Woody Harrelson holds Courtney Love in a scene from the film 'The People Vs. Larry Flynt', 1996. (Photo by Columbia Pictures/Getty Images)

Por Hugo Lara Chávez

Hurgar en la historia de los Estados Unidos es una tarea que tarde o temprano conduce a los entresijos de su contracultura, de los símbolos marginales y de los antihéroes más socorridos que han atufado al “american dream”, naturalmente muy a pesar de los grandes y poderosos grupos puritanos y conservadores. No ha sido en vano que la otra cara del sueño americano haya sido acuñada por los iconoclastas, los irreverentes y los chicos malos empeñados en brindar una dosis de insurgencia a las buenas conciencias. Y así, una y otra vez la historia se repite. Una y otra vez los mitos del escándalo han cimbrado al “status quo” del país donde la Estatua de la Libertad es un emblema tan inequívoco como el Ku Kux Klan, para describir su complejidad en términos de sus paradojas.

“El nombre del escándalo”, la última cinta del realizador checo naturalizado estadounidense, Milos Forman, es precisamente una reflexión acerca del hormigueante esfuerzo para socavar la monolítica intolerancia social. El pretexto de esta reflexión se basa en un hecho real: la vida de Larry Flynt, el magnate de un emporio pornográfico construido a mediados de los años 70 gracias a su revista “Hustler”. El relato fílmico está cifrado en dos líneas dramáticas. La primera, son los procesos legales que Flynt (Woody Harrelson) padece y emprende, a lo largo de casi veinte años, contra varias figuras y clanes conservadores, en su afán por defender, desde su trinchera maloliente, su derecho a la crítica mordaz sobre personalidades públicas, instituciones y símbolos de cualquier especie. Se trata de un iracundo y desquiciante pleito contra la sociedad, sobre todo contra la rigidez de la misma, lo que le vale, entre condenas, multas y otros escarnios, sufrir un atentado que lo deja estéril y sujeto a una silla de ruedas por el resto de su vida.

La otra línea dramática es la entrañable relación amorosa que Flynt sostiene con su esposa Althea (interpretada por la cantante Courtney Love), cuyo estilo desenfrenado hace una combinación explosiva con el de su pareja y cuya muerte, a causa del SIDA, es un impulsor emocional para el desquite final de Flynt, en los tribunales de la Suprema Corte, para dar cuenta de sus mojigatos contrincantes.

“El nombre del escándalo” es una cinta donde el vértice creativo evidencia la mano de un trabajo colectivo, al menos en lo que respecta a una trinidad a la que se ciñen la dirección, el guion y la producción.

El realizador Milos Forman se ha distinguido por su agudo sentido de observación y su afinado talento narrativo a la hora de desarrollar situaciones y personajes. Aun cuando es un cineasta de cuenta gotas que se toma bastante tiempo entre película y película (las anteriores que filmó fueron “Valmont”, de 1989 y “Amadeus”, de 1985), es posible encontrar algunos rasgos comunes que pueden definir su obra, aunque de una a otra cinta existan también notables diferencias, generalmente formales.

Sus comienzos en el cine, en su natal Checoslovaquia, se fraguaron en medio del endurecimiento del comunismo en la Europa del este. Esto hubo de inducirlo a refugiarse en los Estados Unidos luego de los acontecimientos de la Primavera de Praga, en 1968. Ese mismo año también rodó la última cinta en su país, “¡Al fuego bomberos!” (“Hori, ma panenko!”), un relato con un humor tremendamente corrosivo que daba muestras fehacientes del tono crítico que destilaba el realizador para abordar su entorno social.

Una vez instalado en Estados Unidos, su carrera habría de tomar un fuerte impulso a raíz de la célebre cinta “Atrapado sin salida” (“One Flew Over the Cuckoo’s Nest”, 1975). En esta película, como posteriormente sucedería en “Ragtime” (1981) y ahora en “El nombre del escándalo”, Forman recurre al protagonista –respectivamente: un presidiario confinado en un hospital siquiátrico, un hombre negro frenéticamente perseguido por la justicia y, como ya vimos, un empresario de la pornografía– para hacer un alegato acerca de la rebeldía del individuo ante los mecanismos sofocantes del régimen al que está sometido.

