Por Davo Valdés de la Campa

En 2009 Giorgos Lanthimos sorprendió al mundo con su película, “Dogtooth”, un extraño filme que contaba la historia de una familia griega que vivía aislada del mundo, en una casa con jardín pero rodeada de una valla alta, difícil de atravesar. Los hijos de este matrimonio recibían educación en casa y creía los mitos peligrosos que su padre contaba sobre el mundo exterior y por eso se mantenían al margen. “Dogtooth” es una mezcla de surrealismo, tratado con la escuela técnica de Haneke, quizá uno de los directores europeos más influyentes de los últimos tiempos y el espíritu del horror, el thriller e incluso el absurdo del splatter. Toda la construcción cinematográfica y narrativa deslumbraban por su forma y por la desconcertante historia que se desarrollaba. Ahora, dicen que la realidad siempre supera la ficción. Yo no me atrevería a asegurar algo así, pero en este caso, quizá la realidad fue más allá —al menos en esta historia similar— en “Wolfpack”, un documental de la primeriza, pero poderosa, Crystal Moselle.

El documental cuenta la historia de una familia de siete hijos, seis hombres y una mujer que viven en un departamento del Lower East Side de Nueva York. Sus padres, una mujer norteamericana y un peruano, deciden educarlos desde casa y separarlos de todos los males del mundo exterior, males que se condensan en la Gran Manzana, cuasi nueva Sodoma. En un estilo de vida casi de secta religiosa, es decir repitiendo algunos patrones de estas células, la familia vive una dinámica de violencia, represión y miedo continúo. El padre como figura de autoridad se encierra en sí mismo en un mundo ilusorio y arrastra a sus hijos con él.

Los hijos, todos bautizados con nombres de la tradición Hare Krisna, encuentran en las películas (y en la cultura popular), un único estímulo del mundo exterior y la fuerza necesaria para sobrellevar la situación de aislamiento que han vivido por cerca de 20 años (los más grandes). En una primera escena los observamos recrear con sus medios (cajas de cartón, utilería reciclada, vestuario dispar) casi fielmente toda la película de “Perros de reserva” de Quentin Tarantino, también nos evoca a aquella divertida película de Gondry, “Be Kind and Rewind”, pero como aquí como un acto cotidiano, de resistencia. Así gastan los días: entre dibujar pósters de sus filmes predilectos, en escribir listas por género, en hacer disfraces, incluso transcribiendo los guiones enteros en una máquina de escribir.

Crystal Moselle es la primera intruso a la casa. Dirección y cámara del documental están a su cargo, en este recorrido intimista hacia la vida de estos jóvenes, simpáticos, embebidos en la cultura que admiran, personajes que se han construido desde el encierro y que se relacionan como una manada de lobos, de ahí el título del documental. Ellos van siempre juntos y sólo conocen el método de vida rigurosamente gregario, aunque interior, como en una cueva. Hasta que pasa lo impensado, aunque no lo impredecible. Uno de ellos decide salir al mundo.

El documental mezcla metraje de la misma familia con un presente activo de la narración, es decir el momento en el que la autoridad se rompe y los chicos deciden conocer qué hay allá afuera. Los vídeos que han registrado el crecimiento de los niños, en un ambiente que va de lo extravagante a lo terrorífico nos muestran el padre fanático de la música impulsando a sus hijos a tocar instrumentos musicales, a disfrazarse como los integrantes de Kiss, a recrear vídeos musicales, pero también en una atmósfera desconcertante y angustiante, especialmente en los momentos de tensión y violencia silenciosa.

“Wolfpack” ganó el Gran Premio del Jurado en la sección de documental estadunidense en el Festival de Sundance en 2015 y desde entonces ha tenido un recorrido positivo por otras partes del mundo. La directora logra en su opera prima, un documental interesante, fascinante que deja al espectador con muchas dudas, quizá porque su falta de madurez no le haya permitido ahondar en ciertos temas que parecen espinosos y polémicos en la figura del padre. Pero más allá de eso el documental en cierto modo creo que dibuja un mito ultra moderno de la caverna de Platón, las películas como sombras y la búsqueda por la verdad ya no como el objetivo a seguir, sino la reproducción de esas mismas sombras hasta sus últimas consecuencias.