Por Enrique Rivero (NOTICINE/Correcamara.com)


Esta historia es el resultado de las observaciones que he hecho en los últimos años, durante mis visitas a la Ciudad de México. Al vivir en un lugar tan especial, es fácil pasar por alto algunas cosas que, cuando vuelves a verlas desde la distancia, adquieren otro sentido, otro color y, sobre todo, otro significado.


El principal punto de interés en esta película es el hecho de que la historia, en ciertos momentos, es una historia real. Beto existe y así es su vida. Ha trabajado siempre sirviendo a una familia y probablemente acabe sus días haciéndolo. Pero lo que más me interesó de estos personajes (familia y Beto) es la relación que llevan: pertenecen a dos mundos opuestos y, sin embargo, han estado unidos casi toda la vida. Se tienen un mutuo respeto y cariño, pero sin pasar nunca de esa línea, que marca claramente sus clases sociales.


Mi manera de mostrar esto será sin prejuicios, de una manera imparcial, como un mero espectador, sin buenos ni malos. Esto es justamente lo que considero más atractivo y diferente de la manera de abordar este tema social; la situación es la que es y no entro a valorar si ésta es correcta o injusta, sino sólo enseñar una realidad en la que los personajes involucrados llevan toda su vida de acuerdo con su situación.


La decisión de filmarla como ficción es para indagar, justamente, en lo que puede llegar a sentir una persona que decide estar encerrada voluntariamente, llevando un vida cómoda y sin sobresaltos, y cómo se tiene que enfrentar, entonces, al mundo exterior -representado en este caso por el DF-, lleno de vida, ruido, color pero también sumergido en el caos, el peligro y la violencia.


“En la mezcla de lo verdadero y de lo falso, lo verdadero resalta lo falso, lo falso impide ver lo verdadero…” (Robert Bresson). Esa es la razón por al que escogí trabajar con actores no profesionales.