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El arancel que el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) comenzó a cobrar a las distribuidoras cinematográficas en función a la cantidad de salas que acaparen las películas extranjeras, busca evitar un avance desmedido de los tanques y reunir fondos para redimensionar el área de fiscalización, confirmó a “La Nueva Provincia” Liliana Mazure.
“De aquí a diciembre vamos a poner a prueba la resolución. El dinero que se recaude se destinará reorganizar la gerencia de fiscalización, que es la que se ocupa de los controles sobre todo lo que se exhibe. No irá a parar al Fondo de Fomento al cine nacional”, aclaró Mazure.
La resolución 2114/2011 del INCAA estipula el cobro de un arancel a los films extranjeros que se exhiban en la Argentina.
Mazure señaló que “se viene una época de muchos cambios, ya que los controles se extenderán a la televisión e Internet”.
Precisó que los inspectores del INCAA viajan por todo el país, para controlar las taquillas de las salas, y la cantidad de espectadores, aunque a partir de la potestad que le confiere la ley de Medios “habrá una ardua tarea de capacitación, y contratación de servicios de control informatizados, algunos en acuerdo con la AFIP”.
“El INCAA está cumpliendo con la defensa de la diversidad cultural y asegurando el acceso a discursos audiovisuales diversos”, opinó Hugo Castro Fau, socio de la productora Lagarto, al ser consultado por los objetivos de la resolución 2114.
Para Pascual Condito, de Primer Plano, “la intención es buena, si se respeta la cuota de pantalla que fija el INCAA, algo que no siempre ocurre”, aunque esto último fue negado rotundamente por Mazure.
Consultados algunos titulares de salas cinematográficas señalaron que la iniciativa sólo conseguirá un aumento de sus costos, ya que las multinacionales como Sony Pictures, Paramount, Fox o Walt Disney, nucleados en la Motion Picture Asociation (MPA) trasladarán el impuesto a los exhibidores.
“Esas empresas nunca pierden, por lo que no me extrañaría que nos traspasen el costo del arancel o reduzcan el número de copias, concentrándose en las grandes cadenas de cines, también extranjeras”, manifestó un empresario.
En tanto, para Guillermo Amodeo, titular de Cines del Centro, “en la medida que se haga cine nacional de calidad, como ocurrió en los últimos años con películas como: El secreto de sus ojos o El hijo de la novia , la gente vendrá masivamente al cine”.
Otra de las fuentes consultadas advirtió sobre una situación similar en 1979, cuando como represalia ante una medida similar las multinacionales desistieron de ingresar material cinematográfico al país por un año y medio.
Según Mazure, el arancel es razonable, teniendo en cuenta que la cantidad de “tanques” –grandes producciones– que ingresan cada año al país no llega a diez, aunque admitió que “en julio de este año el ingreso masivo violó la cuota de pantalla”.
“Enviamos cerca de 130 cartas documento y tendrán que pagar las multas”, dijo Mazure.
Esta semana el INCAA modificó la resolución 2114 eximiendo a las colas de pagar el arancel, lo mismo que a las producciones que salgan al mercado con menos de 15 copias.
Entre los defensores de la iniciativa insisten en que el abuso de posición dominante que ostenta la MPA y la defensa de la idiosincrasia nacional son suficientes justificativos para establecer un arancel.
“Históricamente, esa asociación apeló a prácticas cuasimonopólicas para acaparar las pantallas argentinas con sus largometrajes, bloqueando así a las películas nacionales”, dijo Castro Fau.
Condito aseguró que “todos los países toman medidas de este tipo. En EE.UU., por ejemplo, no se puede estrenar cualquier película, porque preservan su identidad cultural y defienden su industria”.
Mazure también recordó el buen momento que atraviesa el cine nacional, que en 2010 estrenó 110 producciones, que se mantuvieron dos semanas en pantalla.