Por Hugo Lara Chávez

Uno de los corridos más populares de la revolución mexicana, La
Valentina, le da el título a esta película protagonizada por Jorge Negrete, apenas el segundo largometraje
de este mito del cine mexicano y el primero donde encarna a la figura que lo inmortalizará: el charro cantor.

Negrete interpreta en este filme, dirigido por Martín de Lucenay, a
un jefe revolucionario, El Tigre, que encabeza el levantamiento armado
en la región del pueblo de Santa Úrsula. Ahí mismo,Valentina (Esperanza
Baur), la hija de don Fructuoso, el hacendado de la región, 
planea
fugarse con el charro Miguel (Raúl de Anda), pues su padre se opone a
su relación. Sin embargo, El Tigre, quien también pretende a la mujer,
la engaña y se la roba. La lleva con sus huestes, donde se dedica a
cortejarla y darle buenos tratos para enamorarla, mientras que Miguel
busca por distintos medios enfrentar a El Tigre y recuperar a
Valentina. En un momento dado, logra golpear a El Tigre y dejarlo
inconciente, le arrebata a la mujer e intenta abusar de ella, pero es
salvada a tiempo. En otra escena, El Tigre y Miguel se cruzan en una
fiesta que
organiza don Laureano (Paco Martínez) donde ambos se enfrentan en un
duelo a caballo, con pistolas, machetes y finalmente lazos, en el que
El Tigre sale vencedor.

En el desenlace, Valentina vuelve a la hacienda con sus padres, quienes
deciden perdonar a El Tigre al saber que cuidó de su hija como un caballero y que se ha
ganado el amor de ésta. Los revolucionarios cambian  las armas por el arado. El Tigre y  Miguel se hacen amigos y la
armonía vuelve a la región.

La Valentina no es una película sobre la revolución mexicana sino,
más bien, es una película que emplea esa lucha armada como
escenografía, como un marco espléndido para mostrar el folclore de los charros y
del campo mexicano, donde los hombres pueden entonar varias
canciones al hilo a la menor provocación, sentarse alrededor de una
fogata y ser cómplices del amor de su apuesto y gallardo jefe, ni más ni
menos que encarnado por Jorge Negrete.

El director y sus guionistas, Antonio Martínez Cuetara y Ángel
Rabanal, echan mano de los estereotipos que, a la sazón, a finales de
los años treintas, se han definido en el género de la comedia ranchera
apenas unos cuantos años antes, a raíz del éxito de Allá en el Rancho
Grande (1936), de Fernando de Fuentes. Así, aparecen, por ejemplo, los
personajes secundarios que aportan una dosis de humor, Celedonio (Paco
Astol) e Hilario (Pepe Martínez), los pintorescos ayudantes de El Tigre
y Miguel.

Pero a la distancia, uno de los aspectos más llamativos del filme,
es la trivialización de la revolución mexicana. A nivel de mención en
los diálogos, se sabe que los hombres pelean por conseguir condiciones
más justas, se sabe que los revolucionarios van triunfando porque El
Tigre tiene mayor número de hombres que la guarnición militar, y se ven
algunas escaramuzas.

Pero en lo que respecta al esquema social, el status quo jamás se
transforma. Incluso, el hecho de que El Tigre, jefe de la revolución en
la región, se relaciones amorosamente con la hija del hacendado,
establece un mensaje inequívoco: el pacto de las fuerzas opuestas, una
alianza que determina la continuidad de las cosas. Los hombres dejan
las armas y vuelven al campo a trabajar.

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.