Por Martha Patricia Montero
Para Claudia, que por unos días nos acercó al universo de las maravillas
Con el sol en su apogeo y tras jornadas intensas de filmación, anuncian con bombo y platillo la presencia de Sam Mendes en la monumental Catrina que funge como escenario al centro del Zócalo de la Ciudad de México. La expectación es grande. Se trata ni más ni menos que del director de “Spectre”, la última cinta de una de las franquicias más exitosas del cine: el famosísimo agente 007, Bond, James Bond.
Se le nota emocionado, y en un inglés que no necesita de traducción, dice dos primeras frases en el micrófono que alrededor de unas dos mil personas celebran con vivas y aplausos: “We’re finish people. Thank you so much”. Tras un brevísimo silencio continúa: “James Bond es un personaje con más de 60 años, le pertenece al público. Pero está película es de ustedes, de México. Lo que hemos hecho aquí es grandioso. Es un opening espectacular y es gracias a ustedes”. Enseguida pide aplausos de agradecimiento para bailarinas y bailarines, luego para el grupo de músicos y titiriteros, para concluir diciendo: “Gracias especiales para todos ustedes –extras y equipo de producción– sin los cuales esto no hubiera sido posible”.
A lo largo de más de una semana Mendes ha estado moviéndose con calma entre la gente, escogiendo los mejores ángulos y dando indicaciones a su equipo cercano, que posteriormente el asistente de dirección inglés repetía por los altavoces de forma amable y clara, para enseguida ser más que traducidas al español por el asistente de dirección mexicano, quien agregaba frases para remarcar la intención y la importancia de ajustarse a los señalamientos.
El grupo de “extras” conforma una multitud heterogénea y sumamente emocionada. Muchos llegaron al casting efectuado en febrero por ser su forma habitual de vida, pero muchos más por su admiración al personaje que ha sido interpretado por 6 actores, de Sean Connery al actual Daniel Craig. Para ellos ser aceptados ya era una ganancia, cuando supieron que además recibirían un pago duplicaron su felicidad. La mayoría son por supuesto mexicanos, sí, de la Ciudad de México pero también de Puebla, el Estado de México, Veracruz… Hay además personas que vienen de Haití, el Congo, España, Cuba, Italia, Inglaterra, Estados Unidos; en gran porcentaje viajaron expresamente para buscar la oportunidad de participar en “Spectre”.
Con excepción de un grupo de niños que tiene llamado a las 6:30, el resto llega diariamente al punto de encuentro, en Tlatelolco, a las 4:30 de la mañana. Los requerimientos para alistar a tantos cientos así lo exigen. El orden y la coordinación de quienes los reciben es impresionante: cada área está segmentada por código de extras, asignado tras la prueba de vestuario, maquillaje y peinado. Nada se deja a la improvisación: desde varias semanas atrás saben cómo ejecutar fielmente la transformación de cada participante y ningún estilo se repite: ejércitos de maquillistas y peinadoras, tanto inglesas como mexicanas, tienen de respaldo fotografías de cómo se debe ver cada uno. Los props o accesorios –bastones, sombreros, máscaras, velas, incensarios…– se entregan en mano antes de subir a los camiones que los llevan al punto de la acción: el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Conforme llegan a la calle de Tacuba las expresiones de asombro se multiplican. Ni los más fastuosos vestuarios o maquillajes los prepararon para la experiencia singular e irrepetible de estos días.
Tras Skyfall –la primera de la zaga en recaudar un millón de dólares y la más taquillera de las filmadas hasta ese momento– el reto por hacer de “Spectre” algo “mucho mejor” es grande y México es la apuesta para sorprender desde el primer segundo a toda la audiencia.
