Por Pedro Paunero
A propósito de “Noé” (2014), la particular visión del personaje bíblico que rodara Darren Aronofski, hemos seleccionado nuestro, también particular “Top Siete” (como señala el Génesis que fue la cantidad de días que Dios invirtió en la Creación) de películas olvidadas, históricamente importantes, prohibidas y marginales que tienen en el tema bíblico su base argumental. No esperen encontrar aquí las espectaculares escenas de un Cecil B. DeMille la correcta, desde el punto de vista católico (irónicamente reclamada por el cine “gore”) “La Pasión de Cristo” (2004) de Mel Gibson (acusada a la vez de llevar un mensaje de anti semitismo), ni la bella y épica “La Biblia, en el principio” (John Huston, 1966) o melodramas mexicanos como “El mártir del Calvario” (1952) de Miguel Morayta. Este es material que muerde, por una u otra razón, y así debe de verse.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
(La Vie et la passion de Jésus Christ; aka. The Passion Play: Life and Death of Christ, Ferdinand Zecca, 1905)
El cine acababa de nacer y el pionero francés Ferdinand Zecca rueda uno de las más célebres producciones de los años 10 que encumbró a la Casa Pathé. Este filme ingenuo, piadoso y coloreado a mano (por el proceso Pathécolor) está formado por 18 viñetas a las que se añadieron varias más a los largo de los años hasta sumar 31 en 1905, año de su aclamado estreno. Esta película de Zecca, gran imitador del arte de Georges Mélies, fue usada en labores de evangelización por misioneros en Asia y África en su tiempo.
Ben-Hur
(Ben-Hur: A Tale of the Christ, Fred Niblo, 1925)
La primera versión de la celebrada novela del General Lew Wallace que tiene al cristianismo como telón de fondo, fue filmada en 1907 por Sidney Olcott, desató la primitiva controversia sobre derechos de autor y se centra en la carrera de cuadrigas con bomberos como actores en una playa de Nueva Jersey. La segunda incluye como actor protagónico a José Ramón Gil Samaniego, conocido en el cine como Ramón Novarro, primo de Dolores del Río y asesinado en circunstancias poco claras. En 1925 el director Fred Nibblo rueda este Ben Hur para la Metro-Goldwyn-Mayer como carta de presentación de la productora para asegurar su lugar como una de las más importante de Hollywood o su desaparición definitiva pero, aunque efectiva como tal, constituyó un fracaso de taquilla que pudo haber llevado a la bancarrota a la productora. La cinta es una de las mejores de la era silente, visualmente más impactante que la versión de William Wyler de 1959, que, curiosamente, fue rodada otra vez para salvar a los estudios de la quiebra, e incluye el prólogo de los Reyes Magos de la novela.
Lot in Sodom
(James Sibley Watson y Melville Webber, 1933)
Película Avant-Garde de estética homoerótica totalmente justificada si se atiende la simplista interpretación bíblica de la homosexualidad como el “pecado” con el cual se encontró Lot y su familia en la ciudad de Sodoma. Visualmente hermosa ha sido reclamada e intertextualizada en cintas como “Nitrate Kisses” (1992) de Bárbara Hammer (una revisión histórica activista del movimiento LGBT sobre sus persecuciones y sus expresiones artísticas) como un documento estético más allá de cualquier reivindicación.
El Evangelio según San Mateo
(Il Vangelo secondo Matteo, Pier Paolo Pasolini, 1964)
Una de las primeras cintas de Pasolini que contrasta con la agresividad visual que acostumbró a explorar posteriormente es, también, la más atípica de sus realizaciones. Pasolini, ateo y comunista, aunque impregna la película con alusiones marxistas (la primitiva secta cristiana como un movimiento revolucionario y el actor protagónico, Enrique Irazoqui, estudiante agnóstico y sindicalista sin conocimientos de actuación), la dedicó a Juan XXIII y fue bastante respetuoso con las fuentes bíblicas. La belleza de esta obra radica en su conmovedora puesta en escena y su carga de izquierdas bien puede desdibujarse a favor de su sencillez.
Simón del desierto
(Luis Buñuel, 1965)
Una de las obsesiones más visibles de Luis Buñuel fue el tema religioso. Se podrían mencionar en un listado de esta naturaleza las infaltables e ineludibles “Nazarín” (1959) y la obra maestra “Viridiana” (1961) e incluso “La Vía Láctea” (1969) su paseo por el sendero del fanatismo, pero como debemos poner límites y basarnos en una aproximación al tema de lo sacro de una forma quizá más “pura” Simón del desierto cumple con estas premisas. Es la historia –desde el punto de vista de Buñuel, por supuesto-, de San Simeón Estilita, eremita del Siglo IV, que, tras pasar cerca de 40 años en lo alto de una columna (sus deyecciones a lo largo de esta semejaban la cera derretida de una vela) fue reconocido como Santo milagroso. Silvia Pinal aparece como diablo juguetón y la risa y las ironías no se hacen esperar a lo largo de este maravilloso mediometraje en el cual no falta un curioso viaje en el tiempo.
