Entrevista a Alonso Aguilar-Castillo
Director de Los Cabos International Film Festival

Por Manuel Cruz

Detrás de sus gafas, Alonso Aguilar-Castillo habla tranquilamente de su ambición. En noviembre habrá dejado la obscura y espartana sala donde se encuentra ahora por una puesta de sol en la playa, rodeado de gente en shorts y gafas obscuras que, pese a su apariencia meramente turística, son esenciales al éxito de su último proyecto: Si el cine mexicano no encuentra suficiente gloria y atención en su tierra natal, quizás alrededor del mundo le vaya mejor, después de pasar por el Festival Internacional de Cine de Los Cabos.

Para la segunda edición, el evento presenta una notable oferta de cine nacional, estadounidense y de Canadá en seis apretados días, pero su público huésped no es el objetivo central: aunque las cifras de la edición pasada ronden los 14,000 espectadores, Aguilar no anticipa que mucha gente vuele hacia Los Cabos para ver cine, aunque celebra las veces que ello ha ocurrido, alegando que “es una locación remota”. El plato fuerte es generar comunicación amena entre mercados internacionales con la esperanza de que una parte del programa – idealmente nacional – sea comprada al final del día. “Tan sólo por toparse en un pasillo, firmaron a Jorge Michel Grau”, comentó. Es el esfuerzo de México por seguirle los pasos a Cannes, Venecia y otros festivales cuyas redes de mercado han permitido la atención mundial de cintas como Amélie, La vida de Adéle y Amour , entre miles más.

Aguilar no desconoce aquel mundo. Tras participar en el ahora extinto FICCO y el Festival de Cine de Toronto, está convencido de que se debe conocer el funcionamiento del mercado estadounidense y perder el miedo a las relaciones internacionales. Para ello, Los Cabos se llena de productores, agentes y distribuidores estadounidenses y canadienses que ofrecen convenios de producción y distribución, junto a los proyectos Work in Progress y Gabriel Figueroa Film Fund del propio festival, cuyo objetivo es apoyar al cine nacional en desarrollo. El intento de contactar con el extranjero ya ha dejado frutos: En la edición anterior, la cinta “La Raya” fue seleccionada en el Festival de Cine Tribecca, “Edén” acabó en la selección de Rotterdam, y “El Comienzo del Tiempo”, ganadora del Work In Progress y Gabriel Figueroa Film Fund, se prepara para ir al Festival de Locarno.

Esta serie de convenios extranjeros no le da un crecimiento explícito a la propia industria del cine mexicano, pero si busca resolver su problema más grande: la distribución. Aguilar denotó de ‘sintomático’ el proceso que enfrentan muchos cineastas mexicanos cómo Yulene Olaizola, Eduardo Lucatero, Nico Pereda e incluso Carlos Reygadas. Tras viajar alrededor del mundo, la obra multipremiada de muchos llega a casa sin una sola opción de distribución nacional. En la era digital, el péndulo oscila velozmente hacia Netflix o el recién anunciado MUBI cómo lugares necesarios para obtener más espectadores y – al menos en teoría – solvencia económica, además de preservar su obra. El no conseguirlo equivale a regresar 60 años, donde una película interesante se transforma en un recuerdo, debido a la imposibilidad por conseguirla.

Y aunque el Festival de Los Cabos y sus conexiones de mercado internacional no resuelvan el problema en absoluto, presentan una opción viable: una cinta que viajara desde la sede hacia Tribecca podría avanzar a Cannes, en el camino encontrando opciones de distribución o coproducción con nuevos países. Es un enorme carrusel de cheques y tarjetas de negocios donde las opciones aparentemente abundan.

En ese sentido, Los Cabos propone una forma ligeramente dependiente para resolver el gran agujero de la distribución: dárselo a manos histórica y mercantilmente más capaces – que podrían maltratar el contenido y darle un porcentaje mínimo a los cineastas en el futuro -. En el caso de este festival, es demasiado pronto para saber si ello sucederá. Por ahora, Alonso Aguilar-Castillo y el resto de su equipo buscan repetir, en esencia, el proceso que culminó con “Nosotros los Nobles” y “No se Aceptan Devoluciones” recaudando una taquilla histórica y convirtiéndose en el orgullo del cine mexicano (nadie debe fijarse en los logotipos de Warner Bros, Fox y asociados en los carteles de dichas películas). Sin embargo, la selección de este año apunta a presentar contenido más variado, crítico e interesante, a la espera de que una gran parte de México se levante – no al grito de guerra – pero con la incansable meta de lograr una industria elípticamente fuerte.

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