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La primera película que Guillermo del Toro rodó en Hollywood, “Mimic”, (1997) una experiencia que el mexicano califica de “terrorífica” (y no por el tema de la cinta), será readaptada por Miramax en forma de teleserie, de la mano de Paul W.S. Anderson y su socio Jeremy Bolt, creadores de la rentable saga “Resident Evil”. El tapatío no intervendrá de ninguna manera en este proyecto.
Y la verdad es que se entiende perfectamente. Aparte de que Del Toro anda como de costumbre en los últimos años jugando con múltiples barajas en sus facetas de productor, escritor y realizador, “Mimic” (1997) no le dejó ningún buen recuerdo. Al contrario, el rodaje resultó una experiencia traumática por la permanente presión y los conflictos con los hermanos Weinstein, por entonces gestores del estudio, que nació independiente en sus manos y siguió en ellas aunque desde unos pocos años antes bajo el paraguas de Disney.
“Mimic”, basada en un relato de Donald A. Wollheim sobre unos insectos geneticamente modificados que logran evolucionar hasta discutir al género humano el dominio de nuestra sociedad, fue el título con el que Del Toro, reciente ganador del Oscar, debutó en la Meca del Cine. Tres años antes, el jaliciense había dirigido en México su primer trabajo, “Cronos”, que generó el interés de los hermanos judíos neoyoquinos.
“Memo” no recibió un tratamiento distinto al que los célebres productores, padrinos del cine de autor en Estados Unidos, aplicaban al resto de sus realizadores en nómina. El autor filmaba y firmaba las películas, pero sus verdaderos autores eran ellos. Los Weinstein aprovecharon la bisoñez del mexicano para elegir ellos mismos el elenco y discutirle prácticamente cada movimiento de cámara.
Según ha contado en varias entrevistas, no fue Harvey Weinstein, ahora purgando pena por acoso y abuso contra actrices y empleadas, sino su hermano Robert, quien supervisaba la producción y convirtió ésta en un camino de lágrimas para Del Toro, que tuvo que utilizar toda su inteligencia para sortear sus directrices y hasta cierto punto lograr una película suya, evitando ser sustituido por otro director antes de acabarla.
Un simple detalle ejemplifica lo mal que debió pasarlo. “Memo” cuenta que cuando Pedro Almodóvar le citó para brindarse a producirle su siguiente trabajo (“El espinazo del diablo”) en España, salió de la reunión llorando… pero de alegría: “Recuerdo que le dije a Pedro: ‘Quiero tener todo el poder de decisión sobre el montaje final de la película’ (lo que no había ocurrido con ‘Mimic’). Y él me contestó: ‘Pero, ¿cómo no ibas a tenerlo? ¡Tú eres el director!’. Entonces me puse a llorar”.
En 2011, ya Miramax fuera de la esfera de poder de los Weinstein, Guillermo del Toro pudo estrenar su “Director’s Cut” de “Mimic”, película de la que a pesar de todo nunca ha renegado.
Ahora, la próxima adaptación de la historia en forma de serie nos ha servido para recordar la que el tapatío siempre ha considerado su experiencia más dura como director.