El cine se ha abocado a retratar de distintas formas la manera en que el ser humano se ha parado frente a la naturaleza, a veces con soberbia, a veces con terror, a veces con veneración. El hombre ante la naturaleza es un tema que recorre todos los géneros: del cine de aventuras al terror, de la ciencia ficción al melodrama. En esta temporada que el mundo se encuentra a merced de una gran epidemia, los colaboradores de Correcamara ofrecen una lista de películas que describen distintas formas en que la naturaleza le ha hecho recordar al hombre su condición de criatura vulnerable, imperfecta y mortal.
Las personas, los monstruos, la naturaleza…
Por Lorena Loeza
Uno de los géneros más taquilleros de la gran pantalla, es el de las grandes tragedias y desastres. Las batallas de la humanidad frente a fuerzas superiores o desconocidas, siempre son interesantes metáforas del heroísmo ante la adversidad y grandes lecciones acerca de la terrible soberbia del género humano al creerse el rey de la creación.
La adversidad puede disfrazarse de desastre natural, monstruo, epidemia, apocalipsis. En general, todo aquello que represente el temor a lo desconocido, lo incontenible, brutal o salvaje y siempre muy lejos de nuestro pobre entendimiento, egoísmo e ignorancia. Van mis favoritas.
El día después. (N. Meyer, 1983).
Si bien un ataque nuclear no es producto de la naturaleza sino de la estupidez humana, los efectos radiactivos se convertían en una amenaza inimaginable, un poder destructivo imposible de contener. Una sociedad devastada, hospitales saturados y el fin del orden conocido, coloca a las personas en condiciones que nunca antes pensaron para lograr sobrevivir. Un gran clásico ochentero que todavía es referencia para muchas otras películas del género.
Alien, el octavo pasajero. (R. Scott, 1979)
Esta película plantea preguntas intrigantes acerca del contacto de la raza humana con formas de vida desconocidas, brutales, salvajes, depredadoras, en medio de la nada, con la oscuridad espacial como principal testigo. Se trata de un mensaje profundo, una crítica a la raza humana y la soberbia de asumirse como raza inteligente y superior. Nadie sabe lo que anda por ahí acechando en un lugar tan infinitamente vasto como es el universo en que habitamos.
Los pájaros. (A. Hitchcock, 1963)
Terror profundo producido por una maldad sin propósito y sin razón aparente, salida de la nada. El amo del suspenso nos sacude con este relato como a las aterrorizadas víctimas de una misteriosa conducta agresiva y violenta de las aves en un pequeño poblado. Una de las más destacadas películas de terror animal con una estética impecable, que la ha convertido en un clásico indiscutible a través de muchas generaciones.
La posición del hombre en la naturaleza
Por Pedro Paunero
El “estado” de naturaleza
Fue Thomas Hobbes en su “Leviatán” (1651) y en “De Cive” (1642), quien supuso que todos los seres humanos son igualmente aptos, física y mentalmente, pero que, en la civilización, se encuentran bajo un dominio común, al que necesariamente temen para no caer en una “Guerra de todos contra todos” y terminar siendo lo que su sentencia advertía, que “El hombre es un lobo para el hombre”. Con esto, abogaba y justificaba por la existencia de un Estado absolutista, fuerte, decidido, que protegiera al ser humano del ser humano. El cine, consciente o inconscientemente, refleja –a veces en paralelo- las tesis de Hobbes a través de varios títulos. Veamos algunos.
