Por Hugo Lara

Hay películas que se prestan para hacer lucir a los actores protagonistas, aunque la forma de su narración sea en extremo convencional o incluso mediocre. Este es el caso de Un sueño posible (The Blind Side, 2009), que ha servido como vehículo de promoción de la actriz Sandra Bullock y que la ha llevado a ganar recientemente el Oscar en su respectiva categoría.

“Un sueño posible” está basado en la novela de Michael Lewis, sobre la auténtica historia de Michael Oher. Su título en español advierte claramente el tono edificante y aleccionador de este relato, centrado en una etapa decisiva de la vida de Oher (Quinton Aaron).  La trama lo sitúa como un adolescente negro y obeso (algo así como una contraparte descafeinada de “Precious”) que se enfrenta a su humilde condición de lumpen social y a una vida familiar tormentosa, con una madre drogadicta. La suerte le sonríe cuando sus habilidades como deportista lo llevan a ingresar a una escuela católica en un barrio adinerado de Atlanta, donde acuden niños y jóvenes solamente blancos.

Pero el chico sufre la silenciosa discriminación de sus compañeros, lo que le impide mostrar sus auténticas capacidades. Conmovida por su caso, la señora Leigh Anne Tuohy (Sandra Bullock) –madre de una chica adolescente y de un pícaro niño, quienes van a la misma escuela– decide darle albergue primero, y luego, conforme se fortalece el vínculo entre ellos, integrarlo a su familia. Así, rodeado de un inesperado afecto y respeto, Michael comienza a destacar como un excelente jugador de futbol americano, codiciado por diversas universidades prestigiadas, que desean atraerlo a sus equipos.

“Un sueño posible” es una película oportunista que describe de forma elemental el discurso político de la nueva era del presidente afroamericano Barak Obama, el del “sueño americano” reciclado que anuncia nuevas alternativas hasta para los sectores tradicionalmente más desprotegidos y relegados, como suelen ser las minorías de aquel país.

Sin embargo, el filme carece de agudeza crítica a pesar de contar con buenos materiales para martillar en la conciencia social. El director John Lee Hancock (The Alamo, 2004)  acomoda su relato en un rutinario esquema melodramático, previsible y monótono. Si quisiera juzgarse como una película ligera, resulta que la realización se la toma demasiado en serio, sin lograr que los escasos chistes surtan efecto ni que los limitados conflictos estallen a fondo. Para salvar el naufragio, el director se agarra con todo lo que puede del carisma de Sandra Bullock, que da vida con simple convicción a una rica señora sureña, temperamental y generosa, capaz de acrecentar la autoestima del chico, e incoporarlo como un miembro más de su feliz familia blanca, al lado de su comprensible esposo millonario y sus dos hijos solidarios.

“Un sueño posible” se vuelve, para un cinéfilo riguroso, en una pesadilla interminable, conforme se hilan las acciones de esta historia de superación personal desabrida, donde, al fin y al cabo, prevalece la visión superior de los sectores blancos, paternalistas y amorosos.

Aunque su tema posee atributos de interés universal, la película está narrada desde
un ángulo localista, que puede interesar especialmente a las comunidades afroamericanas de Estados Unidos. Da la impresión que la Academia premió a Bullock para pagar una cuenta pendiente con ella tan solo por su simpatía (con una buena actuación a secas) y, también para  cubrir una cuota con los asuntos afroamericanos, que es lo políticamente correcto.

Un sueño posible (The Blind Side, 2009)

Dirección: John Lee Hancock. País: USA. Año: 2009. Duración: 128 min. Género: Biopic, drama. Reparto: Sandra Bullock (Leigh Anne Tuohy), Tim McGraw (Sean), Quinton Aaron (Michael Oher), Jae Head (S.J. Tuohy), Lily Collins (Collins Tuohy), Ray McKinnon (Burt Cotton), Kim Dickens (Sra. Boswell), Kathy Bates (Miss Sue), Catherine Dyer (Sra. Smith). Guión: John Lee Hancock; basado en el libro “The Blind Side: Evolution of a game” de Michael Lewis. Producción: Broderick Johnson, Andrew A. Kosove y Gil Netter. Música: Carter Burwell. Fotografía: Alar Kivilo. Montaje: Mark Livolsi. Diseño de producción: Michael Corenblith.

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.