Por Pedro Paunero

El día 2 de febrero de 2022 desaparecieron en el desierto de Mojave, mientras pretendían grabar un videoclip, un grupo de entusiastas amigos. Sólo se encontraron las tarjetas de memoria de la cámara, con las cuales podemos atestiguar los horrorosos, e inexplicables sucesos que vivieron y experimentaron los miembros del equipo de grabación.

Así comienza “The Outwaters” (Robbie Banfitch, 2022), película de terror independiente que ha dado de qué hablar, por lo menos entre los aficionados al terror.

Como en “El proyecto de la bruja de Blair” (The Blair Witch Project, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), la película perteneciente al subgénero del Metraje encontrado  (el “found footage”, como se le conoce en inglés) más redituable jamás filmado, y una de las más exitosas de la historia, cuyos avances publicitarios resultan más efectivos que la historia misma, la celebridad de “The Outwaters”, radica en un sugerente rumor boca-oreja que despertara una acuciante necesidad de verla (y experimentarla) en el espectador. Es decir, el fenómeno de expectación dado por ambas películas comenzaría, de forma muy agresiva, desde fuera de las salas de cine.

Los primeros cuarenta minutos del filme, el camarógrafo pasa el tiempo grabando una serie de bobadas de sus compañeros, innecesarios para el desarrollo de la película. Una vez llegados al desierto, de entre el cúmulo de hechos que el espectador jamás se explicará -en el argumento no hay el menor atisbo de voluntad por hacerlo-, tenemos el encuentro con una manada de burros salvajes, tan curiosos como temerosos, que no pasan de determinada área, sonidos extraños provenientes del subsuelo, así como truenos en un cielo despejado, unos tentáculos reptantes, apenas vistos -que denotan ser de utilería, y de los cuales se adivina fácilmente que alguien tira de estos desde detrás de los arbustos-, pero que igualmente podrían ser lombrices gigantes o intestinos humanos, un encontronazo frontal con lo que parece ser una criatura extraterrestre, de la que no tenemos sino atisbos rápidos y fragmentarios a su anatomía, o la silueta de un hombre desnudo, apoyado sobre un hacha, visto en lo alto de una colina lejana. Todo grabado en escenas vistas a través de un agujero en el centro de la pantalla, iluminadas de forma pésima, a veces de cabeza, y otras de las cuales sólo vemos el suelo agrietado, con lo que se ha querido dar a entender la premura, la huida y la situación extraordinaria en la que fueron grabadas, pero que resultan fallidas finalmente.

“The Outwaters” contiene una suerte de buenas ideas que, amazacotadas en el resultado final, pierden brillantez. Los protagonistas van deambulando por el desierto cubiertos de sangre, vomitan sangre, y se topan con charcos de sangre, mientras los efectos de sonido juegan con la sugestión del espectador, pero no logran sobrepasar los llantos de un bebé, o los siniestros suspiros emanados de los muros, de aquella escena en la cual la protagonista atraviesa el corredor infernal de “Hellraiser” (Clive Barker, 1987) que, igualmente sin explicación, producen más escalofríos, o los ciertamente terroríficos sonidos que emite un agujero en la tierra, donde cae la mascota de uno de los personajes, en la burda “Encounter with the Unknown” (Harry Thomason, 1972), que resultan, no obstante, más inquietantes.

Una de las escenas en las cuales parecieran darse pistas al espectador sobre la naturaleza de los hechos mareantes que ha visto, es aquella donde el camarógrafo graba un letrero de “zona restringida”,  y localiza una máscara antigases abandonada a un lado, sin embargo, resulta una pérdida de tiempo buscar la explicación de algo que no es sino una más de las deliberadas trampas en las cuales el espectador se perderá.

Como en todas las cintas del subgénero, “The Outwaters” repite su condición más irracional y no se atreve, o no puede, romper con esta, a saber que, el camarógrafo, continúa grabando los sucesos que se desarrollan a su alrededor -como si la cámara estuviera pegada a sus ojos-, a pesar de lo peligroso que esto pudiera llegar a ser. Se trata, por lo tanto, de una de esas características, inherentes a un subtipo de cine que, hasta el momento, no ha sido trascendido.

Para el aficionado al subgénero del Metraje encontrado o found footage, “The Outwaters” puede cumplir con algunas de las expectativas -se trata, a pesar suyo, de toda una experiencia en pantalla de cine que, en términos actuales, podría catalogarse de “inmersiva”-, pero sin pasar de constituir uno de sus ejemplos más  mediocres.

Para quien se acerque por vez primera a este subgénero, la película -a pesar de sus impactantes escenas-, le parecerá la mayor tomadura de pelo.

“The Outwaters” se estrenará próximamente, de manera limitada en cines, primero en México que en América latina. 

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.