Robinson Crusoe (aka. Las aventuras de Robinson Crusoe; Luis Buñuel, 1954)
Daniel Defoe publicó “Robinson Crusoe” en 1719, con la que introdujo el género de la novela en Inglaterra. Ha sido interpretada de distintas formas pero, no cabe duda que deja la impresión de que cualquier adversidad, en este caso un naufragio y su enfrentamiento, exitoso, a las duras condiciones naturales de la isla a la que arriba, lo convierten en prototipo del hombre moral que se impone, incluso, al salvajismo (canibalismo) de los nativos que encuentra, con lo que se ha ganado su interpretación como símbolo de un colonialismo benigno a la europea (el hombre blanco llevando la civilización a los seres primitivos). El cine se ocupó de la novela desde el principio cuando, George Méliès, en 1902, lo adaptó por primera vez, y el argumento se mantiene en la tardía “Náufrago” (Cast Away, 2000) de Robert Zemeckis, pero vale la pena hablar del Robinson de Luis Buñuel, una de sus cintas menos visibles, una de las dos que rodara en inglés y la primera en color (con “The Young One”, una verdadera joya anti racista), rodada en Manzanillo, Colima. Los actores son Dan O´Herlihy en el papel de Robinson y Jaime Fernández como el nativo “Viernes”, con un guion escrito por el proscrito Hugo Butler (en la lista negra de Hollywood). La película es muy correcta pero demuestra una falta de energía creativa por parte del Maestro surrealista, metiéndola de lleno en su listado de “películas alimenticias”, aunque no carece de humor y algunos toques propios como el sueño de Robinson en el que aparece su padre, bañando un cerdo, a la vez que le niega un trago de agua y algunas contadas, como jugosas observaciones irónicas sobre la esclavitud, la civilización y la soledad. Fue relanzada en 2004. La premisa de Robinson Crusoe, la supuesta superioridad moral del hombre blanco, atraviesa toda la saga literaria y cinematográfica de “Tarzán” (que sugiere que esta moralidad es innata), mientras que, por el contrario, la idea del “Buen salvaje” (la tesis de Jean-Jacques Rousseau, opositor de Hobbes), perturbado por la presencia blanca y/o humana, se hace patente en “Sombras blancas en los Mares del Sur” (cuyo hermoso título es revelador), de W. S. Van Dyke (quien, a partir de este título se pasó a dirigir a Tarzán) y el padre del documental, Robert J. Flaherty (despedido al poco de comenzar el rodaje, debido a los tiempos que había excedido), del año 1928, en la que la llegada de los blancos amenaza la paz de una isla. Como dato curioso, añadido al exotismo de su argumento, en “Sombras blancas…” se pudo escuchar, por primera vez, el rugido del león de la Metro. El “buen salvaje” hace un viaje interestelar en la exitosa “Avatar” (James Cameron, 2009), que tiene, como único mérito, la introducción de tecnologías de cámaras estereoscópicas (la resurrección del antiquísimo 3D) y las técnicas de captura de movimiento, que tanto se imitarían posteriormente.
Arenas de Kalahari (Sands of the Kalahari, Cy Endfield, 1965)
Cuando un avión es derribado por el choque frontal con una nube de langostas, en el desierto del Kalahari, los cinco hombres de a bordo, y una mujer de sexualidad inquietante, tendrán que vérselas entre sí y con los impulsos que les despierta la única pasajera. Brian O´Brien (Stuart Whitman), el cazador, armado hasta los dientes, reclamará el territorio y a la mujer para sí mismo, no importándole asesinar al resto y terminará enfrentado a una colonia de papiones que, al final, logrará derrotarlo. La película sintetiza perfectamente las metáforas de regresión – y exteriorización-, del salvaje que todo ser humano llevaría –en teoría- dentro, y que ha sido llevado al cine en innúmeras ocasiones, y de las que vale la pena recordar alguna como “Estados alterados” (Altered States, Ken Russell, 1980), con su protagonista potenciando la regresión –a través de la ingesta de alucinógenos y una cámara de privación sensorial-, hacia un estado de hombre-mono hasta alcanzar, por último, la del protoplasma original.
Los dioses deben estar locos 2 (The Gods Must Be Crazy II, Jamie Uys, 1989)
Divertida y conmovedora comedia, segunda de cinco partes (y la mejor), que incluye las aventuras del bosquimano Xixo (interpretado por N!xau, actor no profesional y miembro real de la tribu San) en busca de sus hijos, que han quedado atrapados en un camión cisterna móvil (al que se han subido por curiosidad), mientras se cruza con traficantes de marfil, un zoólogo y una abogada con problemas, perdidos en el desierto tras sufrir averías su avioneta, dos militares tan graciosos como inútiles y una guerra civil que, verdaderamente, estaba en su apogeo en la cercana Angola, al momento del rodaje. Xixo, apenas puede comprender qué es lo que se traen entre manos todos esos individuos que invaden su país, mismos que demuestran, por supuesto, no estar adaptados al entorno, en el cual el “pequeño bosquimano” es un maestro de la supervivencia. N!xau, nacido en Namibia (ha. 1944-2003), en la vida real, mantenía a tres esposas, a seis hijos y unas veinte cabezas de ganado, aunque su cultura carece del sentido del valor material de las cosas. En un principio se le pagaron trescientos dólares por su actuación en la primera parte, ya que desconocía el valor del dinero, pero cobró mejor en esta secuela, con lo que pudo construirse una casa de ladrillo con electricidad y, posteriormente, viajar a Hong Kong en donde participó en el rodaje de tres continuaciones no oficiales (de las que existen otros dos títulos “exploitation” más), antes de morir de tuberculosis.
