Por Hugo Lara
Guadalajara, Jalisco. La preparación del coctel de mariscos ‘Vuelve a la vida’ no es una cosa sencilla. Como todo, una buena receta necesita de una exacta porción de cada uno de sus ingredientes… pero además de ello, la diferencia la hace “el toque”, el sazón de quien lo prepara. Y es aquí donde el título le da sentido a la trama del documental “Vuelve a la vida”, del director Carlos Hagerman, quien comenzó a sobresalir recientemente gracias a su filme “Los que se quedan” (2008), realizado al alimón con Juan Carlos Rulfo, aunque su trayectoria dentro del cine data de varios años atrás.
Hagerman ha dado el paso de dirigir un largometraje documental en solitario, “Vuelve a la vida, presentado el pasado domingo en el marco del Festival de Cine en Guadalajara, sobre una curiosa anéctoda que da pie a recordar la vida del buzo Hilario Martínez Valdivia, mejor conocido como “El Perro Largo”, un pintoresco personaje del esplendoroso Acapulco de los años setentas, fallecido hace algunos años.
El relato es guiado por el emotivo romance que El Perro Largo tuvo con su hermosa mujer, la modelo neoyorkina Robin Sidney, así como la entrañable relación con el hijo de ella, John Grillo. Junto a ellos, varios personajes ofrecen sus testimonios a lo largo del filme y se convierten en coprotagonistas de este documental, cuyo vértice está centrado en la hazañosa pesca de una feroz tintorera desde la playa acapulqueña, en una jornada de ocho horas que obligó al grupo a tirar de una cuerda sin descanso.
Hagerman estuvo presente en la exhibición del filme, así como Robin Sidney y John Grillo, para platicar con el público y comentar los detalles de su película, que fue recibida cálidamente. “Vuelve a la vida” no es un documental pretencioso, pero sus líneas argumentales se refieren a una serie de cuestiones de valor universal, que es posible desgranar a la luz de múltiples interpetaciones: el arrojo por vivir, la importancia de la solidaridad y el compañerismo y, sobre todo, la epifanía del amor.
Además de los testimonios a cuadro y algunas dramatizaciones con sello “poético”, la película está armada con varias fotografías e imágenes de archivo en las que se puede ver a Hilario posando con el actor estadunidense Johnny Weissmuller, así como con los hermanos Kennedy.
En su estructura, “Vuelve a la vida” no presenta ningún aspecto particularmente virtuoso, pues está hecho con recursos limitados y con ambiciones modestas. Justo ahí pueden encontrarse sus mayores defectos, pero en contraparte, su sencillez lo convierte en un documental valioso, sutilmente alejado -pero no por ello frívolo o desatento- de la recurrente mirada sobre la dureza de la realidad mexicana. “Vuelve a la vida” está encandilado con la posibilidad de una existencia celebratoria, cifrada en la camaradería, la generosidad, la alternativa por descubrir en la individualidad el sentido de sociedad.
Al final del filme, en la secuencia de créditos, el cineasta comparte su receta del coctel “Vuelve a la vida”. Así invita a verlo con mayor atención, más de una vez. Se agradece su humor y su frescura, que marcan el tono de todo la película.