Por David Alejandro García.
A Renato Camarillo Duque
De ella se decía que dormía 18 horas diarias y que sólo se alimentaba con pétalos de rosas, su efigie era la fusión imposible entre la pureza del romanticismo y la voluptuosidad del exotismo, “Una princesa…” declaró alguna vez María Félix calificando con admiración recelosa el donaire con que se movía, Frida Kahlo la contó entre sus más leales amigas y, ante el asecho de la miseria, a su generosidad recurría. La original diosa de plata, la mujer hecha de sueño, el ave de paraíso… Dolores del Río.
La Cineteca Nacional, responsable de la memoria psico-visual de México, celebra la apertura de nuevos espacios de exhibición, convocando a los miembros de ese exclusivo y casi secreto grupo de amantes de la pantalla de plata, la créme du cinéphiles, a participar de una experiencia inédita: adentrarnos al universo íntimo de una figura trascendental en la historia del séptimo arte mundial, la primera mexicana que cautivó a Hollywood, Dolores del Río, a través de algunos de los vestidos y objetos personales que más apreció.
La muestra titulada “Los Vestidos de Dolores del Río”, exhibida en el primer nivel de la recientemente inaugurada Galería de la Cineteca Nacional, corresponde a una selección de poco más de una decena de piezas integrantes de la Colección Especial Dolores del Río, un vasto conjunto de vestidos, zapatos, bolsos, trofeos, guiones, fotografías, carteles, entre otros objetos, donado en 1985 a la institución de manos del productor teatral y último esposo de la actriz, Lewis A. Riley.
La hermosa y moderna vitrina, impecablemente montada al fondo de la galería, se presenta a los ojos del espectador revelando en su interior, con la primera inhalación tras la apertura del ascensor, seis vestidos como robados de un sueño, y tras estos, la conmovedora vista de seis fotografías espectaculares de la actriz envuelta en ellos. Unos, vestuarios de clásicos como la laureada en el Festival Internacional de Cine de Cannes de 1946, “María Candelaria”, indumentaria indígena surgida de la imaginación y el puño de Armando Valdés Peza, otros, perlas del diseño y confección de modas, como el arrebatador Elizabeth Arden que parecería haber sido creado no sólo a la medida del cuerpo, sino también del corazón de Dolores.
Dolores del Río fue tres veces sobreviviente: primero, del colapso del mundo de privilegios porfirista en cuyo seno nació y que se llevó la Revolución Mexicana, sin darle oportunidad siquiera de ocultar bajo el corset, como la joven Anastasia Romanov, los brillantes de su madre antes de ser llevada por la fuerza a Siberia; después, sobreviviente del colapso del cine silente (equívocamente llamado “mudo”) en el que había triunfado ya y que fue rápidamente substituido por el sonoro, imponiendo una nueva manera de actuar, no sólo dentro, sino también fuera de la pantalla grande y, finalmente, sobreviviente del desamor, de la ruptura amorosa con el aclamado, e irremediablemente infiel, director de cine Orson Welles, en quien había fincado sus esperanzas románticas y visualizado un porvenir plagado de proyectos y aventuras juntos. Pero la perseverancia, la paciencia y la pasión, habrían de desarrollar en ella una capacidad adaptativa que le aseguraría, a través del tiempo que, en tanto figura pública, fuese siempre relevante y, en tanto mujer, fuese profusa e intensamente amada.
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Renato Camarillo Duque, restaurador de las piezas que comprenden la muestra, comparte, el pasado 24 de marzo, en conferencia pública en la sala 4 de la Cineteca, algunas de las vicisitudes y satisfacciones asociadas a la titánica empresa de traer al presente el esplendor de la indumentaria y los objetos personales de la diva. Enfundado en un traje tradicional chino negro con blanca botonadura -que yuxtapone a un colorido rebozo de manufactura indígena- habla apasionadamente de materiales textiles, tramas, hilos, puntadas, aplicaciones, cortes, procedimientos y arriesgadas decisiones que sólo otro científico-artista como El podría comprender.
“Pero de su contacto con las telas, de su apreciación de las líneas, de su estudio de los diseños, qué le contaron los vestidos sobre la persona que Dolores era?”- Pregunta a Camarillo un joven sosteniendo temblorosamente en la diestra un micrófono, al terminar la conferencia.
Tras el frenesí técnico y la ola de excitación que a partir de El se expande entre sus escuchas, el restaurador se da un momento para reflexionar, no ya sobre el mito, sino sobre la mujer. Con sosegada emoción hace una oda de la disciplina de Dolores, nos cuenta de cómo fue necesario cortar la porción media de algunos maniquíes porque los vestidos no cerraban, “así de estrecha era su cintura…” presume, como quien dice lo mismo orgulloso de su mejor amiga o su hermana. Pero sobre todo, nos habla de la generosidad de su corazón, que puso sus más preciadas posesiones a los pies de una Cineteca recién devastada tras el incendio de 1982, para alimentar nuevamente no sólo sus bóvedas, sino la memoria histórica, la conciencia de identidad y el imaginario de un pueblo, de una generación que hoy la redescubre, en toda su humanidad, en toda su gloria
La exposición “Los Vestidos de Dolores del Río” se exhibe en el primer nivel de la Galería de la Cineteca Nacional, del 18 de febrero al 20 de marzo de 2016, de martes a jueves de 12:00 a 18:00 horas, viernes y sábado de 12:00 a 20:00 horas, domingo de 12:00 a 18:00 horas, lunes cerrado. Entrada libre.
Fuentes consultadas.
Gilberto Marcos en entrevista para FORO con Dolores del Río (archivo audiovisual) https://www.youtube.com/watch?v=r3eXjxSaU6I visitado el 25 de febrero de 2016.
Raquel Tibol, Escrituras de Frida Kahlo, Plaza y Janés, Editores, México, 2004.
Itala Schmelz, Cineteca Nacional. 40 Años de Historia/1974-2014, Grupo Editorial RAF, México, 2015.
Canal Once, Dolores del Río, la Diva Mexicana de Hollywood (archivo audiovisual), Canal Once, México, 2003.
Renato Camarillo Duque, Los Vestidos de Dolores del Río, conferencia, Sala 4, Cineteca Nacional, 18:00 horas, 24 de febrero de 2016.