Por Pedro Paunero

La tradición asegura que, cada 30 de abril, las brujas se reúnen en el Monte Brocken, en la Sierra del Harz, en Alemania, en compañía del diablo, a celebrar un aquelarre. Allá fueron trasladados Santa Walpurgis, patrona de los sirvientes, a presenciar la orgía satánica y Fausto, en la clásica obra de Goethe, con Mefistófeles como guía. Se trata de una fecha iniciática para el paganismo, que culminaba con las celebraciones de la fertilidad y renovación de la naturaleza del Día Mayo (primer día del mes), en que se abrían las puertas del hogar y se ponía sal –a manera de purificación-, en la entrada. Recubierta de un aura de maldad a ojos cristianos, sería el mismo día que escogería un acosado Adolf Hitler, en sus horas postreras, para suicidarse. 

Este primer listado de películas, para disfrutar durante la Noche de Walpurgis, incluye varios títulos con una misma base argumental: el regreso al hogar paterno, la victima que sufre encierro por su propia familia, y sus secretos más atroces, así como la herencia y los orígenes malditos que pasan a través de las distintas generaciones. La advertencia es clara: la violencia más cruel se origina, a menudo, en el seno del propio hogar.
 

El legado tenebroso

(The Cat and the Canary, Paul Muni, 1927)

Annabelle West (Laura La Plante) es enterada que su pariente Cyrus West le ha heredado una fortuna, sin embargo, esta debe probar su cordura antes que el sobre sellado, que guarda el nombre del otro posible heredero, sea abierto. El abogado encargado de guardar el sobre desaparece y Annabelle se ve atrapada, junto a sus codiciosos parientes, en la misteriosa mansión en la que comienzan a suceder eventos terroríficos. ¿La serie de sucesos inexplicables se deben a un intento para quebrantar la salud mental de Annabelle o, por el contario, hay una real presencia sobrenatural o demoniaca en la casa?  

Esta cinta, uno de los hitos del expresionismo alemán ya trasladado a Hollywood y la gran iniciadora de la tradición terrorífica de la Universal, ha conocido innumerables remakes, adaptaciones, homenajes, parodias y viles falsificaciones; tuvo una interesante revisión en la relevante y granguiñolesca comedia mexicana Cada loco con su tema (Juan Bustillo Oro, 1939) y en la versión hispana, La voluntad del muerto, dirigida por Enrique Tovar Ávalos en 1930, con la recientemente desaparecida actriz mexicana, Lupita Tovar, como protagonista.
 

Luz de gas

(aka. Luz que agoniza; Gaslight, George Cukor, 1944)

Paula Asquist (Ingrid Bergman), está convenciéndose, poco a poco, de estar cayendo en la locura, debido a la atmósfera de amenaza de su entorno familiar, pero, sobre todo, por el convencimiento de su flamante esposo, el pianista Gregory Anton (Charles Boyer). La luz fluctúa, al mismo tiempo que el terror parece provenir de los techos, bajo la forma de ruidos extraños. El misterio de la luz que agoniza tiene que ver con el pasado de Paula, y el agente Brian Cameron (Joseph Cotten), se empeñará en solucionarlo, al mismo tiempo que se enamorará de ella. No importa que sepamos todo el tiempo que Anton quiere destruir la psique de su esposa para quedarse con un lote de joyas, heredadas de su tía asesinada, ya que la película se sostiene sobre eficaces elementos filtrados del cine negro y del cine de terror, que la conducen, a lo largo de su metraje, de manera magistral

Una obra de teatro con argumento gótico, cuya autoría se debe al olvidado Patrick Hamilton (de quien Hitchcock rodó otra obra, “La soga”), sirvió a George Cukor para filmar esta película en la que, el blanco y negro, la niebla, y el debut de Angela Lansbury como una mala sirvienta, acentúan el suspenso.
 

Tío Silas

(Uncle Silas, Charles Frank, 1947)

Basada en la novela del clásico Joseph Sheridan LeFanu, publicada como serial en 1864, cuenta, a lo largo de sus pesadas seiscientas páginas, cómo la joven y rica heredera de Knowl Manor, Caroline Ruthin (Jean Simmons), en la novela Maud, recibe a su nueva institutriz francesa, Madame de la Rougierre (Katina Paxinou), mujer alcohólica y misteriosa, que da en hurgar en los papeles del amo de la mansión, por las noches, buscando el testamento. Cuando Austin Ruthyn (Reginald Tate), el padre enfermo de Caroline, se entera que ha sido enviada como espía de su idealizado hermano, no puede soportarlo y muere de un ataque cardiaco.  

