Por Pedro Paunero

You’re tearing me apart!
Jim Stark

La semana mortal

El actor Alec Guinness, ya maduro y consolidado en su carrera, conoció a James Dean, que había irrumpido en el cine como un ícono de la juventud y sex symbol, el día 23 de septiembre de 1955. Guiness se había convertido, a pesar de las diferencias entre ambos, en el actor preferido del director David Lean para interpretar papeles principales en sus películas, como el Herbert Pocket de “Grandes esperanzas” (Great Expectations, 1946), el Fagin, líder de los niños mendigos de “Oliver Twist” (1948), el Coronel Nicholson de “El puente sobre el río Kwai” (The Bridge on the River Kwai, 1957), el príncipe Faysal en la grandiosa épica histórica “Lawrence de Arabia” (Lawrence of Arabia, 1962), el Teniente General Yevgraf Andréyevich Zhivago de “Doctor Zhivago” (1965), el Profesor Godbole de “Pasaje a la India” (Passage to India, 1984), en la adaptación de la novela de E. M. Forster, y quien daría vida al Obi-Wan Kenobi original de “Star Wars” (1977), cuyo guion consideró “basura de cuento de hadas” y que, convencido por George Lucas de obtener un porcentaje de las ganancias, finalmente accedió a interpretar el papel.

Aquel día, Dean le presumió el Porsche 550 Spyder que acababa de comprar, al cual Bill Hickman, amigo de Dean y especialista en escenas de riesgo, llamaba “Little Bastard”, mientras Guinness, mirando escandalizado el auto, le espetó: “Si conduces ese coche que tienes, pintado de ese color, será invisible para otros conductores. Refleja demasiado los rayos del sol…, de lejos puede no verse. Si lo conduces, morirás en una semana”. Exactamente una semana después, mientras Dean conducía, acompañado de su mecánico Rolf Wütherich como copiloto hacia una carrera en Salinas, en la Ruta 46 de California, chocó con un Ford Tudor de frente, y perdió la vida a los 24 años. La anécdota de la semana profética y mortal fue corroborada años después como un hecho cierto, más allá de la leyenda, por Guiness. Dean murió casi un mes antes del estreno de “Rebelde sin causa”, la película que captara no sólo las vivencias extremas y existenciales de la juventud de la época, sino las de Dean mismo, siendo estrenada el 26 de octubre, en Nueva York, bajo un aura trágica.

Había nacido el “mito de James Dean”.   

Los personajes

Dean protagonizó solo tres largometrajes: “Al este del Edén” (East of Eden, Elia Kazan, 1955), “Rebelde sin causa” (Rebel Without a Cause, Nicholas Ray, 1955) y “Gigante” (Giant, George Stevens, 1956). Tres títulos bastaron para que se convirtiera en símbolo del descontento juvenil y de la brecha generacional: el hijo incomprendido de “Al este del Edén”, una fábula actualizada sobre la historia bíblica de Caín y Abel, y adaptación de la novela de John Steinbeck, el joven que cuestiona las estructuras familiares y sociales en su papel más reconocido, en “Rebelde sin causa”, y el rostro del desencanto en un Estados Unidos que avanzaba hacia la modernidad (el paso forzado de una sociedad campirana a una industrial), con sus contradicciones existenciales latentes en “Gigante”. Su muerte repentina lo elevó a una especie de Olimpo cinematográfico, una figura propia de su era, como pasara décadas antes con el “latin lover”, Rodolfo Valentino, reservado a los “elegidos de los dioses”, aquellos que se van antes de tiempo, dejando tras de sí una estela de misterio y fascinación, siempre jóvenes en el celuloide, para esa entelequia denominada Séptimo arte.

Rebelde sin causa

“Rebelde sin causa”, una adaptación del ensayo “Rebelde sin causa: El hipnoanálisis de un psicópata criminal” (1944), escrito por Robert M. Lindner, se aparta de su original literario y pretendidamente científico, para ofrecer una radiografía pasional del ser juvenil, que se abre al espectador con una escena poderosa, Jim Stark (Dean), aullando ruidosamente (a imitación de una sirena policíaca) durante su arresto en una comisaría de policía, por habérsele encontrado en estado de ebriedad. Ahí conoce a Judy (interpretada por una Natalie Wood de 16 años, “rebelde” ante la negativa de sus padres de aceptar el papel) y a John “Platón” Crawford (interpretado por Sal Mineo, encasillado desde entonces en papeles secundarios de perdedor eterno, y asesinado por un repartidor de pizzas a los 37 años), detenidos por causas relacionadas con la incomprensión paterna del “ser adolescente”. La amistad de los chicos pronto trasciende de una admiración inicial de Platón hacia Jim, en una sustitución de la figura paterna de la que Platón carece, rayana -según la abierta mentalidad del Siglo XXI- en un homoerotismo latente y, por momentos, puesto en tensión, que escaparía a la pantalla hacia lo que podría denominarse como “la cuestión Dean”, y su supuesta homosexualidad (esto convendría Elizabeth Taylor, a quien Dean dejaría su gato a su cuidado, antes de morir) en equivalencia a la homosexualidad asumida de Mineo quien, incluso, llegó a romper su relación con Susan Ladin, su novia, que intentaría suicidarse ante la ruptura.  

