“El jurado”  y “Buenas noches, España”, propuestas opuestas que se exhiben en Distrtital

Por Yossa Guzmán
Reportera Distrital

El Festival Distrital continúa ofreciendo una interesante programación de cine en sus distintas secciones. Este día fue de películas de máximo una hora y diez minutos, la primera fue norteamericana “Dragonslayer”, del director Tristan Patterson, quien mezcla películas como “Kids”, “Trainspotting”, la onda Harmony Korine y el documental “Beautiful Losers”.

“Dragonslayer” narra la vida de un skateboarder carismático y con cierta popularidad entre los conocedores del skate llamado Skreech. Su vida se concentra en patinar en albercas vacías en una caliente y sucia Norteamérica, rodeado de sus amigos pertenecientes a un mundillo donde las patinetas, el alcohol, las drogas y el punk son parte esencial en sus vidas.

Dividida por varios segmentos con números del 10 al 0, te lleva desde las secas albercas rodeadas de jóvenes un tanto desencantados y vagabundos hasta su inminente acercamiento con la realidad: tiene sus ideales pero también la vida los alcanza y los pone en su lugar. En algunos momentos se percibe ese halo de cine Indie norteamericano seducido por el ambiente trash y marginal de los blancos en los Estados Unidos. Muy recomendable por su narrativa visual, la buena música y por el acercamiento total sin censuras o limitaciones hacia los personajes, jóvenes que crean su propio estilo y forma de vida, creyéndose matadragones en un país que los mata lentamente.

Después, en la misma sala del IFAL se proyectó la película “Buenas noches, España” de un joven director filipino, Raya Martin con  fama de filmar películas soporíferas y pretenciosas. Para mi era la primera vez que veía algo de su trabajo y me atrajo sobre todo por la actriz Pilar López de Ayala, quien aparece de todos los colores: una Pilar verde, roja, azul, anaranjada o rosa, en tomas que se repiten una y otra vez con un sonido redundante y ruidoso durante todo el filme.

También se proyectó “Dragonslayer” acerca de la vida de un skateboarder carismático

Puede llegar a ser cansado y monótono. Un largo jugueteo o coqueteo entre una pareja sirve de pretexto para dar a conocer la anécdota de un filipino que se teletransportó a la Ciudad de México, una anécdota de por si inverosímil en una película demasiado experimental y un tanto reiterativa, aún así tiene momentos de risa (supongo premeditados) al colocar sonidos provenientes de  historias cómicas de caídas típicas de las caricaturas y, aunque el espectador no sale muy divertido, se nota que los actores se la pasaron muy bien en la filmación. Agradezco de todas formas a Raya Martin que me haya recordado a Pilar López de Ayala.

Al terminar me trasladé al Cine Lido para ver “El jurado” de la española Virginia García del Pino. Al iniciar me comentaron que sería una película tipo videoarte, después de ver “Buenas noches, España”, no tenía demasiadas ganas de ver algo semejante pero aún así entré.

El filme de una hora, se divide entre la cámara en zoom sobre rostros muy expresivos y las voces que participan en un juicio sobre un asesinato, podría parecer algo aburrido sin embargo, la combinación rostro-voces que hablan sobre el caso suscita una curiosidad en el espectador muy atrayente. La directora comentó que no tenía ninguna intención de hacerla pero al filmar un juicio para documentarse sobre otra película que desea hacer de una asesina en Barcelona, empezó a experimentar con la cámara al observar los rostros del jurado y reconocer las incoherencias de los juicios. Esto fue lo que la llevó, después de tres meses de rodaje, a intentar darle forma y orden.

Hay demasiados cabos sueltos, demasiadas dudas, preguntas y confusiones pero también hay mucha curiosidad, interés por tratar de adivinar que es lo que sucede alrededor de esas caras tan expresivas y gestuales, se trata de un juego de suposiciones. La directora supo cómo atrapar la esencia de los rostros y combinarla con el exterior (las voces, los ruidos). Ella misma dice que eligió rostros jóvenes puesto que le parecían más expresivos.
Al terminar la función se suscitaron muchas preguntas entre el público, lo que denotaba una empatía con la directora. En general, el film gustó mucho.

Ahí se puede ver que no se requiere ser demasiado críptico para tratar de comunicar algo. Raya Martin se satura de imagen, color, sonido y satura al espectador sin sentido; Virginia García Pino por el contrario, es simple en su propuesta visual pero sabe hacerlo sin perder profundidad, habla de la justicia, de la búsqueda de la verdad con la simplicidad de un rostro confundido. Aquí se cumple la regla de “menos es más”. No por ser simple es superfluo, no por ser complicado es profundo, he ahí la gran diferencia entre estos dos últimos filmes del día de hoy.