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La decisión personal de la cineasta argentina Lucrecia Martel, presidenta del jurado oficial de la Mostra de Venecia, inaugurada el miércoles, de boicotear una de las películas de la competencia por los Leones de Oro y Plata, la de Roman Polanski “El oficial y el espía / J’accuse”, ha generado un problema serio a los organizadores del certamen italiano. La autora de “Zama” y “La ciénaga”  anunció su decisión de no ver la película en la gala oficial en protesta por el caso de abuso de una menor hace más de 40 años por parte del cineasta franco-polaco que le costó su expulsión de la Academia de Hollywood. Sin embargo, posteriormente, posiblemente presionada por el certamen, matizó sus palabras.

Martel dijo primero en rueda de prensa que “no separa al hombre de la obra” y por tanto no desea ver el nuevo film de Polanski, “porque represento a muchas mujeres que en Argentina luchan por cuestiones como esta, y no querría levantarme para aplaudirle”. No obstante, matiza que “le parece acertado que su película esté en el festival y que haya diálogo y se debatan estos asuntos”.

Sin entrar a valorar el boicot de la realizador argentina, el director del certamen del Lido, Alberto Barbera, opinó en sentido opuesto: “La historia del arte está llena de personas que han cometido crímenes pero no por esa razón dejamos de considerar sus obras”.

Martel ha puesto a la organización y al resto del jurado en una posición incómoda, ya que se enfrentan a una posible protesta de los productores franceses de “El oficial y el espía”, que relata el famoso caso Dreyfus, oficial falsamente acusado a finales del siglo XIX por ser judío. Al expresar la cineasta austral su prejuicio contra el autor de la película podrían considerarse mermadas las posibilidades de premio para el film de Polanski.

Tal vez por ello, Lucrecia Martel se vio obligada a lanzar un comunicado en el que se corrigió a sí misma: “Veré el film como todos los demás del concurso, no tengo ningún prejuicio hacia él. Si no, dimitiría como presidenta del jurado”.

A los 86 años, el pasado no deja de perseguir a Roman Polanski. Desde los años 70, cuando drogó y violó a una modelo preadolescente, de 13 años, en Los Angeles, huyendo posteriormente de la Justicia estadounidense para evitar su encarcelamiento, el descendiente de judios polacos ha tenido que evitar las peticiones de extradición y más recientemente el repudio de no pocos sectores por unos hechos que -pese a ser perdonados publicamente por su víctima- nadie ha olvidado.

Los hechos se remontan a 1977, cuando Roman Polanski era una figura muy popular en Hollywood, tras varias cintas de éxito como la antes citada, “Chinatown” o “El baile de los vampiros / “Dance of the Vampires”. La revista Vogue le había encargado un reportaje fotográfico sobre aspirantes a modelos, y el cineasta empezó con  Samantha Gailey (ahora apellidada Geimer por su matrimonio), que sólo contaba con 13 años en ese momento. Se la llevó a casa de su amigo Jack Nicholson, entonces de vacaciones, en donde residía ocasionalmente. La actriz Anjelica Huston, a la sazón novia de Nicholson, sorprendió a ambos en el jacuzzi, rodeados de botellas de champaña, y restos de diversas drogas (a ella le dio un fuerte relajante muscular llamado Quaalude). Aunque el realizador de origen polaco recomendó a la adolescente que no contara nada, ésta lo hizo y su madre lo denunció, en un proceso en el que Huston testificó en su contra.

Un juez californiano le acusó de suministrar drogas a una menor, actos obscenos, violación mediante uso de drogas, realización de acto sexual ilícito, perversión y sodomía. Polanski aceptó reconocerse culpable de uno solo de esos delitos, cometer un acto sexual ilícito y aseguró que éste había sido consentido. No obstante, y tras pasar unos días detenido, antes de que se dictara sentencia huyó de Estados Unidos, a donde no ha regresado desde entonces, incluso a pesar de haber ganado un Oscar por “El Pianista”. En 2009, el cineasta franco-polaco fue detenido en Zurich, ciudad a la que acudió para recibir un homenaje en su festival, por petición de un tribunal de Los Angeles, pero la Justicia helvética no autorizó finalmente su extradición a EEUU.

En su día, Polanski pagó medio millón de dólares como indemnización para que su víctima desistiera de procesos civiles en su contra, lo que sin embargo no evitó que la Justicia de Los Angeles siguiera persiguiéndole hasta el momento actual.

Por el repudio de los abusos sexuales y la movilización femenina, la Academia de Hollywood modificó sus estatutos y el año pasado dio de baja como miembro al realizador franco-polaco.