Por Miguel Ravelo
Si algo hay que celebrarle al Festival Internacional de Cine de San Cristóbal de las Casas, es que su más reciente edición se haya engalanado con la presencia de películas de las más diversas latitudes, abriéndole al público mexicano ventanas a un cine diferente, uno que muy pocas veces llega a nuestras pantallas pero que ofrece un caleidoscopio no solamente del cine que se realiza en otros países, sino también de la forma en que los cineastas de la orbe ven el mundo y su propia realidad. De ahí que los ejes temáticos de la segunda edición del festival, Sociedad – Identidad – Medio ambiente, sean los protagonistas de la cuidadosamente seleccionada programación de un festival aún joven, pero cuya madurez y compromiso son evidentes desde ahora y dejan claro que estamos ante una de las celebraciones cinematográficas anuales a la que hay que seguir muy de cerca.
Una de las primeras películas mostradas dentro de la competencia de ficción fue “Familia Ordinaria”, tercer largometraje del filipino Eduardo Roy Jr., autor también del guión, y protagonizada por Ronwaldo Martin y Hasmine Killip. La película llega a San Cristóbal de las Casas luego de haber recibido los premios a la Mejor película, Mejor edición, Mejor actriz y Mejor director del Festival Cinemalaya de Cine Independiente.
Su historia nos sitúa en algunas de las calles más conflictivas de Filipinas. Crimen, drogadicción y niños viviendo en las calles, y se centra en dos de ellos: Aries y Jane, jóvenes de 16 años que acaban de tener un hijo al que deben sacar adelante viviendo en los callejones de la ciudad. A pesar de la crudeza del tema, Roy Jr. consigue darnos una historia que evita caer en momentos de un dramatismo gratuito o exagerado; efectivamente, la película es muy dura, pero la realidad que viven miles de niños de todas las edades en las calles de las grandes orbes también lo es, y si algo queda claro en la historia de Aries y Jane es que la mayoría de las personas prefieren mirar al otro lado.
Los jóvenes viven sus días y noches en la calle, emulando la vida adulta de las familias acomodadas: Jane se queda en el callejón en el que les haya tocado pasar la noche, mientras Aries sale a robar carteras o teléfonos con otros niños, los que posteriormente Jane se encargará de vender. Su difícil situación se ve alterada, aún más, por una tragedia: Ethel, un travesti que se gana la confianza de Jane mediante engaños, le roba al pequeño de apenas tres semanas de nacido.
Las principales reflexiones que Roy Jr. propone en su película, saldrán a la luz a partir del secuestro del bebé. El director enfrenta ahora a sus personajes a la imposibilidad de tratar de recuperar a su hijo en una sociedad decidida a ignorarlos, colocándolos en una búsqueda desesperada en la que cada segundo que pasa vuelve más lejana la posibilidad de encontrar a su hijo. Los niños buscan en las calles y entre sus amistades, y se enfrentan al odio de sus propios compañeros para al final, terminar buscando la ayuda de las instituciones de las que han pasado su corta existencia huyendo. Las autoridades no solamente mostrarán nulo interés en ayudar a una persona en situación de calle, sino que los mismo policías se convertirán en depredadores. A cada paso, Jane se da cuenta de que nadie está dispuesto a ayudarlos: los medios los utilizan, las autoridades los someten a las peores vejaciones y el resto de la gente los ataca o trata de engañarlos. ¿Pero qué alternativa tienen?
El tema es difícil y la película no lo es menos, pero la buena dirección de Roy Jr. se centra más en la fuerza nacida de esta relación adolescente que se vio obligada a madurar de la peor forma posible. Además de la dirección, destaca la atinada fotografía de Albert Banzon. Sus movimientos son cuidados, sus tomas evitan efectismos sobrados. Su cámara sigue a Jane y Aries por los callejones de la ciudad como si de otro personaje se tratara.
Las actuaciones de Hasmine Killip (Jane) y Ronwaldo Martin (Aries) fueron uno de los detalles más elogiados de la cinta. Es impresionante la naturalidad con la que los jóvenes actores abordan sus personajes; se nota una complicidad entre el director y sus actores en la construcción de estos dos jóvenes en un entorno sórdido. La evolución en las miradas de Jane y Aries durante su búsqueda transmiten toda la desesperación que están atravesando los bien construidos personajes .
Jane y Aries solo se tienen el uno al otro, pero ¿hasta cuándo? Y sus esperanzas tendrá que verse fortalecidas solamente por ellos, aunque a cada paso que den y cada callejón en el que busquen, el mundo se empecine en rechazarlos y peor aún, castigarlos. Al final, la realidad es ineludible. La vida no perdona los errores, y menos los de personas como ellos. Y solamente les quedará seguir adelante, aguantar y saber que a su lado hay otra persona en su misma situación, tratando de ser fuerte y no dejar que el otro pierda la esperanza.