Por Arturo Garmendia

En julio de 2012 José de la Colina publicó en la revista Letras Libres la fotografía anexa, con el siguiente comentario:

”Con Buñuel en El Charlestón (el mejor cabrito del mundo)

La foto debe ser de finales de los años 60. Estamos ante el ventanal de “El Charleston”, un restaurant por el rumbo de Insurgentes Sur, México DF, de don Tino (el más bajito de todos), que era como una sucursal (pese al nombre) de El Correo Español y también en él se servían sesos de cabrito asados en el cráneo. He aquí los fotografiados: en línea y de izquierda a derecha: Arturo Garmendia (mexicano, crítico de cine; hoy no sé si aún vivo), Tomás Pérez Turrent (veracruzano, crítico de cine, guionista, coautor con J. de la C. del libro de entrevistas Luis Buñuel/Prohibido asomarse al interior; fallecido), Emilio García Riera (ibicense, refugacho, autor de la importante Historia documental del cine mexicano, ¡en ¡dieciocho tomos!; fallecido), don Luis (¿es necesario “documentarlo”?; dicen que fallecido), don Tino (colaborador con nosotros y tres meseros, de la broma de los diez mil autógrafos pedidos a Buñuel para canjearlos por uno de María Félix… o de Cantinflas, no recuerdo;  fallecido), Alberto Isaac (colimense, nadador, campeón en unos lejanos juegos olímpicos, caricaturista, periodista, cineasta y uno de esos amigos que deberían darle a uno rabia por lo buen mozo fascinador de las chicas que le hacían tilín a uno, digamos nuestro Gary Cooper; fallecido) y al frente (inevitablemente) José de la Colina (santanderino/mexicano, escritor, fallido Pedrito de Los Olvidados; tal vez no fallecido) que tomó la foto con un disparador y con apenas tiempo para presentarse delante del grupo, y de acuclillarse para no tapar a Buñuel (postura algo indecente, ¿no?)”.

A mi vez añadí la siguiente información en algún artículo que por hoy no ubico:

Esta fotografía complementa la publicada anteriormente, sólo que aquí perdí la cabeza. Ahora, el contexto:

A finales de los años 60 yo era crítico de cine en los periódicos Excélsior (con el pseudónimo Carlos Catlett) y ESTO. Algún colega mío había escrito: Además de la obra de Luis Buñuel ¿habrá algo de valor en el cine mexicano?

A la pregunta repliqué con una nota que decía: ¿Alguna película mexicana de Buñuel estará a la altura de las grandes películas nacionales? Y comparaba:

“El gran Calavera” y “La hija del engaño” vs. “Una familia de tantas”, de Alejandro Galindo
“Susana, carne y demonio” vs. “Sensualidad”, de Alberto Gout
“Los olvidados” vs. “Nosotros los pobres”, de Ismael Rodríguez
“Subida al cielo” vs. “¡Esquina, bajan!”, de Alejandro Galindo
“La ilusión viaja en tranvía” vs. “Hay lugar para dos”, también de Galindo
“Abismos de pasión” vs. “El peñón de las ánimas”, de Miguel Zacarías
“El río y la muerte” vs. “Pueblerina”, del Indio Fernández
“Los ambiciosos” vs. “La sombra del caudillo”, de Julio Bracho…

Y así por el estilo. Desde luego, yo sigo creyendo en la superioridad de estas películas nacionales sobre las correspondientes del aragonés, sin que ello quiera decir que las del español no tengan mérito. Pero en aquel entonces mi dicho era una abierta provocación para todo crítico viviente de 20 leguas a la redonda.

El guante lo recogió García Riera, con la bonhomía y el humor que lo caracterizaban. Me comentó que el artículo le había parecido muy ocurrente… y me tendió una emboscada: “Yo creo que ya es tiempo de que conozcas a Buñuel: ¿Por qué no vienes a comer al Charleston, el próximo sábado?”

Fuimos seis a la mesa y durante los aperitivos García Riera fue directamente al grano: “Don Luis, este es el chico que ha escrito el artículo del Excélsior”. El interpelado giró la cabeza, me miró directamente a los ojos por un momento… y luego, anti climáticamente, sentenció: Estoy completamente de acuerdo. En México siempre ha habido grandes cineastas.

(¿Modestia? ¿cortesía? ¿ironía? ¿chi lo sa?). García Riera sólo atinó a pronunciar ¿Y qué me dice de Chano Urueta? (entonces tenido por el peor de los directores mexicanos. (Con los años han surgido muchos otros candidatos al título).

– En efecto, replicó Buñuel: Él es uno de los mejores.

Ya nadie quiso opinar sobre el asunto. Hubiera sido muestra de mala educación que yo insistiera sobre el punto, aportando argumentos o señalando defectos en las hijas del señor presente. Lo extraño es que ninguno de los comensales quiso hacer una defensa de cualquiera de ellas, ni siquiera en el caso de la comparación de “Los olvidados”, en la que sí, ahora lo reconozco, exageré: Se trata de dos obras maestras.

Por Arturo Garmendia

Arturo Garmendia nació en Coyoacán, el año de 1944. Estudió Arquitectura y Cinematografía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue crítico de cine en los periódicos Excélsior y Esto, así como en diversas revistas académicas y culturales en los años sesenta. Dirigió tres cortometrajes documentales: Horizonte, Chiapas (1972), Junio 10: Testimonio y reflexiones un año después (1972) y Vendedores Ambulantes (1974). Este último fue premiado en el festival de Cortometraje de Oberhausen, Alemania.