Por Víctor Bustos
Desde Guadalajara
La familia ha sido tema fundamental en la cinematografía nacional desde “La familia Dressel” (1935) dirigida por Fernando de Fuentes, pasando por “Una familia de tantas” (1948) de Alejandro Galindo, hasta llegar a “Nosotros los Nobles” (Gary Alazraki, 2013), el núcleo familiar ha servido para forjar un mosaico con un sinnúmero de historias, y ahora se agrega un ejemplo más con “Familia Gang”, segundo largometraje de Armando Casas, tras una larga pausa después de “Un mundo raro” (2001) dedicado a fungir como director del CUEC. “Familia gang” fue exhibida en una gala dentro del Festival de Guadalajara y el público tapatío le respondió con risas; su estreno comercial está programado para los próximos meses.
A partir del guión de Luis Ayhllón, el realizador elabora una farsa que guarda muchas similitudes con la realidad del México actual tomando como referente la violencia que se desprende del narcotráfico y sus protagonistas.
Con el atentado a “El Coyote” (Alonso Echánove), el narcotraficante más buscado por la justicia, comienza un entreverado juego de venganzas y traiciones entre rivales, autoridades del gobierno y matones, en la que queda involucrado el Topillero (Rafael Inclán), un sicario que se da a la tarea de conseguir un cadáver que sirva como doble del malogrado capo, a fin de que esta pueda salir del país impunemente.
Pero serán las circunstancias y la casualidad lo que llevan al Topillero a reunirse con su familia a la que hacía tiempo había abandonado, su mujer (Elpidia Carrillo) y su hijo (Humberto Busto), y tratando de reparar sus errores del pasado y reafirmar los lazos afectivos, lo llevará negociar una fuerte cantidad para ejecutar su encargo, a costa de varias muertes y enfrentamientos a balazos.
Con situaciones efectivas de humor, “Familia gang” no evita que el argumento se sienta forzado en ciertos aspectos, como la reunión de la familia bajo las condiciones más improbables. Manteniendo el nivel y el estilo de su película anterior, Armando Casa demuestra que no ha perdido el oficio a pesar de su ausencia tras las cámaras, pues pasa del divertimento a la denuncia social acerca de las situaciones que atraviesa el país. Además, consigue sacar provecho de sus actores y el referente que cada uno aporta, sobre todo en el caso de Inclán y de Carrillo, pero la desarticulada historia no logra ser consistente en todo momento, ni del todo redonda.
Dirección: Armando Casas. Producción: José Antonio Hernández. Álvaro González Kuhn, Sandro Halphen. Guión: Luis Ayhllón. Fotografía: Arám Díaz. Edición: Diego Cohen. Sonido: Braulio Beltrán. Música: Uriel Villalobos. Dirección de arte: Roberto Zamarripa. Casting: Elvira Richards.
Compañías productoras: HAKUHN, FIDECINE y Balius Distribution