Por Hugo Lara
Desde Morelia
Dentro de la competencia de largometraje documental mexicano del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) se presentó “El guardián de la memoria ” de Marcela Arteaga, que en general fue muy bien acogida. Ambientada en el pueblo de Guadalupe, Chihuahua, narra la historia de Carlos Spector, un abogado judio-mexicoamericano de Texas, quien dedica su trabajo a litigar por el asilo político de mexicanos que huyen de la violencia y la impunidad.
La realización de este documental incopora el cautivante paisaje desértico como elemento dramático, así como casas y edificaciones abandonadas y fantasmales de la región y algunas instalaciones, dentro de un registro trágico con ribetes poéticos, apoyado igualmente en una música bien seleccionada. También se brindan testimonios de otros habitantes de Guadalupe, empresarios, y trabajadores que fueron afectados por la violencia del narcotráfico y del crimen organizado, o mujeres que perdieron a sus hijos o familiares. Los testimonios explican el largo proceso de violencia que fue en ascenso y que reveló el contubernio entre las organizaciones criminales con las autoridades e incluso empresarios.
Las voces dan cuenta de la espiral de ejecuciones, torturas, secuestros y una estela de crueldad insospechada, que parece no tener freno, y en la que se ha visto envuelta aquella comunidad, a pesar de la llegada del ejército y de otras fuerzas del orden. Spector señala con claridad la represion que muchos ciudadanos sufren a manos no solo de los criminales, sino del ejército mismo y otras autoridades, a consecuencia de su inconformidad, por lo que se convierten en un nuevo tipo de inmigrantes mexicanos: los perseguidos politicos que escapan de la violencia.
De 25 mil habitantes, Guadalupe pasó a 1500, a raíz de la zozobra y el terror. El documental y los testimonios describe todo este terror como una maquinaría de delincuencia, en la que se mueven muchos intereses económicos y que, con sus tentáculos, alcanza al gobierno y los que imparten justicia. El abogado con ironía reflexiona con ideas así: “Yo critico a la corrupción mexicana porque son novatos comparados con los norteamericanos. En México se violan los derechos humanos violando la ley; en EU se violan implementando la ley. La ley es una herramienta de represión”. “No hay crimen organizado, sino crimen autorizado”.
Dentro de este documental, con una propuesta de intervención escnénica, también sacan notas sobresalientes el fotógrafo Axel Pedraza, la dirección de arte de André Krassoievotch, Iván Krassoievitch y Paula Caso, así como la música de Alvaro Ruiz Mayagoitia.
También dentro de la competencia de largometraje documental se presentó “Tío Yim” de Luna Marán. Se trata de un documental sobre Jaime Martínez Luna, conocido como Tío Yim, veterano cantautor, filósofo y activista zapoteco radicado en Guelatao, Oaxaca. Es un retrato de este músico idealista y alcohólico desde la perspectiva de su hija Luna Marán, realizadora de este documental, así como de otros seres cercanos, como su esposa Magdalena y sus otros hijos Julia y Andrés.
El reencuentro entre Tio Yim y sus hijos da pie a la creación de una nueva canción y una película, inspiradora y renovadora, que pretende representar al pueblo y la “comunalidad” (concepto acuñado por él mismo para explicar más adecuadamente la organización de las comunidades oaxaqueñas) lo que resulta un recuento de la larga participación de Tío Yim en el activismo en su localidad.
El documental integra además imágenes de archivo, donde se puede ver a Tio Yim debatiendo en favor del trabajo comunitario de los pueblos de la Sierra de Juárez, así como de sus años juveniles como trovador de temas que promovían la lucha campesina en asambles, programas de televisión, radio, conciertos y otros foros. En este recorrido, se captura la cálida atmósfera familiar, la admiración de la re4alizadora por su padre, y la entrañable relación familiar que ocurre sobre todo en el interior de la casa del cantautor y luchador social.