Por Hugo Lara
Desde Los Angeles

No es suficiente el territorio de los Estados Unidos para contener los motores de Rápido y Furioso, la saga fílmica de automovilismo callejero que en su tercera entrega se ha trasladado a Japón, en The Fast and the Furious 3: Tokyo Drift (2006), esta vez bajo la dirección de Justin Lin, sucesor de sus exitosos colegas Rob Cohen y John Singleton. Este nuevo tour narra las aventuras de un joven gringo por las calles de Tokio donde se practica drifting, una suerte de competencia de derrapones con sofisticados automóviles tripulados por pandilleros que pelean por el honor y que resulta todo un fenómeno del automovilismo mundial.

Pero antes de llegar hasta la Tierra del Sol Naciente, la producción de The Fast and the Furious 3 invitó a Cinemanía a recorrer algunos de sus escenarios en Los Angeles, donde se filmó parte de la película. Una vieja bodega abandonada situada en el centro de la ciudad es el punto de partida de nuestro recorrido. Es un sitio sin aparente interés, con una enorme sensación de abandono, que pudiera estar en cualquier gran ciudad del mundo. Por uno de sus costados pasa un puente vehicular. Unas máquinas que despachan bebidas japonesas, los anuncios en japonés y varios detalles más nos trasladan hasta el país del emperador Akihito. En efecto, todo se ha decorado para simular estos espacios como si se hallaran en Tokio. Lo más espectacular ocurrirá más adelante, cuando se nos conduce hasta una vía rápida que ha sido cerrada para permitir una trepidante persecución a la que asistimos. Pura adrenalina y gasolina.

Nuevas talentos en marcha

En esta nueva entrega, ya no aparecen las figuras de Vin Diesel y Paul Walker, que en las cintas anteriores hicieron las delicias de las chicas y de los aficionados a los autos. El peso del protagonista recae en el joven actor Lucas Black, a quien se recuerda por sus participaciones en Friday Night Lights (2004) y más recientemente en Jarhead (2005). “Mi personaje es diferente al de Vin Diesel y Paul Walker —afirma Black— y, en ese sentido, tiene una identidad propia, además de que lo mueven diferentes sentimientos: la búsqueda por encontrarse consigo mismo”.

En esta película no sólo Black es una apuesta de la producción por incorporar nuevos talentos, también sucede con sus acompañantes, el rapero negro Bow Wow y la guapa debutante Nathalie Kelley, de origen latino, el complemento femenino de la historia. El resto del reparto comparten esta características, y forman un conjunto multirracial, aunque la mayoría de ellos son de ascendencia asiática, por razones obvias. Vaya, comenzando por el mismo director, nacido en Taiwán y criado en California.

 Un director que cambia de velocidad

Con The Fast and the Furious 3 el director Justin Li ha dado el salto del cine independiente al cine de gran presupuesto. Su primer largo, Better Luck Tommorrow (2002), fue premiado en Sundance, de modo que resulta curioso  verlo ahora en la trinchera del cine de palomitas. “Este es un proyecto grande que ha tenido un gran respaldo de parte de los productores. Se ha hecho una inversión importante y eso me ha permitido trabajar con libertad. Por otra parte, hay buenas expectativas de los productores y yo deseo corresponder a su confianza, y lograr una película que valga la pena en todos los sentidos. Pero después de esto pienso volver al cine independiente.” ¿Será?