Sebastián
(Sebastiane, Derek Jarman, 1976)
Derek Jarman, quien rodó esta película en latín y con actores principiantes, lo hizo como un ejercicio experimental dónde el homoerotismo que se ha encontrado en las representaciones pictóricas de este mártir cristiano (condenado a ser asaeteado, penetrado, atado a un poste, pero no muerto, por una cohorte de soldados romanos) prima sobre la propuesta biográfica. La cinta es un tanto floja pero vale la pena echarle un vistazo por formar parte de la filmografía del director que nos daría posteriormente la magistral “Caravaggio” (1986) la biopic del maestro del claroscuro italiano de los Siglos XVI y XVII.
La última tentación de Cristo
(The Last Temptation of Christ, Martin Scorsese, 1988)
¿Qué más podemos decir de esta película de Scorsese, basada en una novela de Nikos Kazantzakis (autor de “Zorba, el griego”) quien siempre se preguntó sobre la dual naturaleza del Cristo que no se haya dicho antes? Debe verse como la indagación en esa naturaleza, precisamente, y no como la cinta condenada por la Iglesia Católica. Antes de las especulaciones plausibles de Dan Brown, Kazantzakis, el filósofo y Scorsese, el director, plasman un Cristo que se debate entre el sueño y la posibilidad histórica: la supervivencia al martirio de la cruz, el casamiento con María Magdalena, su descendencia con ella y el asombroso descubrimiento de que Pablo de Tarso inventa su figura divina. Kazantzakis fue excomulgado por la Iglesia Ortodoxa Griega en 1955, por haber escrito el libro, a lo que respondió: «Me habéis dado una maldición, Santos Padres, yo os doy una bendición: que vuestras consciencias sean tan claras como la mía y que seáis tan morales y religiosos como yo». La Iglesia Católica reaccionó peor y el libro fue inscrito en el Índice de Libros Prohibidos. Kazantzakis envió un telegrama con la cita de Tertuliano: Ad tuum, Domine, tribunal appello: «Interpongo mi apelación a tu tribunal, Señor»
Menciones especiales.
Intolerancia (Intolerance, D. W. Griffith, 1916)
Fue la grandiosa respuesta de Griffith, su director a su vilipendiada “El nacimiento de una nación” (1915), acusada con razón de glorificar al Ku Klux Klan. Es una de las películas más importantes de la era silente y una de las que le valieron a su realizador el mote de verdadero “padre del cine”. Su larga duración y lentitud pueden disuadir a casi cualquier espectador actual pero ganará en asombro por sus alcances estéticos. Yuxtapone cuatro historias en las cuales la intolerancia une los hilos argumentales: escenas de los evangelios, un relato babilónico de un rey que se opone al fanatismo religioso, la Matanza de San Bartolomé, noche en la cual los católicos asesinaron a los protestantes por orden de Carlos IX de Francia y un relato moderno de un condenado, injustamente, a muerte por asesinato. Con tres mil extras y un diseño de producción de envergadura irrepetible influyó en otro de los grandes del cine, Sergei Eisenstein.
La vida de Brian (Life of Brian, Terry Jones, 1979)
Le preguntaron a Eric Idle de los Monty Python cuál sería la siguiente película del grupo, por contestar algo dijo: “Jesucristo: Ansias de gloria”. Sosteniendo lo dicho la productora HandMade Films del “Beatle” George Harrison, puso manos a la obra. La cinta es una hilarante sátira de la religión con todos los elementos caros a los Monty Python: sketchs psicodélicos y música repleta de versos chistosos y aunque su propuesta acerca de los orígenes de cualquier religión (por ejemplo, la escena de la sandalia) es reduccionista sus hilarantes comentarios no lograron evitar acusaciones de blasfemia por parte de grupos religiosos.
Jesucristo Cazavampiros (Jesus Christ Vampire Hunter, Lee Gordon Demarbre, 2001)
Comedia trash, rodada con la clara intención de ser un producto que sirve al humor más tonto y ligero. Vampiros que caminan a la luz del día y son asesinos de lesbianas, números musicales bobos, un sacerdote punk que pide a Jesucristo que de fin a esta ola de muertes y un Cristo que lucha al lado de la sexy Mary Magnum pero a quien no le son suficientes sus técnicas de Kung Fú y solicita la intervención internacional de “Santos” (nuestro “Santo, el enmascarado de plata” versión pasada de peso y mucho más alto) para acabar con la plaga, son las constantes de este consciente despropósito que exige sentarse a reír sin exigirle demasiado. Cualquier comparación entre este producto y la película de los Python es totalmente innecesaria.