Por Arturo Garmendia
Mi anhelo ferviente es dirigir de cualquier modo, dentro de un mínimo de decoro profesional y moral […] Lo tremendo es la falta de estímulo, de comprensión, de cariño, de apoyo y por la maldita miseria. Hay que apretar los dientes y luchar, aunque tengan que golpearse las paredes.
JR en una carta a Rosaura Revueltas.
El cine ocupó un lugar destacado dentro de la vida de Revueltas y no sólo por ser su más importante fuente de ingresos, a que ni la literatura ni la política le sostenían económicamente. Escribió 26 guiones para películas, entre argumentos originales y adaptaciones cinematográficas, y una treintena o más quedaron inéditos. La mayoría de estos trabajos los realizó en colaboración con el director Roberto Gavaldón y cuentan como lo mejor de sus respectivas carreras, particularmente los filmes del género policiaco, en algunos de los cuales también tuvo una participación el escritor Luis Spota: La otra, A la sombra del puente, La diosa arrodillada, En la palma de tu mano y ,La noche avanza, sin olvidar los dramas rurales Rosauro Castro y La escondida.
Un encuentro con Esperanza López Mateos, hermana del presidente, que deseaba producir un filme sobre su hermano el músico Silvestre Revueltas lo ubicó en el camino correcto: quién mejor que él para escribir el argumento, mismo que tituló Pasión y sangre de la música. A continuación, Revueltas fue presentado a Gabriel Figueroa para discutir el asunto, ya que la productora estaba casada con Roberto, hermano del fotógrafo; y si bien el proyecto no se llevó a cabo Figueroa lo recomendó para similares menesteres. Y ya dentro de la industria, refiere el escritor, “asistía los a estudios y durante la filmación me fijaba en lo que ahí se hacía; era como si se tratara como una lección. Después los compañeros me llevaban a ver cómo editar, manejar la moviola, etc. Así aprendí el oficio”.
En 1945, durante la filmación de Cantaclaro, adaptación de la novela de Rómulo Gallegos, conoció al extraordinario fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, que se desempeñaba como stillman para la cinta, y ambos decidieron unir sus talentos en un corto experimental, Coatlicue, empleando como imagen los vestigios prehispánicos en el Museo de Antropología, que desafortunadamente se ha perdido.
Revueltas persistió en su propósito de dirigir alguna película y probó suerte adaptando algunas de sus obras, como Los muros de agua o el cuento La palabra sagrada, que se llamaría El jardín de las delicias. Incluso estuvo a punto de llevar a la pantalla El luto humano, de nuevo con Álvarez Bravo, pero no tuvo autorización por parte de la censura. Y es que a las dificultades para conseguir financiamiento se sumaba su militancia política, dentro del Partido Comunista Mexicano u opuesto ideológicamente a él, desde posiciones marxistas.
A ello se agregó, en 1949, su actuación, desde el cargo de secretario de la Sección de Autores y Adaptadores del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica en contra de los exhibidores Jenkins, Alarcón y Espinoza, dueños de la más extensa red nacional de salas cinematográficas, que pretendían subyugar a los exhibidores independientes. El poderío de sus adversarios se impuso y Revueltas debió renunciar a su cargo y marginarse aún más dentro de la industria.
No obstante, su frustración la esperanza renació cuando a principios de los años 50 el equipo formado por Revueltas, Retes y Álvarez Bravo fue contratado por el ingeniero Adolfo Oribe Alva, alto empleado de la Secretaría de Recursos Hidráulicos junto con Álvarez Bravo y Retes para filmar algunos documentales sobre la cuenca del Papaloapan, ubicada en la confluencia de los estados de Oaxaca, Puebla y Veracruz. Fueron jornadas agotadoras de lucha contra la selva y los elementos, pero se logró dar cima a El hombre y el agua, Un proyecto similar, La marcha hacia el mar, quedó inédito.
Trabajos de amor perdidos
Mientras tanto incursiona en el teatro como director escénico (monta Mozart y Salieri, de Pushkin), gracias al apoyo del director Ignacio Retes, apoyo que se extendió a la filmación de otro proyecto cinematográfico, basado en uno de sus cuentos: Cuánta será lo oscuridad. Además de Retes y su compañía teatral cuenta Néstora, la víctima inocente de ¿Cuánta será la oscuridad?

con la solidaridad de Álvarez Bravo, y al equipo se une María Teresa Retes, quien se ofrece para llevar comida para el equipo cinematográfico durante la filmación. También se incorporan como actores Rosaura Revueltas y Rodolfo Landa.
“Filmamos varias escenas bajo la dirección de Pepe –recuerda Ignacio Retes–, una de ellas tenía que ver con un entierro. El escenario fue Iztapalapa, en el Cerro de la Estrella. El equipo era muy limitado, empleábamos una cámara de 16 mm. No se terminó de rodar la historia y por allí quedó ese material”
A su vez, Eduardo de la Vega Alfaro refiere que en un libro sobre Álvarez Bravo se incluyen dos fotografías de esa filmación y así las describe: “Una de ellas muestra las paredes de adobe de un cuarto muy humilde; la luz que se filtra desde el derruido techo apenas permite ver unos maltrechos íconos religiosos (una Virgen de Guadalupe y un Sagrado Corazón de Jesús) que penden sobre los muros. La otra es una instantánea de un plano en picada que capta en close up a una niña ataviada con delantal, recostada sobre la tierra y que da la apariencia de estar muerta o en un estado agónico; un mechón de cabello cubre el ojo derecho mientras el otro mira directamente a la cámara”.