El Ecoterror
El subgénero del “Ecoterror” reúne una miríada de películas cuyo tema argumental es el de la naturaleza vuelta contra la humanidad. Se puede subdividir, a la vez, en dos vertientes, la del “Cine de catástrofes” (naturales, por supuesto, que en este rubro entran filmes de otro tipo de desastres), como las pioneras “El diluvio” (Deluge, Felix E. Feist, 1933) con su ola de tsunamis y terremotos que arrasan con el planeta y “San Francisco” (otra de W. S. van Dyke, 1936), que incluye una serie de novedosos efectos especiales para contar una historia, muy humana, enmarcada en el auténtico terremoto de San Francisco del año 1906, hasta “El día después de mañana” (Day after Tomorrow, Roland Emmerich, 2004), que, de manera muy comercial y valiéndose de pura pirotecnia visual, puso en la imaginería popular al Cambio climático y sus –exageradas- consecuencias; y el del “Ataque animal” –pasando por árboles, insectos, hongos, virus y un gran etcétera- que amenazan a los indefensos seres humanos, en una especie de venganza –a veces no tan explícita-, por todo lo que le hemos infligido a la Madre Naturaleza. Títulos sobresalientes del ecoterror son, a partir de la pionera “King Kong” (Merian C. Cooper, 1933), “Los pájaros” (The Birds, 1963) de Alfred Hitchcock (con su ataque jamás explicado, lo que pone a la cinta al borde la Ciencia ficción y el del terror convencional) y “Tiburón” (Jaws, 1975) de Steven Spielberg, con sus centenares de imitaciones y un filme relevante, de Serie B, cruce de Película atómica (una subdivisión de la Ciencia ficción que explota el temor a la amenaza atómica, la radiación y a los monstruos –mutantes- resultantes) y ecoterror, “El mundo en peligro” (Them!, Gordon Douglas, 1954), con su poderoso ejército de hormigas gigantes, cuyo himenóptero protagonista tendría otra aparición digna de mención en “Fase IV, destrucción” (aka. “Sucesos en la cuarta fase”, 1974), en cuya historia se revela un complot extraterrestre para hacerse del planeta, usando a las hormigas contra los seres humanos, dirigida por el legendario creador de grandes secuencias iniciales de los títulos de míticas películas, Saul Bass, en su primera –extraordinaria- y única incursión en el largometraje.
Las crónicas de Hellstrom (The Hellstrom Chronicle, Ed Spiegel y Walon Green, 1971)
Una de las películas más importantes –y hermosas- del ecoterror, una auténtica cinta de culto, cruce ingenioso entre documental, ciencia ficción y cine apocalíptico (catastrofista extremo). Un científico ficticio, el entomólogo Dr. Nils Hellstrom (Lawrence Pressman), cuya seriedad no puede ocultar su paranoia, narra cómo los insectos mantienen una guerra silenciosa contra la humanidad. Y cómo, al final, por cantidad de especies e individuos, ganarán la contienda. Visualmente fascinante, para lo cual se recurrió a expertos fotógrafos y camarógrafos, el espectador tiene la sensación de estar viendo un documental en toda regla, con algunos [im] precisos datos biológicos, que lo mantienen al borde del asiento. La película ganó el Óscar a mejor documental en 1972 y, entre sus camarógrafos, contó con Ken Middleham, que intervino, también, en la ya mencionada “Fase IV, destrucción” e inspiró a Frank Herbert, autor de “Dune” (próxima a llevarse al cine, una vez más), y quien ya se había interesado en el insecto como amenaza a la humanidad en “El cerebro verde” (1966), la novela “Proyecto 40” (Hellstrom’s Hive, publicada en 1973).
Un día de furia animal (Day of the Animals, William Girdler, 1977)
Película que entrecruza las dos vertientes del ecoterror: el cine de catástrofes y el ataque animal y que sólo por esto vale la pena mencionarse. Cuando se anuncia que la capa de ozono está agotándose, los animales de la montaña, osos, pumas, lobos, perros, ratas, aves y serpientes, enloquecen y atacan a un grupo de excursionistas que se encuentran ahí en el momento equivocado. El resultado es malo y divertido, a la vez.