Foto: redpolitica.mx/Xinhua
En defensa de James Bond… (aunque Daniel Craig no lo necesita)
Algunos medios destacan el cierre de calles y comercios, las perdidas económicas y molestias que ello puede suponer, en sí, la “toma” del centro de la capital mexicana por el equipo inglés de la filmación. Hay incluso, en las redes sociales, quienes se ofenden porque se permita que el patrimonio histórico sea escenario de una película “de esta naturaleza”, y otros que hacen eco del famoso correo electrónico filtrado de Sony, que afirma que a cambio de dinero el guión sufrió transformaciones para hablar bien del gobierno (aunque la cinta no es documental ni versa sobre México). Eso sí, a cambio de todas estas “molestias y asegunes” la cinta fungirá como “un pivote promocional único para el país y principalmente para la ciudad”. Otros se escabullen o utilizan telefotos monumentales para captar alguna acción de Daniel Craig y llevar “la exclusiva” a sus oficinas, arguyendo que con esa muestra escaparon al cerco de seguridad que se puso, tanto para protección de todos los colaboradores como para salvaguardar las sorpresas de la trama para el público fiel, que espera el estreno pactado para el próximo noviembre de este 2015.
Pocos azuzan su curiosidad para retroceder en el tiempo y hacer la pregunta básica: “¿Cómo llegamos hasta aquí?”.
Lo cierto es que la presencia de James Bond en México viene fraguándose desde hace más de medio año, con gran pasión y profesionalismo, por parte de un grupo de mexicanos que se acercaron a la producción inglesa. Si todo salía bien no sólo tendrían aquí a un equipo de filmación exigente y premiado a nivel internacional: sería la prueba de que nuestro país podía volver a competir con calidad para acoger filmaciones extranjeras, tras el largo receso producto de la guerra calderonista contra el narcotráfico.
Buscar con discreción locaciones, tener sesiones de trabajo con los productores y miembros de avanzada, conformar un equipo mexicano de producción que lograra concretar todos los requerimientos, tanto de los ingleses como gubernamentales, institucionales y de iniciativas privadas por la parte nacional, no era una tarea menor pero tampoco imposible. La excelencia del cine mexicano viene de largo aliento y no se restringe a producciones propias acreedoras a premios en connotados festivales o a la distinción a directores y fotógrafos que ahora se cuecen en otros foros, pero se formaron para bien en los de sus terruños. Implica un expertice y una disciplina manifiesta en técnicos, operadores, vestuaristas, maquillistas, eléctricos, sonidistas y un muy largo etcétera, que sabe entablar un diálogo de trabajo fructífero con cualquier crew de cualquier parte del mundo, sin importar el idioma, porque poseen el mismo lenguaje: el cinematográfico.
Como ningún otro producto creativo, las películas son resultado de un trabajo en equipo que para fortuna esté bien dirigido. Hay jerarquías, confianza, respeto, orden y el gran entendido de que se trabaja por un objetivo común.
Cuando el grueso del equipo inglés llegó a México ya se habían intercambiado cientos de mails, whastapp y llamadas telefónicas; ya se habían celebrado reuniones de primer nivel con autoridades federales y locales, así como con las que velan por el patrimonio y sin cuyas autorizaciones es imposible pintar siquiera una pared, así sean los mismos dueños quienes lo pretendan; ya había acuerdos, bocetos, transporte, reservaciones y planteamientos de producción que constituían una estrategia tan monumental, como la inversión y las expectativas de recaudación de la propia película.
Diario había una batalla por librar: desde pactar con los comercios que se afectarían por el cierre de calles la reposición en efectivo de sus ganancias estimadas (ya fueran puestos de periódicos o restaurantes u otros), obtener los seguros exigidos por el INAH en caso de cualquier eventualidad, conseguir un servicio de catering capaz de dar atención de calidad durante los días de rodaje a dos mil personas en activo, ubicar estacionamientos para los transportes especiales y ser menos intrusivos para los vecinos del centro, colocar señalamientos para enfatizar la zona de tiendas y museos abiertos, hasta conseguir tarjetas de ecobici para muchos miembros de la producción inglesa que preferían ese medio de transporte para llegar a las oficinas o las locaciones. La lista en verdad puede ser muy, muy larga según los pendientes de cada área…
Lo cierto es que la derrama económica por la filmación de la ahora llamada “escena mexicana” de “Spectre” en México no se reflejará solamente a posteriori con el incremento de turistas: comenzó a la par de los trabajos y es cuantiosa, beneficiando entre otros sectores a creativos y profesionales del cine mexicano que lo merecen, porque con esta misma dedicación trabajan para producciones nacionales, ajustándose a otros presupuestos y esperando de igual forma calidad y reconocimiento del público.