En efecto, el relato original, ¿Cuánta será a oscuridad?, que forma parte del libro Dios en la tierra, da cuenta de los horrores y miserias del fanatismo religioso, representado en este caso por la persecución y martirio que sufre un grupo de protestantes a manos de una gavilla de cristeros enardecidos, que se ensaña contra ellos a machetazos, particularmente con la pequeña Néstora “por no haber sido bautizada”.
Renovarse o morir
En 1954 la industria del cine nacional intentó renovarse, planteando que en adelante el Banco Cinematográfico financiaría preferentemente aquellas películas que llevaran “un sello de calidad”. Emergieron nuevas compañías productoras, dispuestas a arriesgarse, Una de ellas, la Cinematográfica Latina, inició funciones llevando a la pantalla Talpa, la primera historia de Juan Rulfo en filmarse. También fue la primera en utilizar el formato cinemascope. Lo mejor de todo es que el dueño de la compañía, el licenciado Adolfo Lagos, confió en el talento de Revueltas y lo incorporó al proyecto como asistente de director, si bien no se le daría crédito por su trabajo; pero era una buena oportunidad para salir del ostracismo en que había caído. Además, se le ofrecía la posibilidad de dirigir una siguiente película.
Revueltas puso manos a la obra. Desempolvó un argumento que ya había intentado levantar en dos ocasiones; una adaptación de la novela de Heriberto Frías, Tomochic, que relata la reprimida rebelión de un pueblo tarahumara, durante el gobierno de Porfirio Díaz, centrándose en la figura de Teresa Urrea, llamada La santa de Cabora. Era ella una joven mestiza, hija de una india rarámuri y un ranchero sonorense, que de adolescente empezó a tener ataques epilépticos y, según sus seguidores, tenía visiones, obraba milagros, realizaba curaciones y podía predecir el futuro. Teresa predicaba la justicia para los yaquis y otros pueblos indios, defendiéndolos de la ferocidad de las compañías concesionarias de la explotación forestal y minera que el gobierno entregaba a intereses extranjeros, particularmente ingleses y estadounidenses-. Así gano fama de santa en la región, y puesto que en la iglesia los tomochitecos no tenían párroco pusieron una imagen de la Santa en el altar del templo. Cuando llegó un sacerdote demandó que la retiraran, mas los habitantes se negaron rotundamente, ante lo cual el párroco solicitó la ayuda de las autoridades civiles para devolverlos a la obediencia desencadenándose así el conflicto. Una patrulla del ejército obligó a cumplir las órdenes tanto civiles como religiosas. La mayor parte de los pobladores murieron defendiendo su causa, mientras que mujeres y niños fueron sacrificados en el incendio del templo en que se habían refugiado.
Sin duda tal planteamiento ofrecía grandes posibilidades y Revueltas, exultante le escribía a su hermana Rosaura “La Santa nos reunirá a ti, a Álvarez Bravo y a mí. ¡Fíjate, nuestro ideal desde hace tantos años! Nueva decepción. Talpa, dirigida por Alfredo B. Crevenna, que pasaba por ser la más costosa producida en México, descapitalizó a sus productores y fue un sonoro fracaso de crítica y taquilla. Más aun, las puertas del sindicato de directores, , herméticamente cerradas, negaron el permiso para el debut de uno nuevo.

Un último intento
Con todo en contra Revueltas hace un último, desesperado esfuerzo por concretar su pasión cinematográfica. El día de mañana (6 de noviembre, 1957) Manuel y yo comenzaremos la filmación de una película independiente (es decir, fuera de la industria). Se trata de Rayito de oro, con actores aficionados, a rodarse e Nayarit. No vuelve a hablarse del asunto.
De regreso al país, tras una estancia en Cuba, se dedica principalmente a la docencia. El 68 lo encontró impartiendo cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde el movimiento estudiantil y magisterial lo envolvió en su dinámica y terminó por enviarlo nuevamente a la cárcel. Pero así como su prisión en las Islas Marías le permitió escribir su primera novela, Los muros de agua, el último de sus encierros le concedió un relato no menos intenso y estremecedor: El apando.
Cuando egresó de la cárcel, en 1971, las condiciones políticas y aun cinematográficas habían cambiado. Adapta para el cine la novela de Vicente Leñero Los albañiles, pero el autor decide hacer su propia versión. A cambio se le ofrece la oportunidad de dirigir su propia novela, Los errores, pero es muy tarde: la enfermedad que padecía empezaba a agravarse. Aceptó en cambio adaptar El apando para Felipe Cazals.
Fue su último contacto con el cine, pero no vivió para verlo. Se cerraron así tres décadas de búsqueda de una oportunidad para dirigir una película. Una pasión de la que dan testimonio estas palabras finales: “Hice cine porque fue uno de mis grandes ideales, como medio de expresión. Hoy ya estoy fatigado, pero lo que me dejaría satisfecho es dirigir, filmar películas…”
Murió de 14 de abril de 1976.
Arturo Garmendia se inició como crítico cinematográfico en 1967. Es pues uno de los decanos del ramo, pero además es cineasta y escritor. Sus tres cortometrajes (Horizonte, Chiapas, Junio 10, testimonio y reflexiones y Vendedore ambulantes) fueron incluidos en el coloquio Descongelar la revolución, organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, en 2021 y pueden verse en la plataforma You tube con el link https://www.esteticas.unam.mx/coloquio-descongelar-la-revolucion Además es autor, entre otros libros, de las colecciones de cuentos El niño y La Bestia y Las dos Fridas, a la venta en Amazon.com.