Por Edurne Sarriegui
Noticine.com-CorreCamara.com
El cuento “El cascanueces y el rey ratón” del alemán Ernesto Hoffman, además de ser un clásico de la literatura infantil, se convirtió en uno de los clásicos navideños por excelencia. Escrito a principios del siglo XIX y adaptado al ballet a finales del mismo por el genial Tchaikovsky, ha alcanzado una enorme popularidad. Las adaptaciones cinematográficas y televisivas se han multiplicado desde que existe el cine. “El Cascanueces y los Cuatro Reinos” (The Nutcracker and The Four Realms”, 2018) es el título de la versión Disney de tan emblemática historia.
Como es de esperar viniendo de quien viene, el desborde visual y el reparto estelar están garantizados aunque el libreto de Ashleigh Powell carezca del encanto del original y sus personajes del carisma necesario.
Clara Stahlbaum (una encantadora Mackenzie Foy) tiene un interés poco frecuente por la ciencia y está abandonando la infancia. Cuando todavía está viviendo el duelo por la muerte de su madre, recibe de ésta un regalo póstumo de navidad: una misteriosa cajita a la que le falta la llave y la promesa de que dentro encontrará todo lo que va a necesitar en el futuro.
En su deseo por descubrir cuál es el regalo de su madre, recurrirá al padrino Drosselmeyer (Morgan Freeman). Durante su búsqueda se trasladará a un fantástico mundo paralelo en el que tomará contacto con los regentes de los cuatro reinos del título (Helen Mirren, Keira Knightley, Richard Grant y el mexicano Eugenio Derbez) y descubrirá que es la pieza central en un conflicto abierto entre ellos.
Los directores Lasse Hallström y Joe Johnston eligen un estilo ampuloso para recrear la historia. Los escenarios del mundo real y del fantástico son grandiosos. La musicalización, el vestuario y las caracterizaciones, fascinantes.
La inclusión de escenas del ballet compuesto por Tchaikovsky con el protagonismo de Misty Copeland -la primera mujer afroamericana que ha alcanzado la categoría de primera bailarina en el prestigioso American Ballet Theatre- son el mayor atractivo de la cinta, tanto en la escena en la que se da a conocer el conflicto entre los cuatro reinos como en la escena que acompaña los créditos finales.
Hasta aquí los aciertos. Pero sin un guion atractivo, no hay producción que aguante. El refrito que se hace a partir de los personajes del cuento tradicional resulta desabrido. La aventura se torna previsible, insustancial y por momentos aburrida. La mayor parte de los personajes no aprovechan las capacidades de los actores que los encarnan y resultan superficiales. En su intento por actualizar el mensaje, la historia se retuerce.
“El Cascanueces y los Cuatro Reinos” resulta un alarde pedante de recursos y carece del alma que una buena historia pone en una película. Aquí no aparece.