Por Constanza Samaniego Valdés
Desde Morelia
La ópera prima del director Adolfo Dávila, “Violentas mariposas”, se presenta como un retrato de la juventud rebelde, como una crítica al sistema de justicia en México. La película te grita en la cara: “¡Mírame! Soy inconformista, estoy en contra del sistema”, pero el discurso se ahoga y agoniza dentro de la misma; repite constantemente su mensaje, pero no lo muestra. Y no la culpo, porque, ¿cómo puede un hombre de 59 años hablar con fidelidad de la juventud rebelde en la actualidad?
La historia retrata a dos jóvenes conociéndose: Eva, una estudiante de Derecho enfocada en delitos de género, quien es la cantante de una banda punk, y Viktor, un estudiante de Filosofía en la UNAM, con ideas revolucionarias que surgen desde la violencia. Cada uno tiene sus problemas en casa y sus motivos para estudiar lo que estudian; los dos personajes principales son la personificación de dos formas de hacer un cambio. Eva representa la inconformidad con la falta de representación jurídica diversa, estudia Derecho porque cree en la ley y quiere hacer un cambio desde adentro; Viktor representa el nihilismo que viene después del anarquismo, su discurso es el más inconsistente de la película, quiere desaparecer al Estado, pero no es anarquista, quiere que la gente se entere y preocupe por los asesinatos a periodistas y los desaparecidos, pero en su egocentrismo no logra ver que sus ideas requieren de movilización civil, usa el anarquismo como filosofía y no como una teoría política.
Eva y Viktor se conocen en un túnel donde él estaba graffiteando una frase: “Orugas sumisas en violentas mariposas se han convertido”. La poesía de Viktor acompaña la película y le da vida a una mente desorganizada y odiosa. Eva lo ve y reconoce en él el mismo odio que ella siente, sin tener claras las ideas del otro, porque ni ellos mismos las tienen claras, y así empiezan una relación.
El camino que los vemos recorrer es corto, pero es suficiente para que Eva deje de creer en la justicia, esto gracias a un evento traumático que le sucede en la película. Viktor ve el dolor y sufrimiento de Eva, lo toma como una reafirmación de que el cambio necesita un acto de violencia brutal: “Cuando la justicia está ausente, la venganza es un acto de fe”. Es en ese momento que el discurso pierde la poca coherencia que tenía.
El director Adolfo Dávila presentó su película en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), y al finalizar tuvimos la oportunidad de hacerle preguntas a él y a todo el crew. Dávila menciona que su película retrata el espíritu rebelde de los jóvenes. En sus palabras, “ya no quiero ver representaciones de adolescentes sin convicción, que sólo fuman marihuana”. Y así como en la película: las palabras no valen nada si no las puedes mostrar. Adolfo Dávila no sabe a quién le está hablando, pero, sobre todo, no sabe de quién está hablando, ya que hablar como adolescente no es usar groserías y gritar, es una forma de ver al mundo y tratar de expresarnos tomando la poca experiencia que llevamos en esta vida. Un adolescente habla desde la tristeza que parece abarcarlo todo y con la rebeldía inminente que lo quiere todo.
“Violentas Mariposas” no destaca en su historia ni en sus actuaciones; su punto fuerte es la fotografía, que es cuidada a lo mucho, y aunque los diálogos son insalvables para los actores, la actriz que encarna a Eva, Diana Laura Di, es rescatable por su notable entrega al personaje y por su compromiso con la actuación.
Esto es, “Violentas Mariposas” intenta ser un retrato fiel de la actualidad, pero no es más que una fantasía puesta en pantalla y una romantización de las luchas personales de los adolescentes.