Por Lorena Loeza

Debo hacer una aclaración pública. No soy profesional en el tema del análisis cinematográfico. Una pasión por el cine – en plan siempre de espectadora- combinada con el vicio compulsivo de escribir y amigos como los que tengo la suerte de tener en Corre cámara, son los que me mantienen escribiendo sobre algo que no me parece en modo alguno una materia superficial.

Pero en la vida hay coincidencias afortunadas para encontrarle sentido a las cosas que uno hace, aunque de momento parezca que no son compatibles. Trabajo en una organización de la sociedad civil que hace trabajo a favor de la juventud mexicana (Servicios a la Juventud A.C). Actualmente formamos parte de  la Coalición Ciudadana por la Educación, que tiene como propósito lograr que el Estado rompa el acuerdo corporativo que da origen al SNTE y cree uno nuevo, donde la cúpula del sindicato no tenga injerencia ni en el presupuesto, ni la toma de decisiones que tienen que ver con política educativa.

Hasta aquí, digamos que una de las tareas es comunicar el mensaje para invitar a la ciudadanía en general a sumarse a esta petición. Todo un reto. Pensando en como hacerlo, encontré un material perfecto para ello. Y la verdad es que lo encontré  de segunda o tercera intención y en un lugar insospechado a primera vista: La película “El Rey del Barrio”, dirigida por Gilberto Martínez Solares protagonizada por Tin Tán, en 1949.

Las fechas son importantes: el SNTE nace como lo conocemos ahora justamente en 1946, siendo una de las primeras acciones que se realizan durante el sexenio de Miguel Alemán Valdés quien fuera presidente de México entre 1946 y 1952. Yo buscaba la manera de contar a manera de historia, como era el México que da origen a un acuerdo que hoy nos parece tan arcaico, tan injusto y tan falto de visión para impulsar el desarrollo educativo en México. Encontré que el cine de aquella época, aporta elementos destacados  para ello de una sorprendente manera, que además de ilustrativa, resulta profundamente entretenida. 

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Para empezar, la película “El rey del barrio” pertenece al llamado “cine de arrabal” un estilo de contar historias en distintos tonos, que van desde el melodrama, hasta la comedia, pasando incluso por las rumberas y algunos intentos de hacer terror. Este tipo de historias se desarrollaban en el incipiente México urbano, y constituyen una manera de mostrar el tránsito del México rural (objeto de muchos trabajos fílmicos durante la llamada época de oro del cine nacional) al México en tránsito a la modernidad.

Son varios los temas eje de este estilo de hacer cine que están presentes en el Rey del Barrio. Para empezar la presentación de la confrontación entre una naciente clase media y alta y una muy extendida clase proletaria. La vida en vecindades en la zona céntrica de la capital del país resulta el escenario perfecto para  concentrar personajes variados,  todos ellos producto de este nuevo estilo de ser urbano: choferes, carpinteros, tenderos, albañiles, vendedores ambulantes, secretarias, trabajadoras domésticas, costureras y un largo etcétera.

Tin Tán en la cinta protagoniza un joven ferrocarrilero – bueno, el chofer del trenecito de Chapultepec- viudo, que vive con su pequeño hijo en una de esas tantas vecindades. Sin embargo, Tin Tán lleva una doble vida. Finge ser un trabajador honrado y un buen vecino, pero en realidad comanda una banda de delincuentes, que se dedican principalmente al robo, estafando a damas ricas y pudientes, haciéndose pasar por profesores de canto, pintores, entre otros. La historia pues, cruza los elementos antes mencionados, la diferencia de clases y la opulencia en oposición a una marcada y extendida pobreza.

Tin Tán ofrece en esta cinta la muy agradable posibilidad de apreciar lo mejor de su carismática personalidad, pero también de su versatilidad como actor. Una cinta divertida en extremo, que además nos regala una de las escenas cumbre de la comedia en el cine mexicano: la clase de canto que le imparte a Vitola con el objeto de robarle un valioso collar, que después, arrepentido, regresa. .

México en aquellos años era simplemente así: desigualdades profundas con muy pocas formas de movilidad social.  Embarcados en la idea del progreso y la industrialización, ese México empezaba a comprar la idea de que el desarrollo solo podría venir de la mano de la industrialización y la modernidad. La cinta – de hecho- nos muestra algunas de las aspiraciones que privaban entre los mexicanos de entonces y que eran esperanzadoras para muchos de ellos en aquella época: la escuela como instrumento del cambio para lograr la superación personal y colectiva.

Muchas de las cosas que Tin Tán hace en la cinta, conducen a dejar en claro y fuerte compromiso: lograr que pequeño hijo no abandone los estudios. El asunto de la escuela es – incluso para un perdedor y delincuente- un bien altamente valorado para lograr que su descendencia tenga acceso a un mejor futuro. Una posibilidad difícil todavía para muchos niños, – y ni hablar de las niñas- en donde la figura del profesor sigue siendo la de líder moral y ejemplo a seguir.

La maestra ( o maestro)  de Pepito se hace presente en la cinta, en realidad sin aparecer en ninguna escena, pero dejando constancia del poder e influencia que tenía la figura del profesor en una población con ansia de un mejor futuro. En una escena de la película, el niño empieza a sospechar las actividades delictivas de su padre y sus amigos. Le dice que no quiere que se junte más con ellos porque son rateros “Y en la escuela me han enseñado dice que el que roba, es un ser despreciable y enemigo  público de la sociedad” La sentencia aparece como dardo moral en la consciencia de Tin Tán varias veces a lo largo de la película. Y es curioso. Ahora cuando alguien dice “La Maestra” pensamos en la lideresa del SNTE y quizás no nos cheque como su dicho la segunda parte, referida a la desaprobación del ladrón como enemigo de la sociedad. Por lo menos, por desconocer el destino de los recursos públicos que llegan al sindicato vía cuotas obligatorias y fideicomisos.

Esa reflexión es otro elemento para entender la necesidad de nuevos acuerdos políticos, en donde muchas de las cosas que le dieron un enorme poder político al SNTE ya no significan nada para la sociedad  actual en su conjunto. Un progresivo deterioro del  rol social del maestro a causa de conflictos políticos, ha cambiado – para mal en ocasiones- la imagen que tenemos de los profesores como líderes y agentes del cambio. Quienes han dirigido al Sindicato desde esos años y hasta ahora, han desarrollado un trabajo de injerencia política y no de legítima defensa de las condiciones laborales de sus agremiados.

Estamos lejos de ese México – en pleno siglo XXI-  pero seguimos compartiendo la aspiración de que la educación sirva como palanca para el progreso y el desarrollo, a nivel tanto individual como familiar y colectivo. Es una fortuna contar con memoria fílmica que permita este tipo de reflexiones y recordarnos que a veces las cosas que queremos son tan simples y básicas que las hemos querido desde siempre. Si, la verdad que para muchos de nosotros, – afortunadamente- el que roba sigue siendo un ser despreciable y enemigo público de la sociedad,  el reto es entonces  mantenernos en ese entendido y compartirlo con las nuevas generaciones. Que bueno que contamos con Tin Tán para entenderlo ( reditarlo) de manera tan divertida ¿no creen?