Por otra parte, el guion de “El nombre del escándalo” ha sido escrito por Scott Alexander y Larry Karaszewski, autores también de “Ed Wood”, cinta que Tim Burton dirigió en 1994. En aquella ocasión Alexander y Karaszewski utilizaron la figura de un perdedor –”a looser”, para adecuarse con pureza a la jerga del sueño americano–, un cineasta marginal de poca monta que servía como vehículo para hacer una lúcida y satírica disertación acerca del artista y la creatividad. En este sentido, si se aviene uno a los criterios más convencionales de aquella sociedad, salta a la vista lo que hace afines a Ed Wood y a Larry Flynt: ambos personajes, desde sus particulares condiciones, encarnan la marginalidad y la disidencia –creativa, política, social– asumida deliberadamente o no.

Por último, no ha sido gratuito el hecho de que Oliver Stone aparezca en los créditos de producción. Satanizado o idolatrado, héroe o villano, es indudable que Stone se ha convertido en los últimos años en el cineasta de Hollywood más preocupado por los aconteceres políticos de la Historia moderna de su país. Por eso, el proyecto de “El nombre del escándalo” bien pudo interesarlo y de hecho pasó antes por sus manos, aunque se desistió a dirigirla y prefirió ceder el puesto a un realizador de pulso más mesurado y menos solemne.

Lo que resulta de todo esto, es una película cuyos atributos narrativos y anecdóticos sirven para ilustrar, desde una perspectiva agobiante aunque suavizada por un humor afilado, una parte de la evolución de la sociedad estadounidense durante los años 70 y 80. Las ambiciones discursivas de “El nombre del escándalo” ciertamente parecen amplias, pero éstas se equilibran en parte por el dejo agridulce que el realizador impone al relato. Como detalle curioso: el mismo Flynt aparece en la cinta, como juez abotagado, dictando una larga sentencia a su doble cinematográfico.

“El nombre del escándalo” (“The People vs. Larry Flynt”, Estados Unidos 1996). Dirección: Milos Forman. Guion: Scott Alexander y Larry Karaszewski. Fotografía: Philippe Rousselot. Música: Thomas Newman. Diseño de producción: Patrizia Von Brandenstein. Diseño de vestuario: Arianne Phillips, Theodor Pištěk. Edición: Christopher Tellefsen. Producción: Scott Ferguson (asociado), Michael Hausman (UPM), George Linardos (asociado), Oliver Stone y Janet Yang. Reparto: Woody Harrelson (Larry Flynt), Courtney Love (Althea Leasure), Edward Norton (Alan Isaacman), James Cromwell (Charles Keating), Crispin Glover (Arlo), James Carville (Simon Leis), Brett Harrelson (Jimmy Flynt), Donna Hanover (Ruth Carter). Distribución: Columbia Pictures.

Filmografía de Milos Forman

  1. “Černý Petr” (Checoslovaquia, 1963)
  2. “Lásky jedné plavovlásky” (Checoslovaquia, 1965)
  3. “Hoří, má panenko!” (“¡Al fuego bomberos!”, Checoslovaquia, 1968)
  4. “Taking Off” (Estados Unidos, 1971)
  5. “Visions of Eight” (Estados Unidos, 1973)
  6. “One Flew Over the Cuckoo’s Nest” (“Atrapado sin salida”, Estados Unidos, 1975)
  7. “Hair” (Estados Unidos, 1979)
  8. “Ragtime” (Estados Unidos, 1981)
  9. “Amadeus” (Estados Unidos, 1984)
  10. “Valmont” (Estados Unidos, 1989)
  11. “The People vs. Larry Flynt” (“El nombre del escándalo”, Estados Unidos, 1996)

Por Hugo Lara Chávez

Investigador, escritor y cineasta, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Artes (2023). Egresado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad Iberoamericana. Ha producido el largometraje Ojos que no ven (2022), además de dirigir, escribir y producir el largometraje Cuando los hijos regresan (2017) y el cortometraje Cuatro minutos (2021). Fue productor de la serie televisiva La calle, el aula y la pantalla (2012), entre otros. Como autor y coautor ha publicado los libros Pancho Villa en el cine (2023), Zapata en el cine (2019) en calidad de coordinador, Dos amantes furtivos: cine y teatro mexicanos (2016), Ciudad de cine (2011), *Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-2011* (2011), Cine y revolución (2010) como editor, y Cine antropológico mexicano (2009). En el ámbito curatorial, fue curador de la exposición La Ciudad del Cine (2008) y co-curadór de Cine y Revolución presentada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (2010).En el ámbito periodístico, ha desarrollado crítica de cine, investigación y difusión cinematográfica en diferentes espacios. Desde 2002 dirige el portal de cine CorreCamara.com. Es votante invitado para The Golden Globes 2025.