El enjambre (The Swarm, Irwin Allen, 1978)
El productor Irwin Allen, creador de series sesenteras tan exitosas como “Viaje al fondo del mar”, “Perdidos en el espacio”, “El túnel del tiempo” y “Tierra de gigantes”, se ganó el apodo de “Maestro del desastre” al producir algunas de las cintas más importantes del “Cine de catástrofes” como las recordadas “La aventura del Poseidón” (The Poseidon Adventure, 1972) e “Infierno en la torre” (aka. El coloso en llamas, 1974), y dirigió, cuatro años más tarde, “El enjambre”, cuyo origen se remonta a los experimentos reales, que se salieron de control, por parte de Warwick Kerr, con abejas africanas (originarias de Tanzania), en una estación de Sao Paulo, Brasil, en 1954, con el propósito inicial de aumentar la producción de miel. Algunas de las abejas escaparon y tuvieron descendencia híbrida con las abejas silvestres con el resultado de una abeja más feroz y que comenzó a migrar a lo largo del continente, causando picaduras, a veces mortales, entre los desdichados que tenían la suerte de encontrárselas. Había nacido, así, la “abeja asesina”. En “El enjambre”, el pánico por la “abeja asesina” se mantiene, con el resultado habitual en las producciones de Allen: grandes actores involucrados (Michael Caine, Olivia de Havilland, José Ferrer, Henry Fonda), envergadura épica, gran emoción y guion endeble. Brad Crane (Caine), es un científico que, oponiéndose a los militares (Richard Widmark y otros) idea métodos científicos para hacer frente a la amenaza volante. Los efectos especiales están desfasados y, en su totalidad, podría considerarse a este título como una película de Serie B con presupuesto hinchado y elenco inflamado.
El ser humano frente a la naturaleza: “Nausicaä del Valle del viento”
Por Miguel Ravelo
Mientras los días parecen hacerse cada vez más largos y sus horas avanzar de forma más lenta, el cine es uno de los refugios que muchos estamos encontrando al vernos en la necesidad de quedarnos en casa. Entre la muy amplia oferta que las diferentes plataformas ponen frente a nosotros, hay una a la que es imposible negarse: Netflix ingresó a su catálogo veinte películas producidas por los estudios Ghibli, casa japonesa que desde 1985 se ha dedicado a reunir a los más destacados artistas de la animación para crear películas que desde sus primeras entregas mostraron una sensibilidad especial. Ghibli, entre sus muchos logros, consiguió llevar la visión oriental del mundo y su forma de hacer cine a un público al que muchas veces no le resultaba sencillo acercarse a la oferta cinematográfica del continente asiático.
“Nausicaä del Valle del viento” es una película dirigida por Hayao Miyazaki, el fundador de los estudios, y aunque fue realizada en 1984 se considera parte del canon Ghibli gracias a que su éxito permitió que esta casa de animación viera la luz. Además, muchos de los involucrados en su realización formaron parte de los animadores que posteriormente trabajarían para Ghibli.
Y si de hablar de la relación del ser humano con la naturaleza se trata, Nausicaä es uno de los más contundentes ejemplos dentro del catálogo del estudio. Al ser una película hecha hace 35 años, es sorprendente la pertinencia y actualidad en su aproximación a los temas que el mundo está viviendo en 2020, con la población inmersa dentro de una de las crisis sanitarias que definirán la década.
La película sitúa a los espectadores en una tierra devastada, mil años después de los llamados “Siete días de fuego”, una guerra que acabó con la mayoría de la civilización y que provocó que el planeta generara un bosque tóxico buscando sanar las heridas que los seres humanos le provocaron con sus conflictos. La población sobreviviente debe utilizar permanentemente máscaras que los protejan de las toxinas mortales que el bosque continúa generando, y que no puede ser destruido por los sobrevivientes ya que se encuentra resguardado por un ejército de millones de insectos gigantescos capaces de arrasar con poblaciones enteras si uno solo de sus miembros encuentra la muerte a causa del hombre.
En el Valle del viento vive una pequeña comunidad pacífica. La princesa Nausicaä, amada y respetada por todos sus pobladores, es una joven que busca entender los secretos del bosque tóxico y el por qué el planeta tuvo que recurrir a la erradicación de los humanos para poder continuar su existencia. Por supuesto, si algo nos ha enseñado la historia es que el ser humano, a pesar de todas las señales recibidas, actuará una y otra vez de forma egoísta, contribuyendo a la que necesariamente terminará siendo su propia destrucción. Cuando una invasión del ejército de Tomekia, un reino vecino, ataca el Valle del viento buscando acabar con el bosque tóxico, provocará la ira de los insectos gigantescos y con ello la desaparición definitiva de la humanidad. Será entonces labor de Nausicaä ir contra reloj y conseguir que los invasores entiendan que destruyendo su entorno, estarán terminando con la existencia de toda la especie.
