Por Miguel Ravelo

Uno de los más sonados acontecimientos que se dieron lugar en la séptima edición del FICUNAM, fue el décimo aniversario de la casa productora Axolote Cine, la cual presentó las películas “Tormentero”, de Rubén Imaz, y la que hoy nos ocupa, “Extraño pero verdadero”, dirigida por Michel Lipkes y coescrita junto al propio Imaz y Gabriel Reyes.

Estrenada recientemente en el Festival de Cine de Rotterdam, “Extraño pero verdadero” cuenta la historia de Jonathan (Krystian Ferrer) y Yesi (Itzel Sarmientos), dos jóvenes que trabajan como recolectores de basura en el camión “Regalo de Dios”, manejado por el avejentado, obeso y tremendamente malencarado Maestro Limpio (Luis Enrique Parra), un peligroso hombre que trata a Jonathan con desprecio y que supone una constante amenaza a la integridad de Yesi.

Desde la primera toma, Lipkes deja claro que la película será un viaje no muy sencillo de digerir. Un elaborado y bien realizado plano secuencia recibe duramente a los espectadores, mostrando un acto sumamente violento sin corte alguno y con toda su crudeza mostrada a través de una muy lograda fotografía en blanco y negro, autoría de Gerardo Barroso Alcalá. El también fotógrafo de “Tormentero” logra una atmósfera opresiva y sórdida, con imágenes cuidadosamente iluminadas  que contrastan con el entorno brutal en el que se desenvolverán los protagonistas.

La ejecución con la que Lipkes inicia su película se siente aún más desconcertante al no recibir mayor información sobre ella. No se sabe qué la provocó, quién es la víctima ni quiénes son los perpetradores. Después del asesinato, el cadáver será abandonado en un tiradero de basura, y su posterior descubrimiento por Yesi será el detonante para que los protagonistas se vean en un torbellino de violencia y abusos que sacará a la luz el ser lleno de odio y crueldad que vive dentro de Maestro Limpio. Lipkes parece proponer que un acto violento necesariamente generará un sinfín de actos tanto o más brutales como el inicial, alcanzando inclusive a personas que no estuvieron involucradas en éste. 

Utilizando basureros públicos de la Ciudad de México, el realizador construye un entorno poblado por vagabunos y pepenadores, que si bien no tienen mayor participación dentro de la historia, sus actos y constante presencia añaden más inquietud y amenaza al mundo de Jonathan y Yesi. Si la única salida que han conocido hasta el momento para soportar su realidad es la drogadicción, el verse enfrentados al horror los obligará a buscar nuevas opciones, hasta entender que la única forma de salvación reside en el otro. Pero el recorrido de odio y vejaciones al que serán sometidos no les permitirá salir ilesos de un ambiente que parece palpitar y vivir de los seres que lo habitan, hartos y derrotados por la vida. Jonathan y Yesi tendrán que escapar de un futuro cuya única promesa parece ser el terminar convertidos en alguien como su patrón.

La buena mancuerna entre Lipkes y Barroso logra planos secuencia en los que en ocasiones no se muestra gráficamente la violencia, pero en las que se logra sembrar en los espectadores suposiciones que, ayudadas con el trabajo sonoro, consiguen el efecto deseado. A veces es peor ver la inacción de una persona ante un hecho terrible que podría ser evitado, que ver el acto en sí. La falta de empatía y de humanidad presentada por Lipkes consigue inquietar y lastimar. 

El realizador se vale de personajes que constantemente realizarán actos de la más baja naturaleza sin dar explicación alguna a ellos. A pesar de que algunos de los símbolos utilizados pueden resultar obvios, Lipkes parece decirnos que la maldad es omnipresente y será difícil escapar de ella. Que por más que los protagonistas resistan y busquen su salvación, el mundo no les permitirá llegar más allá del basurero que han conocido toda su vida. La historia se desarrolla con corrección, pero es extraño que el hecho que detonará su desarrollo tarde tanto en llegar; por otra parte, la conclusión se siente apresurada y ambigua, ya que la resolución llega sin que sea muy claro cómo fue alcanzada.

“Extraño pero verdadero” es una película cruda, con secuencias difíciles de ver, cuya correcta realización y lograda fotografía consiguen sostener una guion tal vez no tan firme como los aspectos técnicos de la propuesta, pero que consigue incomodar y desarrollar una historia de supervivencia en el peor de los entornos posibles, aquél en el que la maldad espera pacientemente la primera oportunidad para devorar a propios y extraños.