Por Sergio Huidobro

Cualquier opinión que se tenga sobre una película dirigida por Lars Von Trier está destinada a diluirse: terminará por ser una opinión sobre Von Trier mismo y el filme en cuestión no habrá sido sino el vehículo que nos lleve a articular nuestra manía –amorosa, fóbica o contrariada; nunca indiferente– por el hombre que declaró ser el mejor cineasta del mundo para después chapotear en sus palabras.

Como arranque, una obviedad: Von Trier siente una mal disimulada aversión por el sexo femenino; y una revelación: ningún otro tema le fascina más ni lo satisface mejor como autor. Ninguno excepto, tal vez, él mismo. Una propuesta como “Ninfomanía: Primera Parte” (“Nymphomanic: Vol. 1”, 2013), que explora los límites de una sexualidad femenina ejercida en el borde de casi todo, entronca bien con las obsesiones ya conocidas del danés, e incluso con algunas nuevas. De ahí el desconcierto ante el resultado: una cinta irregular, deshilachada, regada con recursos visuales gratuitos y poseída por el narcisismo de Von Trier, que no tiene competencia directa como el auto-publicista más eficiente del cine contemporáneo.

“Ninfomanía” parte de un motivo argumental sencillo: Selligman, un hombre maduro, culto y solitario (Stellan Skarsgard) regresa de la tienda cuando encuentra a Joe (Charlotte Gainsbourg), una mujer de edad mediana, inconsciente en el fondo de un patio lúgubre, bien vestida pero con signos evidentes de violencia reciente. Rechaza ambulancias y policías, pero acepta una taza de té y un refugio a cambio de un oído que escuche la historia de su vida, que no es otra cosa que la historia de su vida sexual a través de una sucesión de amantes variopintos y episodios de iniciación sexual divididos en capítulos. Pensamos en la “Fanny Hill” de Cleland, en las niñas del Marqués de Sade o en las de la pintura de Balthus, aunque sea como una referencia lejana o dèja vu.

Hasta aquí, la publicitada provocación erótica de Von Trier se queda tibia, insuficiente y hasta aburrida. Como en “Anticristo” (2009) o “Dogville” (2003), el protagonismo femenino funciona en la medida en que la mujer encuentra redención a través de la humillación, la mutilación o el servilismo en medio de un universo hostil poblado por hombres amenazantes. En Ninfomanía, la vagina no aparece como un instrumento de liberación ni de independencia, sino como una cueva perpetua de insatisfacción que conduce a la violencia física, al auto-desprecio, la marginación afectiva y a una serie de complejos anquilosados, relacionados con la figura del padre, la culpa o con la necesidad de encajar.

Es en este punto en el que el discurso pretendidamente transgresor del cineasta se torna, curiosamente, más reaccionario. Joe, siendo adolescente, emprende una lucha militante en contra del amor tradicional y a favor del sexo libre, pero fracasa al enamorarse de un ejecutivo joven (Shia Labeuf), el mismo que años atrás le quitara la virginidad con una frialdad pavorosa. Su búsqueda de este hombre a través de otros cuerpos es lo que intensifica su ninfomanía a un ritmo de hasta diez amantes diarios, terminando por aislarla no solo de las dinámicas sociales más elementales, sino de la mera posibilidad de una vida plena o mínimamente feliz.

El relato de Joe se nos ofrece a través del diálogo con Selligman, quien funciona como un contrapunto moral que interpreta la historia de Joe a través de referencias que van de la pesca al sionismo y de el contrapunto en Bach a la personalidad de Edgar Allan Poe. Selligman no parece ser otro que el propio Lars Von Trier entrometiéndose cada dos pasos en su propia narración, dejando clara su postura en temas que aquí están tan fuera de lugar como el conocido desprecio por su ascendencia judía y la polémica suscitada hace dos años en el Festival de Cannes.

Von Trier ha conseguido lo que parecía ser su sueño: una película donde él mismo importa más que cualquier otro elemento presente. A diferencia de trabajos tan sólidos y arrojados como “Los idiotas” (1998), “Bailando en la obscuridad” (2003) o “Europa” (1991), aquí su provocación parece no solo más débil sino más gratuita que nunca. Entre el cineasta que teje una metáfora en torno al contrapunto musical como alegoría del amor libre, y el que utiliza un tema de Rammstein para parecer realmente malo, hay uno que me parece un farsante y otro que sí me interesa; el problema es que, mientras avanza la película, uno y otro se me vuelven indistinguibles. Por supuesto, esta es una apreciación necesariamente parcial, puesto que habrá que esperar a la conclusión para evaluar el producto completo, pero ¿de verdad quiero ver el segundo capítulo?
 

FICHA TÉCNICA

Director: Lars von Trier. Reparto: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Shia LaBeouf, Willem Dafoe, Jamie Bell, Connie Nielsen, Christian Slater, Jesper Christensen, Uma Thurman, Jean-Marc Barr, Caroline Goodall, Charlotte Rampling, Kate Ashfield, Saskia Reeves, Stacy Martin, Jens Albinus, Omar Shargawi, Severin von Hoensbroech, Nicolas Bro. Guión: Lars von Trier. Producción: Marie Cecilie Gade y Louise Vesth. Música: ? Fotografía: Manuel Alberto Claro. Montaje: Molly Marlene Stensgaard. Diseño de producción: Simone Grau. Vestuario: Manon Rasmussen. Productoras: Zentropa Entertainments, Zentropa International Köln, Heimatfilm, Film i Väst, Slot Machine, Caviar Films, Concorde Filmverleih, Artificial Eye, Les Films du Losange y European Film Bonds. Distribución en España: Golem Distribución. Países: Dinamarca, Alemania, Francia, Bélgica y Reino Unido.