Por Constanza Samaniego Valdés
Desde Morelia

En el marco del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) fue el estreno nacional de “Chicharras” (2023) de la directora Luna Marán, que aborda la vida en comunidades retiradas de México.

El retrato de un pueblo, de su gente, sus costumbres y problemas. La comunidad de San Pablo Begu ́ se ve sorprendida, cuando un proyecto impulsado por el gobierno les propone hacer una carretera que atravesará por todo el pueblo. La comunidad tiene que tomar la decisión respecto a aceptar o no aceptar su realización, la decisión no está únicamente en la palabra del presidente del pueblo, sino que a lo largo de la película se va explorando la participación de todo el comité administrativo, desde sus procesos y preocupaciones personales hasta las opiniones del día a día de la gente, que se dan como chismes y pláticas en el desayuno.

La concepción de esta película es gracias a un proyecto comunitario en Guelatao, Oaxaca, con quienes las realizadoras trabajaron de cerca para entender las preocupaciones reales de la gente local, su participación activa en la comunidad y cómo se comunican día a día.

Este trabajo se ve reflejado en la naturalidad con la que se desenvuelve la historia, que da la impresión de ser un documental. Esta naturalidad va de la mano con las actuaciones, se nota un acompañamiento cercano con los actores que deja ver toda la investigación que hay detrás sobre la comunidad en la que se grabó. Los personajes tienen intereses reales que, sin decirlo explícitamente, entendemos de dónde vienen y hacia dónde quieren ir; cada personaje tiene una vida que la película no teme explorar por momentos en los que seguimos su vida más allá de su participación en la gran decisión de la carretera. Esta exploración constante desde otras perspectivas se llega a alejar mucho de la trama principal y se siente ajena en momentos, pero siempre logra regresar al objetivo que tiene esta gente organizada, sin importar las adversidades del pueblo. Se nota un compromiso por parte de todos por el bien común, hay un constante intercambio de ideas entre jóvenes y personas mayores que enriquece la complejidad de la historia e invita a la reflexión.

La exploración de la fotografía acompaña la narrativa, capturando no sólo a los personajes en escena sino también al espacio que ocupan, los diálogos y el sonido continúan mientras la cámara explora cada esquina de cada espacio, cada elemento: dónde rebotan las risas, a dónde van las miradas y cómo flotan las preguntas. La música tiene la misma función, en escenas de fiestas o con gente tocando una canción, la música sigue sonando, aunque los personajes hayan dejado de tocar. La música se vuelve externa a la acción, como si se quedara la melodía en la cabeza de las personas al acabar la fiesta, recordando el momento que acaba de pasar y transicionando al día siguiente.

Más allá de saber si se realizara la carretera o no, la película sabe que la importancia de su historia está en la dinámica de la gente alrededor de la decisión. “Chicharras” es una recolección de visiones, cómo cada persona vive su vida y cómo ésta impacta alrededor de las discusiones de su comunidad.