Por Ulises Pérez Mancilla  

La película Him: más allá de la luz es a distancia un fenómeno extraño dentro de la cinematografía nacional. Desde su estreno en junio de 2010 a la fecha, recaudó según cifras de Canacine alrededor de 18 millones de pesos, una taquilla jugosa y aparentemente discreta, que la ubicó como la séptima cinta con más ganancias en uno de los mejores años para el cine mexicano. Se estima que la hayan visto aproximadamente 400 mil personas, pero su éxito no ha quedado ahí. Desde su lanzamiento en DVD a finales del año pasado, se encuentran en el top ten de ventas, tanto la película (ópera prima de Frank Darier-Baziere), como el soundtrack (score original de Pablo Arellano). Mix Up por ejemplo los ubica en su más reciente lista en el sexto y décimo lugar respectivamente, sin contar que es uno de los títulos más pedidos en los puestos piratas. ¿De dónde proviene el furor por ésta, que ha sido llamada “una película curativa”?  

Inconexa, torpe, deshilachada pero de muy buen corazón, Him: más allá de la luz emergió en las salas de cine con espíritu de videohome, pero se trata más bien de un infomercial propagandístico de casi dos horas que versa sobre la vida de Jacques, un sanador humanitario (Nando Estevane) y su encuentro con Nathan (Guillermo Larrea) un científico que comienza a interesarse por las células emocionales luego de que el hombre logra sanar a su madre (Tara Parra) tras asistir a una de sus conferencias gratuitas, como por arte de magia.  

La “película” es un tríptico informativo basado en “hechos reales”, una biografía incierta, poco documentada y muy fantasiosa sobre el ex empresario (con problemas legales) y ahora sanador francés radicado en México Rene Mey; mandada a hacer por él mismo (a través de la compañía Origine Cell productions) y que por lo tanto se erige como la máxima figura de la historia por encima incluso del realizador (que a leguas se ve que hiló lo que le pidieron que hilara por encargo y con mucha flojera), al grado de ser el propio Mey el que da las conferencias de prensa, el que firma los DVD’s y el que encomienda a sus seguidores a comprar el material didáctico, que de algún modo ha sido ungido por sus manos sanadoras.  

En su página de internet, Mey se autoproclama como “vidente, sanador, humanista, sabio y hombre de paz”, además de tener el don de convivir con seres de luz, entre muchas otras bondades que ha logrado a base de meditación. Llegó a México en 2007 con la intención de instaurar “La nueva inteligencia del corazón” y se dice curador de todo tipo de problemas, incluso de enfermedades incurables. Desde entonces, se ha dedicado a fundar clínicas alópatas y “centros humanitarios” de ayuda en toda la República; su presencia se ha convertido en un fenómeno de fe y de masas. Su próximo evento público (si a alguien le despierta inquietud) será en el Estado de México, en Zumpango, el 5 de febrero.  

Ante la buena (e inesperada) respuesta en taquilla, a Rene Mey, ¿le importa el cine más allá de ser un vehículo de difusión masiva para su causa humanitaria? ¿qué pasará ahora que comprobó que sus publicistas tenían razón? ¿Es el inicio de un cine de superación personal? Habrá que recordar que pese a estar producida sin ningún tipo de apoyo financiero del IMCINE (al parecer, los productores son seguidores de Mey que aportaron donativos para la realización de la película, así como la gente aporta cooperaciones voluntarias en sus eventos subrayadamente gratuitos); por ley, ya el hecho de ser una de las películas más taquilleras del año le confiere en el transcurso de este, un estímulo financiero cuyo monto (un porcentaje proporcional a su recaudación) será anunciado en su momento.    

Presenciar el ambicioso desastre que es Him: más allá de la luz, provoca serias contradicciones. Por un lado, prodiga bendiciones, paz, pensamientos aplaudibles sobre el respeto a la vida, sobre la procuración de mejores seres humanos, capaces de revertir incluso enfermedades sólo con pensar positivamente. Después de todo, también somos aquello de lo que nos alimentamos (ideas, imágenes, actitudes, música). No obstante, el resultado final es harto maniqueo, científicamente descontextualizado y estructurado con una dudosa fe ciega.  

Quien vea esta película de manera crítica, sabrá que la filosofía de Rene Mey cojea por todos lados sólo de ver que su representación ficticia se sustenta ya no digamos en un capítulo de La rosa de Guadalupe, sino en una capsula de la señorita Laura con música de presentación de power point (spam) de fondo. El personaje alter ego de Mey se erige casi como el maestro Yoda, metido en unos pants de meditación que parecen más fetiche starwarsniano que verdadero estado de conciencia (para una crítica mucho más estrcutrada consultar:

http://logicadifusablog.wordpress.com/).   

Y a pesar de todo, las cifras son tangibles. El sanador llega a México en un momento ideal para creer, en el que la sociedad se esfuerza por tratar de estar mejor y de ello se nutre y, creencias aparte, lo transmite a los demás. Su página: http://app.renemey.org.mx es registro de su “obra”, de la cual entre otras parafernalias que sí tienen costo, se desprende la película que nos compete en cuanto a comunidad cinematográfica ante su inesperado arribo.  

En diciembre, casi a la par que saliera a la venta el DVD de ésta película, Arnoldo Kraus escribía para La Jornada un artículo titulado Dolor en casa en el que remataba: “La vida es una invención del ser humano: existe mientras éste la escribe, la evoca, la destruye, la nombre vida o la sobrevive como enfermedad. El cuerpo es mudo cuando se es sano. Habla, se apersona y produce ruido cuando la enfermedad lo desgaja. El cuerpo habla cuando la casa que lo alberga se desmorona. Y Pregunta: ¿Cuándo duele la vida porque es el cuerpo el que duele y cuándo duele el cuerpo porque es la vida la que duele?”. 

¿Es Him: más allá de la luz, una película que se alimenta de aquellos a quienes la vida les duele? 

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