“Nausicaä del Valle del viento” propone un mundo en el que después de la destrucción sea posible alcanzar un entendimiento entre el planeta y sus habitantes. Todo ser buscará siempre el bien de su especie y se defenderá de los ataques externos, erradicando los elementos dañinos. La princesa Nausicaä descubrirá que por sí sola, la naturaleza no busca nuestra destrucción, sino que el propio ser humano fue quien la transformó y provocó que esta se volviera en su contra. Será tarea de nuestra heroína, una de los personajes fundamentales y emblemáticos dentro de la filmografía de los estudios Ghibli, buscar un entendimiento entre el ser humano, al que su soberbia lo ha llevado a considerarse la especie dominante sobre la faz de la tierra, y los miles de especies que habitan el planeta y con los que comparte una casa.
El tiempo que queda para que el ser humano comprenda que es parte de un todo, de un enorme ser vivo que siente, respira y nutre a cada uno de sus elementos, es poco. Y las especies que no comprendan y corrijan sus actos, que no aprendan a coexistir, estarán destinadas a desaparecer.
El hombre y su sueño de dominar a la naturaleza
Por Hugo Lara
El cine encontró una metáfora sobre la humanidad y su pequeñez ante la naturaleza en “King Kong” (Merian C. Cooper, 1933), la legendaria historia de un simio colosal que es encontrado en una isla misteriosa y que es llevado a Nueva York, donde se presenta como un espectáculo para el morbo de la gente. King Kong encarna toda una metáfora acerca de la manera en que el hombre ha querido dominar a la naturaleza, pero su soberbia termina por exhibir sus carencias, su torpeza y su mezquindad. Esta película mereció dos versiones más bastante aceptables: en 1976 dirigida por John Guillermin con Jeff Bridges y Jessica Lange; y otra en 2005, dirigida por Peter Jackson con Naomi Watts, Jack Black, Adrien Brody. Además, fue motivo para un reboot, con “Kong: Skull Island” (2017).
La historia de Kong refleja varios aspectos que hacen cuestionar a la humanidad y que terminan por hacer que la gigantesca bestia resulte más noble y entrañable que la mayoría de los personajes, quienes son movidos por la ambición y la arrogancia.
Una idea semejante está contenida en “La isla del doctor Moreu”, novela de H.G. Wells publicada en 1896 y que también ha sido llevada varias veces al cine, la más reciente en 1996 bajo la dirección de John Frankenheimer y las actuaciones de Marlon Brando Val Kilmer, en lo que resultó una adaptación calificada como de lo peor del año según una buena parte de la crítica. Sin embargo, independientemente de sus defectos, la trama es fascinante, que tuvo otras adaptaciones anteriormente: “Island of Lost Souls” (1932) con Charles Laughton, Bela Lugosi y Richard Arlen y una adaptación de 1977 dirigida por Don Taylor y protagonizada por Burt Lancaster, Michael York y Nigel Davenport.
Cuenta la historia de un náufrago que llega a una isla misteriosa y donde un científico megalómano, el llamado doctor Moreu, ha creado mezclas aberrantes de humanos y animales, a los que tiene bajo su servicio y mando. Es otra historia sobre el hombre que juega a hacer Dios y que será castigado por sus propios engendros, al estilo de Frankestein, como eco de la célebre frase de Plauto “el hombre es el lobo del hombre”.
Mi :ultima selección es una película de Ang Lee, “Una aventura extraordinaria” (The Life of Pi, 2012),una deslumbrante fábula para deleitarse con su portentosa maquinaria visual, a partir de la fantástica aventura de un naufrago. Con esto, el director de “El Tigre y dragón” (2000) y “Brokeback Mountain” (2005) logra construir una ingeniosa y emotiva narración sobre la esperanza y sobre la religiosidad, sobre la condición humana en medio de la adversidad de la naturaleza.
Pi relata su infancia y adolescencia en la India, en el seno de una familia propietaria de un zoológico. El padre de Pi decide trasladarse con su mujer y dos hijos a Canadá, donde ha vendido los animales. Para ello, se transportan en un barco carguero que, a los pocos días de zarpar, naufraga en medio de una tormenta. Pi es el único humano que logra salvarse en una balsa, aunque con él también escapan indeseables acompañantes: una cebra, un gorila, una hiena y un tigre de Bengala. El joven Pi tendrá que enfrentar insospechados desafíos para lograr sobrevivir. La película se puede dividir en dos partes: la primera está centrada en la vida del protagonista anterior al naufragio y, la segunda, en su largo recorrido en medio del océano, que es al mismo tiempo un viaje interior que lo transforma en una nueva persona. A lo largo del filme, se juega constantemente con figuras y símbolos, lo que tendrán un papel decisivo en el desenlace.