Foto: Cuartoscuro
Y el rodaje inicia…
El día 1 de la filmación las calles de Tacuba, Filomeno Mata y Donceles ofrecen un escenario distinto al cotidiano. Están convertidas en un set de filmación con una sola voz cantante y varios grupos organizados para marchar a su tono: Crew London, Crew Mexico, Crew Catering, Extras… más subgrupos acotados según actividades específicas: desde aguadores que reparten vasos de agua simple o de jamaica natural para que nadie se deshidrate, maquillistas que retocan o aplican bloqueador (por cierto, varias de las maquillistas inglesas lucen más que hermosas con un estilo “Frida Kahlo”: faldas estampadas, cintas o turbantes festivos en sus cabellos, collares gruesos…), vestuaristas que ajustan una arruga aquí y un mal cuello por allá, varios PA’s (production assistances), integrantes del equipo de arte… Gracias a estos últimos y a numerosos artesanos mexicanos la calle está engalanada con carros alegóricos monumentales con movimiento, catrinas y una cantidad fantástica de ornamentos relativos a las festividades de Día de Muertos. En algunas esquinas hay bolsas con flores de cempasúchitl de papel crepe y otros accesorios para reponer en caso necesario y mantener el esplendor que ha recibido a todos.
Hay varias cámaras, dos principales, y una cuadrilla de ambas nacionalidades para cada una. Pesan entre 25 y 28 kilos y necesitan soportes especiales, maletines amplios, cables, baterías… Están filmando con película (subrayo: no es digital), y hay una persona dedicada a cambiar los carretes con un caparazón especial para evitar que se vele. Otros llevan listas detalladas del orden del pietaje filmado, la cámara de procedencia, las escenas… Es fácil imaginar que las guardan con llave porque la perdida de una sola de esas listas sería un caos. Dar seguimiento correcto y cumplir con el papel que ha sido designado a cada uno asegura el soporte con el que los editores y responsables de postproducción trabajaran luego.
Otra cámara está instalada en una grúa que se desplazada por arriba o entre las personas. De cada escena el director desea perspectivas distintas. No olvidemos que se trata de una película de acción y la agudeza de Bond se marcará con esos ligeros cambios de ángulo que, ahora se comprueba, no son sencillos de lograr. Otros más hacen foto fija y registro de todo cuanto ocurre: el asombro de lo que ven desde su origen europeo les brilla en su mirada.
Hasta encontrar la toma correcta, hay muchos ensayos con personas que marcan los lugares y movimientos de los actores antes de que Daniel Craig, Stephanie Sigman y Alessandro Cremona hagan su aparición. Cuando lo hacen es sin aspavientos y con tal naturalidad, que muchos extras alrededor dudan si en verdad son ellos. Luego todos aplauden y Daniel agradece y saluda de mano a unos hasta que se escucha por el altavoz la indicación del director de estar atentos y pide a todos “no mirar a cámara ni a los actores, seguir lo ya hecho como si ellos no estuvieran”. Se escuchan suspiros en los recesos, murmullos que afirman “es real, Bond está aquí”.