En contraste, en la diégesis tan iluminada como violenta de la película, el amorío entre Judy y Jim parece inevitable, pero la pertenencia de la muchacha a la banda que Buzz Gunderson (Corey Allen) lidera, los separa. Así, durante una visita escolar del Dawson High, el instituto en el cual estudian, al observatorio astronómico Griffith, de Los Ángeles, Buzz reta a Jim a un duelo de navajazos que termina con el pandillero derrotado y un nuevo desafío, una carrera de autos que, a diferencia del enfrentamiento anterior, resultará mortal, el llamado “Chickie Run”, consistente en conducir a alta velocidad hasta un acantilado, y saltar a tiempo fuera del vehículo, precipitándolo al abismo. Para hacer más difícil y peligrosa la carrera, el primero de los conductores en arrojarse del auto, sería considerado perdedor.

Una carrera mortal

Las escenas de la carrera -Judy en medio de los autos, dando el banderazo de salida o el plano de la chamarra de Buzz, enredada en la palanca que abre la portezuela- entraron con honores en esa antología de imágenes célebres, arquetípicas, del cine, al lado de la bala de cañón incrustada en el ojo de la luna en el “Viaje a la luna” (Le Voyage dans la Lune, 1902), de Georges Méliès, la carriola cayendo por las escaleras del puerto de Odesa, en “El acorazado Potemkin” (1925), de Sergei Eisenstein, o la mirada perversa de Alex DeLarge (Malcolm McDowell), en el inicio de “La naranja mecánica” (A Clockwork Orange, 1971), de Stanley Kubrick, otra respuesta del cine a la incomprensión del “ser adolescente”.

 Nicholas Ray, el director de “Rebelde sin causa”, había entregado ya una mirada profundamente significativa de la juventud en su debut cinematográfico con “Viven de noche” (aka. Los amantes de la noche; They Live by Night, 1948) (1), filmada en blanco y negro. Para “Rebelde sin causa”, convenció a la Warner de rodar en color, resaltando la relación entre entornos y personajes de forma expresionista, en un proyecto que le pertenecía al principio a Sidney Lumet, pero que hizo suyo, trasladando los descubrimientos e inquietudes que impregnan y conforman a los personajes de “Viven de noche” (inspirados en la pareja criminal de Bonnie y Clyde), en una narrativa aún más exaltada y, sobre todo, comprometida con las víctimas de la familia americana desestructurada. Ray había detestado la propuesta del ensayo de Lindner, que juzgaba al joven delincuente como producto de la pobreza y, al adolescente “modélico”, como nacido en el seno de familias pudientes. Ray, hijo de un padre alcohólico, incluyó su experiencia y, sobre todo, comprensión al guion que escribiera Stewart Stern.

No es coincidencia que las imágenes de la “Chickie Run” de la última película de Dean tengan un paralelismo escalofriante con su gusto por la velocidad. Autos y juventud van, casi siempre, de la mano, aunado al concepto del Joyride:

 “Traducido literalmente como “Conducir por placer”-, significa, actualmente, abordar un vehículo, solo o con amigos, salir a carretera y disfrutar todos los aspectos del viaje. La emoción del joyride corresponde, eminente y evidentemente, a un espíritu juvenil y como tal, su aspecto oscuro se revela en un ansia, no siempre consciente, de auto destrucción” (2).

Este se localiza en varios subgéneros del cine de explotación que tienen como protagonista al adolescente: el Bikersploitation, el Vansploitation (3) o el Teenhitchsploitation (2).  

Ray y Dean tenían acordado el rodaje de varias películas futuras en colaboración. Los planes no pudieron, jamás, concretarse, y el público atribuyó erróneamente a Dean la frase “Vive joven, muere joven y serás un hermoso cadáver” que expresa, en realidad, el personaje de Nick Romano (John Derek), en “Llamad a cualquier puerta” (Knock on Any Door, 1949) debido, quizá, a haber sido dirigida por el mismo Ray, indisolublemente unido al destino de Dean.

El mito de Cleobis y Bitón

 Cuenta el mito que Cídipe, sacerdotisa de Hera, la reina de los dioses y esposa de Zeus tenía por hijos a gemelos, que obedecían a los nombres de Cleobis y Bitón, a quienes se consideraba los hombres más felices de la tierra. El día que se celebraría un festival en Argos, en honor de la diosa suprema, los bueyes que tiraban del carro se habían negado a seguir, agotados por la distancia. Los gemelos desuncieron a las bestias y tiraron ellos mismos del carro, hasta el templo. Conmovida, Cídipe rogó a Hera que les concediera el mayor privilegio que se le pudiese otorgar a los mortales. De esta forma, los gemelos murieron durante el sueño y entre la población de Argos surgió un dicho: “los elegidos de los dioses mueren jóvenes”.

Bajo el pensamiento apoteósico, las muertes de Rodolfo Valentino, James Dean y Jim Morrison durante su juventud, niegan terminantemente un carácter trágico, para recubrirse de gloria. El 30 de septiembre de 2025, se cumplen 70 años de la muerte de James Dean, no un cadáver hermoso, sino vivo e inspirado en esa máquina del tiempo que es el celuloide.    

Para saber más:

  •  “Nicholas Ray, padre de la juventud en el cine” por Pedro Paunero.
  • “Teenage Hitchhikers: El cine de explotación toma las carreteras II” por Pedro Paunero.
  • “Viajes a bordo de la furgoneta mágica: la breve era del «Vansploitation»” por Pedro Paunero.

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.