El tío Silas (Derrick de Marney), hombre al que se acusa de un asesinato, es nombrado tutor de Caroline hasta que esta cumpla los veintiún años, o hasta que, antes de llegar a dicha edad, ella se case. En caso de la muerte de Caroline, será su tío quien herede la propiedad y los bienes. Caroline se traslada a Bartram, mansión de Silas, para quedar a su cargo y cuidado. Sospechosamente él se porta amable con la muchacha, pero sabemos que, tanto su hijo como Silas, forman una alianza que pretende quitar de en medio a la ingenua Caroline. Hay, también, un “misterio del cuarto cerrado”, típico de la narrativa gótica, que juega un papel clave en la resolución de esta historia. 
 

La heredera

(The Heiress, William Wyler, 1949)

La solterona Catherine Sloper (Olivia de Havilland) es detestada por su padre (Ralph Richardson), y seducida, durante un baile de sociedad, por el cazafortunas Morris Townsend (Montgomery Clift), a sabiendas que ella se convertirá en una rica heredera. Profundamente enamorada, Catherine se las ve negras con su despótico padre, que amenaza con desheredarla si accede a los avances amorosos de Morris. Cuando Catherine, a punto de fugarse con Morris, descubre que todo es un montaje para que este se quede con su dinero, la voluntad de esta tímida mujer cobrará fuerza en una escena inolvidable: la de su ascenso orgulloso, a través de las escaleras, mientras su pretendiente se queda tocando, inútilmente, a las puertas de su casa. 

La cinta fue merecedora de varios premios Oscar: Wyler se llevó dos por mejor película y mejor director, Olivia de Havilland por el de mejor actriz, también ganó en los rubros de dirección artística y vestuario y Aaron Copland por el de mejor banda sonora. Que William Wyler haya sido el director y la novela “Washington Square”, de Henry James (que se basó en hechos reales para escribirla), la obra que sirvió para su adaptación, nos recuerdan que la dupla genial autor/excelente director da, muchas veces extraordinarios resultados.
 

El laberinto

(The Maze, William Cameron Menzies, 1953)

Gerald MacTeam (Richard Carlson), último en una línea sucesoria de barones propietarios de un antiguo castillo, debe viajar a las Tierras Altas de Escocia para heredarlo. Lo que parece tan sólo un afortunado imprevisto en los planes de matrimonio de Gerald, se volverá el inicio de un profundo misterio cuando su prometida Verónica Hurst (Kitty Murray), viaje, en compañía de su tía, hasta la heredad misma, para averiguar qué ha sucedido con su novio. Extraños ritos a la luz de la luna, en el centro del laberinto del título, el desdén por parte de Gerald hacia su fiel novia, una atmósfera de peligro, que se torna de horror, y un enigma de la biología, se encierran en las paredes del castillo que le debe mucho a las tramas de los cuentos de Lovecraft. 
 

El cuarto cerrado

(aka. ¿Por qué lloras, Susan?; The Shuttered Room, David Greene, 1966)

Basada, libremente, en una narración de Augusth Derleth y H. P. Lovecraft, cuanta la historia de Susannah Wheatley quien, siendo niña, sufrió el ataque de una extraña criatura que sus padres habían mantenido encerrada en una habitación. La chica, desde entonces, ha quedado traumatizada por el suceso. Obedeciendo a una clausula testamentaria, Susannah, que ha vivido hasta los veintiún años en Nueva York, regresa, convertida en una hermosa mujer, ya casada, a reclamar como herencia la vieja casona, situada en el aislado pueblo de Dunwich. Peligrará, más que por la entidad prisionera en la habitación, por la hostilidad sexual de sus parientes varones, miembros de una pandilla de delincuentes juveniles que asola a la población. Su esposo sacará a relucir sus dotes como experto en artes marciales para defenderse y defender a su bella mujer, mientras la tía Agatha apelará a la maldición de la Casa Wheatley para intentar alejarlos del pueblo. Pero ¿qué o quién se esconde en la habitación cerrada y va dejando un rastro de muertes cada vez que escapa al encierro? Y, sobre todo ¿cuál es el misterio familiar de los Wheatley, que ha alcanzado a Sussanah, amenazándola de muerte? Película efectiva, a pesar de su modesto presupuesto, en la que destaca la actuación de Oliver Reed como Ethan, el primo violento que pretende despacharse sexualmente a Sussanah.
 

