Por Hugo Lara
En el catálogo de Amazon Prime puede encontrarse una película discreta que es una maravilla: “El rey perdido” (The Lost King, 2022), dirigida por el buen Stephen Frears, cineasta británico de larga trayectoria que ha dado títulos valiosos como “Philomena” (2013), “The Queen” (2006) o la ya lejana “Relaciones peligrosas” (1988). En este caso, “El rey perdido” cuenta la historia, en clave de ficción, que llevó al rescate de los huesos del rey de Inglaterra Ricardo III, muerto en la batalla de Bosworth hace más de 500 años y que sería recordado como un gran villano gracias a la famosa obra de William Shakespeare.
La protagonista de la trama es Philippa Langley, encarnada por la actriz Sally Hawkins, la misma de “La forma del agua” (2017). En la vida real, Philippa fue la promotora de iniciar la excavación para buscar el esqueleto de Ricardo III en la ciudad de Leicester, al que encontró debajo de un estacionamiento donde antes había estado una catedral.
El hallazgo es fantástico y da pie a reflexionar sobre la manera en que la historia es trastocada por la visión de los vencedores. Ricardo III resulta, a partir de esta narración, no ser ni tan deforme físicamente ni tan villano como narra Shakespeare. El personaje de la trama, Philippa, vive una crisis familiar y, al mismo tiempo, se involucra con la Sociedad Ricardiana, una entidad con un puñado de pintorescos miembros que está dispuesta a demostrar que Ricardo III fue un rey cuya memoria debe ser rescatada y que, la leyenda negra que pesa sobre él, es fruto de la propaganda del linaje de los Tudor sobre sus predecesores y enemigos, los Plantagenet.
La premisa tiene sentido y entonces la búsqueda que emprende Philippa va acompañada por el fantasma de Ricardo III, interpretado por el actor Harry Lloyd, con curiosas apariciones fantasmales que la animan a seguir adelante en su impensable cruzada. En paralelo, Philippa tiene que resolver su vida cotidiana, donde lía con los problemas de su trabajo en una oficina y con las complicaciones familiares a cargo de sus dos hijos y su ex marido, John (Steve Coogan), que resulta ser empático y solidario. Además, su proyecto de rescatar los huesos de Ricardo III también se mezclan con los intereses de los académicos de la Universidad de Leicester, que la miran con escepticismo al principio y con arribismo al final.
Stephen Frears, apoyado con un guion escrito por el ya mencionado actor-guionista Steve Coogan y Jeff Pope, basados en el libro de Philippa Langley y Michael Jones, confecciona una película sencilla pero ingeniosa, bien armada, con varios momentos emotivos y memorables. Frears ofrece una clase de cómo convertir material de carácter documental en una excelente ficción, lo que no es nada fácil de lograr. Para ello, le da forma a un Philippa como una protagonista entrañable a partir de su modesta humanidad, de sus conflictos íntimos, pero que es capaz de abrirse paso en medio de una crisis personal y familiar, y ascender como persona, a través de una causa que la motiva y la estimula.
El director también logra un ensamble actoral muy sólido, con talento que han probado su calidad y compromiso, donde además de Coogan y Hawkins, figuran rostros conocidos como Mark Addy. Además, saca buen provecho de las locaciones, tanto de Edimburgo como Leicester, integrándolas no solo como escenario, sino como personajes que aportan dramatismo y belleza.
Desde una posición antisolemne, divertida y apasionante, “El rey perdido” nos propone distintos temas para pensar, sobre todo lo que supone la historia en mayúsculas como algo inamovible, que ha sido digerido y aceptado por todos, pero de lo insospechado a veces surge algo nuevo que se puede sobreponer: la maravillosa premisa de que el pasado sí puede cambiar.