Por Hugo Lara
La ventana Indiscreta es una de las grandes películas de Alfred Hitchcock porque en ella se muestra a plenitud como un extraordinario y audaz narrador, capaz de asumir difíciles retos —como manejar visualmente un sólo punto de vista— al tiempo en que hilvana con sutileza una espiral ascendente de suspenso, emoción e ironía.
La mirada es una extensión del interior humano, de sus instintos, sus deseos o sus pensamientos. Me refiero a mirar que, a diferencia de observar o ver, posee un matiz mórbido y poético. Así, hay quienes temen o adoran al mirón —el voyeur— porque es atrevido, es indiscreto y es un poco ladrón, pues le gusta robar trozos de la intimidad de los demás.
Este es el tema de La ventana indiscreta (Rear Window, 1954), o mejor dicho, es el más visible porque en los entresijos se perciben otros asuntos importantes, como la soledad y la vida en pareja. Tanto así que esto último es el motor de la película, que se impulsa por los escarceos amorosos entre el protagonista, Jeff-Stewart, y la hermosísima Lisa-Kelly.
Hitchcock construye visualmente la historia básicamente desde sólo un punto de vista (los ojos-ventana de Jeff) y, desde ahí, se accede (husmea) a un microcosmos de situaciones humanas, donde figura un músico solitario en su cotidianidad; un matrimonio de viejos que trata a su perrito como a un hijo; una bailarina cachonda; una joven pareja de ardiente intimidad; una solterona que sueña con tener un amante y un vendedor harto de su enfermiza esposa.
En la estructura del filme existe un esquema simétrico, una suerte de espejo donde se distinguen los reflejos entre los distintos personajes, de sus situaciones o actitudes. En ese espectro el director acentúa las semejanzas y los contrastes, como el hecho de que Jeff viva en una barrio bohemio, Greenwich Village, y su novia pertenezca a la refinada sociedad de Park Avenue. De manera inherente, el decorado es un elemento no sólo de fondo sino que posee una trascendencia dramática dentro de todo el conjunto, imposible de aislarlo del resto de los componentes.
En adición, es deliciosa la manera en que el director británico crea con unas cuantas pinceladas las atmósferas propicias para cada situación. En este sentido, hay una riqueza de detalles casi inadvertidos pero que resultan piezas fundamentales para apreciar todo el rompecabezas: por ejemplo, la onda cálida que agobia a Nueva York es un detonador, en el contexto del protagonista, para que la ociosidad ceda a la suspicacia y entonces involucrarse, como un chismoso, en algo que no le importa. Hacia el final de la película, la temperatura se suavizará como el resto de las cosas.
La consistencia del relato reside en la enorme importancia de las imágenes y el montaje por encima de los diálogos, naturalmente fortalecido por el estupendo trabajo actoral de Stewart y Kelly. Esto permite la existencia de escenas muy afortunadas, donde lo relevante no es lo que se dice, si no lo que se ve y lo que esto sugiere. Así es como se va trenzando el suspenso, apenas con indicios, con eslabones que van conteniendo un desenlace sorpresivo e irónico
Hitchcock (1899-1980) realizó La ventana Indiscreta cuando se encontraba en la madurez de su trayectoria y en su haber ya tenía más de 40 películas dirigidas, entre ellas Los 39 escalones (The 39 Steps, 1935), La soga (The Rope, 1948) y Pacto siniestro (Strangers on a Train, 1951), y estaba próximo a rodar dos de sus obras maestras, Vértigo (1958) y Psicosis (Psicho, 1960). El guión de La ventana indiscreta, escrito por John Michael Huyes, está basado en un relato de Cornell Woolrich aunque, según ha comentado el propio director, también se sirvió de dos casos policiacos para enriquecer la historia.
Hitchcock es uno de los directores que más ha influido en los cineastas del último tercio del siglo XX, desde la Ola Francesa hasta Quentin Tarantino. Y es que el encanto de sus películas, como se nota en La ventana indiscreta, es que están pensadas para fascinar al público, como una especie de exhibicionista que se sabe visto y que quiere seducir al voyeur que más le interesa: el cinéfilo.
Sinopsis
Jeff (James Stewart) es un fotoperiodista que convalece en su departamento neoyorkino a causa de una pierna fracturada. Para matar el tiempo, se ha aficionado a espiar desde su ventana a los distintos vecinos con los que comparten el mismo patio. En paralelo, se encuentra indeciso con respecto al compromiso que supone su relación amorosa con Lisa Freemont (Grace Kelly), para su gusto una mujer encantadora pero demasiado sofisticada y distante de su vida de aventurero.
En ese transe, una serie de extraños sucesos ocurren en el departamento de enfrente. Sin ninguna evidencia real, sus conjeturas lo convencen a él, a Lisa y a su enfermera de que su vecino ha asesinado a su esposa. Desde su silla de ruedas, pone en marcha un juego detectivesco para desenmascarar al presunto homicida.