los guionistas.
A nivel visual, la lente de Guillermo Granillo brinda en varias secuencias fragmentos que parecen extraídos del muralismo mexicano, aprovechando los escenarios naturales y los enormes telones que sirven de fondo y que recrean las calles y plazas antiguas, diseñadas ex profeso por la dirección de arte. Es especialmente bella la secuencia del picnic que recuerda a “Una partida de campo” de Jean Renoir.
Un atractivo reparto participa bajo las órdenes de Jorge Fons, un gran director de actores, pues además de los mencionados están Arturo Beristáin con una digna caracterización de Porfirio Díaz, Salvador Sánchez, María Rojo, Carlos Cobos y Fernando Becerril, entre otros.
La película, producida por Mónica Lozano (“Amores perros” y “Arráncame la vida”) y Diego López, es una de las producciones más costosas del cine mexicano y fue filmada en el Distrito Federal, Puebla y Zacatecas.
Hasta el más mismo detalle está cuidado, crítica y nostalgia van de la mano, en una película, que en definitiva, dignifica al cine nacional y que en breve participará en el Festival de Cine de Montreal.
El atentado
México, 2010. Dirección: Jorge Fons. Guión de él mismo en colaboración con Fernando León y Vicente Leñero. Fotografía: Guillermo Granillo. Música: Lucía Álvarez. Intérpretes: José María Yazpik, Irene Azuela, Daniel Giménez Cacho, Julio Braco, Arturo Beristáin. Duración: 120 minutos.