Escrito por © Cristian Moure
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Varias generaciones de niños y no tanto en todo el mundo hispanohablante crecieron escuchándolo, aunque pocos conocen, sobre todo fuera de México, su nombre y su rostro. Se llamaba Jorge Arvizu, aunque algunos nunca lo vimos en persona. Pero si lo escuchamos, y mucho, tras las imágenes de Pedro Picapiedra y Pablo Marmol, el Pato Lucas, el Pájaro Loco o Superagente 86. Arvizu, también conocido como “El Tata”, sufrió un infarto hace poco más de dos meses, llevaba hospitalizado seis días y ha muerto en la madrugada del 18 de marzo a causa de una insuficiencia cardiorrespiratoria a los 81 años de edad.

Cómico, actor, productor, escritor de cine, televisión y teatro; Arvizu fue siempre conocido por su faceta de doblador, faceta por la cual se ganó el sobrenombre de “El Tata” gracias a su trabajo con la voz del personaje anciano de “La criada bien criada”. Dió la voz a multitud de personajes, muchos de ellos de series de animación, como “Don gato” o “Super Ratón”; una profesión de la que aseguró haber aprendido mucho, sentirse privilegiado por su posición en el trabajo y haberlo conseguido todo sólo. “No le debo nada a nadie” afirmó en una entrevista a Apro en septiembre de 2011.

Nació en Celaya, en la provincia de Guanajuato, México. De origen humilde, no tuvo una educación formal a causa de los constantes traslados por motivos de trabajo del padre. A los once años abandonó su casa y comenzó a buscarse la vida como buenamente pudo. Siempre recordaba sus comienzos laborales a los catorce años como ayudante de mago o a los diecisiete como publicista callejero antes de comenzar su andadura en el sector del entretenimiento; una andadura que duró seis décadas y por las que él se sentía maravillado.

Entre otros personajes célebres a los que prestó voz también se encuentran Scooby Doo, el pingüino de la serie “Batman”, el pájaro loco, el padre de la familia “Supersónicos” o los dibujos de la serie de “Bugs Bunny”. En cine, dobló para la Disney “Cars” o “Ratatouille”. En persona, su último papel fue “Fachón models”, estrenada hace pocas semanas.

Pero no dedicó toda su vida al mundo de la televisión y el cine. En los últimos años estuvo presentando una banda de jazz de la que era miembro y que fue llamado “Tata Jazz” ofreciendo conciertos habituales en el Centro Nathán. También tuvo una pequeña inclusión en la pintura y en 2006 se convirtió en activista político al hacer público su apoyo al candidato a la presidencia Andrés Manuel López Obrador. Este apoyo le costó más de un disgusto y una suma de dinero, ya que un anuncio donde aparecía Arbizu declarando “No se apendeje, vote por el peje” fue multado por el Instituto Federal Electoral de México.

Durante sus últimos años de vida, “El Tata” volvió a trabajar con personajes como “Superagente 86” gracias a diversas películas. Con el estreno de la película “Don Gato”, la Warner Bros. canceló el contrato de creaciones en México, por lo que impidió que Arbizu siguiese trabajando con un proyecto que él mismo dijo “me gusta mucho volver a trabajar en Don Gato. Es llevar el mensaje de cooperación de los capítulos de la pantalla chica al cine”.

Se ha marchado un hombre comprometido con su país, que nunca le tuvo miedo a nada. Un hombre preocupado por su pueblo y que fue muy criticado por sus participaciones con el medio Televisa, críticas a las que respondió “siempre he sido de izquierda y nunca me he callado. Pero ahora, no sé si sea la edad, estoy muy preocupado por el país, me deprimo por ello y lo veo cada vez peor. Los pobres más pobres y los ricos muchísimo más ricos. Hay mucha corrupción, mucha injusticia y mucha violencia”. Se ha ido una de las mejores voces del panorama -me atrevo a decir- mundial. Una voz que ya en “Los Simpsons / The simpsons” fue homenajeada haciendo que el personaje del Sr. Burns asegurase que “la octava maravilla del mundo es la voz de Arbizu ‘El Tata'”. Sus cenizas serán llevadas al puesto de Acapulco, donde serán esparcidas según la última voluntad del comediante. Ahora sólo queda recordar el trabajo de hombre comprometido con lo que hacía y despedirse con un enorme y sonoro “¡YABBA DABBA DOO!”.