El entusiasmo se multiplica cuando son la Avenida 20 de Noviembre y el propio Zócalo de la Ciudad de México los que fungen como set para esta película. El corazón del país transformado en un amplio espacio cinematográfico que descubre sus entrañas con el reto de coordinar a un crew muy numeroso y a una cantidad exorbitante de extras que recuerdan los memorables musicales hollywoodenses, donde las coreografías contemplaban a decenas de bailarinas ejecutando con perfección sus pasos. Sólo que aquí es una multitud ordenada que debe dar vida a una multitud “natural, viva, desordenada”, que se sincroniza a la perfección con los antagónicos Bond y Sciarra, a quien además viene a auxiliar un cómplice en un helicóptero que exige tomas audaces bajo estrictas normas de seguridad. Los cielos ayudan, la ciudad se ve aún más monumental y los corazones laten por compartir la filigrana de estas escenas. Cubrir el avance del desfile implica varios días; a veces pareciera que se repite lo mismo pero no es así: el montaje final dará cuenta de ello.
Foto: telegraph.co.uk/Carlos Tischler/REX
Anecdotario
Diligencia, disciplina y calidad es lo que sobresale de los equipos de producción de “Spectre”, en especial de los que giran en torno a las cámaras, que lo mismo requieren ir en hombros de los cinefotógrafos que en grúas, cuatrimotos, soportes de stady cam, o ingeniosos carritos que van jalados o empujados para ir a la velocidad que exige la acción, cuidando siempre el espacio del movimiento para no lastimar a ningún extra, ni por la velocidad ni por el peso de los equipos.
Una de las escenas demanda que Bond, James Bond, salga por un balcón y camine por el filo de una azotea. Mientras el doble lo hace y se prueba el arnés –complejamente soportado por cables tensados por dos grúas enormes de construcción ubicadas en calles paralelas– el asombro es por el ingenio y la fineza de la maniobra. En cuanto Craig llega todos voltean a mirarlo cada que se regresa a la posición primera, aplaudiéndole, mientras él saluda desde lo alto y agradece. El acto se repite dos, tres veces, hasta que con amabilidad el director manda pedir no más aplausos: “Recuerden que Daniel está trabajando igual que ustedes, necesita concentrarse”. Se hace un silencio respetuoso y profesional, pero muy, muy por lo bajo los suspiros de admiración siguen.
Una joven universitaria se sonroja y cuenta emocionada que ha platicado en italiano con “el malo que es muy bueno”. No sabía que era el actor : “Pensé que era el doble, lo oí hablar en italiano y me acerqué a platicar con él porque viví unos meses en Italia. Hasta le dije que me disculpara si hablaba medio mal. Platicamos de México. Cuando el director pidió regresar a la primera posición fue cuando me di cuenta quien era, que emoción”. Ella misma había contado un par de días antes, en plan de broma, que actualmente tiene una relación de “amor-odio” con su papá. “Él es fan de James Bond, ha visto todas las películas. Fue al casting conmigo, pero yo sí quedé y él no. Entonces le da gusto pero también es como decir ‘auch, yo debería estar en su lugar’. Al principio no sabía cómo decirle que yo iba a estar y él no…”.
El piloto del helicóptero es una celebridad desde antes de aterrizar en México: es el único en poder hacer giros de 360º y otras maniobras. Pero a su llegada alcanza otros niveles de notoriedad, incluso antes de comenzar el rodaje. Se llama Chuck Aaron y el equipo mexicano rápidamente encontró como “cotorrearlo”, aunque él no lo percibe por su falta de dominio del español: “¿Qué onda, hoy no chock-aron?” Lo cierto es que su destreza logró que una mañana todos los extras le corearan “Piloto, piloto” como sentido homenaje, y que tras la primera escena donde los dobles de Craig y Cremona pelean saliéndose del helicóptero mientras éste da giros y va en picada todos los extras aplaudieran de forma espontánea, conmovidos, para recibir inmediatamente una llamada de atención por el altavoz: “Lo que acaban de hacer es pésimo. No pueden estar contentos, ni bailando y menos aplaudiendo. Se supone que están aterrados porque hay un helicóptero supuestamente fuera de control arriba de sus cabezas”.