La bóveda del terror

(aka. La bóveda de los horrores; The Vault of Horror, Roy Ward Baker, 1973)

Basada en los relatos aparecidos en las revistas “The Vault of Horror” y “Tales from the Crypt”, sigue el típico argumento de varias de las producciones de la Amicus: un pequeño grupo de personas se ve encerrado en algún sitio, ya sea un tren, las instalaciones de un espectáculo grotesco de feria o, como en este caso, el mezzanine de un edificio (al que han accedido a través de otro espacio cerrado, un ascensor), para que les sea contada una historia relacionada con su propia vida. La estructura episódica de estas cintas preparaba, a través de un horror psicológico y gradual, el final sorpresivo. Las cinco narraciones que componen esta película están conformados por los sueños de culpabilidad de cada uno de los narradores, antes que la puerta, que los ha mantenido encerrados, se abra a la realidad más cruel.
 

El club de los monstruos

(The Monster Club, Roy Ward Baker, 1980)

Comedia impregnada por una cierta ironía y ridículos disfraces (en las escenas que se desarrollan en una discoteca), en la que el ser humano se revela como el peor de los monstruos posibles. Fue interpretada por algunos de los habituales nombres del terror, ya en sus años de declive, como son Donald Pleasence, John Carradine y Vincent Price, en el papel de vampiro y anfitrión de la discoteca, repleta de todas las razas y sub razas de monstruos habidos y por haber, como bien da cuenta un árbol genealógico pintado en las paredes del antro.

Fue dirigida por el mismo realizador de “La bóveda del terror”, Ward Baker, usual realizador de las casas Hammer y Amicus. Narra tres historias de las cuáles la última (y la más destacada), cuenta la llegada de un director de cine, en busca de locaciones, a un pueblo misterioso, habitado por gules, que lo acecharán a él y a una enigmática niña, de raza hibrida y desdeñada por los suyos, con la que se ha refugiado en una iglesia y en la que, una secuencia de animación realmente lograda, pone los pelos de punta. Todo culmina en la discoteca del principio, con John Carradine, como muestra de la especie humana, admitido en la cofradía de los monstruos.      
 

El miedo al acecho

(Lurking Fear, C. Courtney Joyner, 1994)

El último miembro de la familia Martense, John (Blake Bailey), injustamente condenado a cuatro años de prisión, al ser liberado, es enviado, por un viejo colega de su padre, a buscar una gran cantidad de dinero enterrado en una tumba. Pero no será el único tras la pista, pues un comando armado y muy interesado en obtener dicha cantidad, arribará a Leffert´s Corners, a la vez que un grupo de personas, entre las que se cuentan una mujer embarazada, un sacerdote, un médico y una guerrera, atrincherados en el cementerio, intentan mantener a raya a una raza de criaturas hambrientas, que moran los túneles subterráneos del cementerio. John se enterará, de forma inesperada, que el dinero enterrado con el muerto, no es la única herencia que su padre le ha legado.

Producto barato de una productora barata, la Full Moon, adapta un cuento de H. P. Lovecraft cuya trama será tratada de una forma más satisfactoria y con mejor calidad en la película “Hemoglobina”, rodada tres años después.  
 

Hemoglobina

aka. Herencia de sangre (Bleeders, aka. Hemoglobin; Peter Svatek, 1997)

Producción canadiense, basada en un cuento de Lovecraft, cuyo personaje principal, Vermeer (Pascal Gruselle), aristocrático, sumamente pálido y enfermizo, regresa a su lugar de origen en busca de ciertas respuestas que, por supuesto, no pueden sino poseer una naturaleza espeluznante. Lo acompañará su novia, empeñada en mantenerlo vivo y, por ello, con una voluntad más imperiosa que él. Apenas empezada la cinta, somos testigos de la desaparición de los cadáveres recién sepultados en el cementerio, y del ataque de seres grotescos a la población. ¿Qué secreto guarda la familia Van Daam? ¿Qué son las criaturas que habitan el subsuelo y, sobre todo, quién es, en realidad, Vermeer?  

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.