Historia sin verificación

El relato sigue los pasos de Shaun Boswell, un adolescente solitario que vive apasionado por las carreras clandestinas de autos. Pero, después de haber cometido una falta que podría valerle una pena en prisión, Boswell viaja a Japón para refugiarse con su tío. Ya instalado en Tokio, un paisano suyo (Bow Wow) lo involucra en las carreras clandestinas d el drifting. Una de esas pandillas es lidereada por un tal D.K (Brian Tee), extraordinario piloto ligado a los yakuzas, una red criminal japonesa. El sentimiento de competencia entre ambos personajes es el detonador de un sinnúmero de tropelías y sobresaltos. “Mi personaje no es el estereotipo del villano —nos asegura Tee—, más bien yo lo concibo como una figura trágica que pone en juego el honor de su familia, el peso de la tradición,  que debe equilibrar en su actividad como driffter

A toda máquina

Una de las conversaciones que tenemos durante la jornada es con Joe Tochi, un asesor de la producción y especialista en el tema del drifting. Tochi nos explica con lujo de detalles la evolución de este deporte y los detalles de sus reglas. Se trata de autos modificados normalmente por sus propios dueños, con motores potentes, llantas anchas, carrocería decorada llamativamente. Este tipo de competencias, conocidas en japonés como Dorifto, data de los primeros años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Los jóvenes comenzaron a practicar el descenso montañoso cuyo desenlace consistía en una patinada espectacular. “No se mide el tiempo ni la velocidad, sino el ángulo, la rapidez del giro, el estilo y la audacia. Es una prueba de apreciación”, asevera Tochi y prosigue: “Lo que resultó ser una competencia callejera, que se servía de pistas rústicas y tecnología barata, poco a poco se fue refinando y hace cosa de una década se profesionalizó a nivel mundial. Hay grandes figuras de estas deporte, como el rey del drifting, Tsuchiya Keichi”.

En la actualidad, los autos que participan en estas competencias llegan a tener un valor promedio de 20 mil dólares. Tochi nos muestra el lote de los que están usando en la producción, todos decorados con dibujos muy originales y de marcas sobre todo niponas, como el Nissan 350Z o el Mazda RX-7, aunque también pueden hallarse un Golf VW verde chiclamino.

Pasando aceite

Pero tenemos la suerte también de verlos en acción cuando se nos traslada a la filmación de una persecución. Esto ocurre en pleno centro de Los Angeles. Una vía rápida ha sido cerrada y decorada como si estuviéramos en Tokio. Como si se tratara de una coreografía, unas decenas de autos comunes han sido acomodadas a lo largo de la vía, en uno y otro sentido, en un tramo de un kilómetro. A una señal, todos comienzan a moverse, conservando su distancia. Tres cámaras Panavision registran el movimiento. Desde el otro extremo, avanzan a toda velocidad los bellos autos, se intercalan y se cruzan a los otros peligrosamente y, al final, muy cerca de la curva donde nos hallamos, derrapan espectacularmente. Nos dejan sin aliento. Para nuestro regocijo, la escena se repite unas cuantas veces, hasta que queda perfecta. No cabe duda que esto es la síntesis The Fast and the Furious 3: Tokyo Drift (2006): acción, adrenalina y espectacularidad. Los fanáticos de los autos y de estas películas, pueden comenzar a carburar.

Por Hugo Lara Chávez

Investigador, escritor y cineasta, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Artes (2023). Egresado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad Iberoamericana. Ha producido el largometraje Ojos que no ven (2022), además de dirigir, escribir y producir el largometraje Cuando los hijos regresan (2017) y el cortometraje Cuatro minutos (2021). Fue productor de la serie televisiva La calle, el aula y la pantalla (2012), entre otros. Como autor y coautor ha publicado los libros Pancho Villa en el cine (2023), Zapata en el cine (2019) en calidad de coordinador, Dos amantes furtivos: cine y teatro mexicanos (2016), Ciudad de cine (2011), *Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-2011* (2011), Cine y revolución (2010) como editor, y Cine antropológico mexicano (2009). En el ámbito curatorial, fue curador de la exposición La Ciudad del Cine (2008) y co-curadór de Cine y Revolución presentada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (2010).En el ámbito periodístico, ha desarrollado crítica de cine, investigación y difusión cinematográfica en diferentes espacios. Desde 2002 dirige el portal de cine CorreCamara.com. Es votante invitado para The Golden Globes 2025.