Dado que para la mayoría el día inicia de madrugada con desayuno incluido, alrededor de las 7 se ofrece café caliente y pan dulce, cerca de las 11 un primer snack y como a la 1pm un box lunch que convierte a la plancha del zócalo y las banquetas del derredor en un picnic improvisado. Algunos aprovechan para dormitar un poco con el suelo fresco como cama o recargados unos en otros. Hay una cuadrilla recogiendo basura y reciclando las cajas de cartón. Todos acaban y todo queda limpio en segundos. Tan limpio como días atrás, después de simular una explosión, ya que había pipas de agua y camiones a la espera para recoger y dejar todo incluso más reluciente que en el día a día.
Una mañana de frío a uno de los niños que trabajan de extra no se le logran calentar los pies. Se queja, no tiene el ánimo de otros días. Amable se acerca un miembro del equipo inglés de efectos especiales y lo invita a apretar el botón que saca el humo que emula al copal y le dice, todo en inglés, que cuando vea ese humo en la película podrá decir que él ayudó a que se lograra ese efecto. En los recesos continúan charlando, le cuenta que trabajó en las otras cintas de Bond con Daniel Craig, en algunas de “X-Men”, en la reciente saga de “Star Wars”. En su celular, le muestra pequeños clips de lo que se hizo en Roma y en Austria para Spectre, también le comparte tomas de Star Wars, “de lo más excitante que ha hecho hasta ahora”. Agrega que es una cinta que exige mayor postproducción: se inició en diciembre de 2013 y se espera estrenar en diciembre de 2015, en cambio la de Bond inició rodajes en noviembre de 2014 y se estrenará en noviembre de 2015, un tiempo considerablemente menor: “Claro, en la de Bond no salen naves espaciales y eso lo facilita”, bromea.
Hacia el final del último día de filmación con extras, los diferentes crews de producción dan muestras de compañerismo: el cine los reunió y hay un reconocimiento mutuo por la calidad del trabajo realizado. Algunos ya habían tenido oportunidad de colaborar juntos, años atrás, en otras producciones. Aunque las fotografías sobre las escenas de Spectre están prohibidas por contrato, los celulares salen a relucir cuando se marca la conclusión de esta etapa para tomar otro tipo de fotos, aquellas que denotan camaradería y afecto entre iguales.
Un par de extras maquilladas como esqueletos, con los ojos de travesura, casi niñas aún, preguntan con inocencia si los bomberos que vieron también eran extras. No, por supuesto que no. Pagados por la producción, al igual que las pipas y las ambulancias, aguardan con precaución pero a la espera de que no pase nada. Se logra. Cuando todos concluyen su participación y han dejado los vestuarios colgados y el maquillaje en algodones con crema, además del emotivo mensaje que ya escucharon del propio Sam Mendes reciben uno más del director a través de sus coordinadores: la película resultó invicta, ningún accidente, nada fuera de su lugar. Todos están muy complacidos y contentos con su entrega. Ponen de fondo el tema musical de James Bond y todos bailan. Muchos se toman fotografías tras reconocerse sin la pintura en la cara, anotan sus números telefónicos, hablan de sus labores cotidianas fuera de esta experiencia: abogados convertidos titiriteros, bailarines o acróbatas, actores, estudiantes, amas de casa, dentistas, músicos…
Muchos continuaran trabajando varios días más: quienes hicieron posible toda la magia, los del equipo de la coproducción por parte de México y los de la producción inglesa. Hay varias escenas por grabar aún con el helicóptero, incluso las más arriesgadas en el Aeropuerto de Palenque, cerrar acuerdos, reponer daños menores a alguna banqueta, cerrar cuentas de administración, decidir los destinos finales de vestuarios, escenarios y utilería, una parte quizá al Museo de James Bond, como muestra de la memorable y colorida odisea mexicana del 007.