Por Hugo Lara Chávez
Nunca ha tenido más sentido afirmar que la Cineteca Nacional se vistió de gala, este miércoles pasado al ser la sede de la presentación del magnífico libro “Vestuario 1931-1981. 50 años de creación en el cine mexicano”. Es un volumen imprescindible para cinéfilos, especialistas y público en general, coordinado y editado por Elisa Lozano, con el apoyo de la Academia Mexicana de las Artes y Ciencias Cinematográficas y el Gobierno de la Ciudad de México. En la mesa de presentadores, que fue introducida por Marina Stavenhagen, directora de la Cineteca, estuvimos la misma Elisa, Gabriela Pulido, Armando Casas, Roberto Fiesco que fungió como moderador, María Estela Fernández, multiganadora de Arieles en la categoría de vestuario, y el que esto escribe.
El libro es una belleza, planificado y estructurado meticulosamente por nuestra querida Elisa y diseñado por Brenda Rodríguez. Desde la portada se nota que es algo especial: al frente va solo un boceto del gran vestuarista Armando Valdés Peza, que realizó para el personaje que encarnaría María Félix en “Una mujer cualquiera” (1949), quien aparece en la contraportada con el vestido correspondiente. El título está en el grueso lomo, con letras grandes en plata. Otra cosa llamativa de esta edición es el canto negro, un detalle que no hay que dejar de observar. Ya en el interior, hay un regalo especial: el encarte con 15 ilustraciones a color del vestuario para la película “El lugar sin límites”, diseñados por Kléomenes Stamatiades.
Elisa nos invitó a participar en este libro a varios queridos y admirados amigos y colegas, hace unos siete años, cuando empezó de manera sistemática a crearlo. Se divide en dos secciones: uno de ensayos y otro de semblanzas de vestuaristas y establecimientos. Para los ensayos colaboramos Adriana García Torres; Álvaro Vázquez Mantecón; Mariana Sáenz, Lilia Martínez y Torres; Renato Camarillo; Gabriela Pulido Llano; Roberto Fiesco, Mayra Mendoza; Ana Elena Mallet; Eduardo de la Vega Alfaro Lucy Lara; Mónica Mendoza Bravo; Héctor Orozco, Itala Schmelz, Rosario Vidal Bonifaz, la propia Elisa Lozano y un servidor, además de los textos introductorios de Claudia Curiel de Icaza, Armando Casas y María Estela Fernández.
El libro, impreso en blanco y negro, nos permite sumergirnos en la creación de vestuarios en el cine mexicano, un tema que no había merecido la atención debida en el terreno de la investigación hasta este trabajo pionero, si bien existen algunas referencias relevantes que son citadas debidamente. Así, el lector puede confeccionar su itinerario que pasa por innumerables anécdotas y reflexiones sobre los géneros, figuras, vestuaristas y películas más memorables del cine nacional hasta 1981: las mujeres mancilladas y las pecadoras; los charros y campesinas; Condes de Montecristo y otras aventuras cosmopolitas; rumberas, luchadores, monstruos, vampiros, marcianas o juventudes ago-gos, en suma, gente vestida y alborotada.
Ilustrado generosamente con bocetos, anuncios publicitarios y fotografías de varios acervos (muy destacada la aportación de Fiesco y la gran colección de Mil Nubes), los textos brindan la oportunidad para aproximarnos al cine mexicano de forma caleidoscópica, desde la creación de la ropa, prendas y accesorios como elementos narrativos, que sirven para contar una historia y para darle humanidad a los personajes.
En tanto, la sección dedicada a semblanzas está llena de varios logros, como ponerle rostro a decenas de vestuaristas y conocer valiosos datos de su vida, su origen, su formación. Los vestuaristas no siempre llevaban crédito en pantalla, lo que resulta insólito actualmente. Su oficio no se consideraba crucial y, por eso, se omitían. De hecho, esa categoría se incluyó en la entrega de Arieles ¡hasta 1993! ya de forma continua, pues se había excluido tras las primeras ediciones del premio en la década de los cuarenta del siglo pasado. El lector podrá encontrar varios casos llamativos de vestuaristas de los que se sacan sus trapitos al sol, como aquellos/aquellas que pasaban desde la actuación, como Emma Roldán o Rita Macedo, escenógrafos como Manuel Fontanals o Lucero Isaac, además de modistas y modistos de nivel internacional como Pedro Loredo o Henri de Chatillon, así como muchos casos singulares que prestaron sus servicios de vestuaristas, como el de la artista Leonora Carrington.
En cuanto a los comercios, resulta entretenido y revelador conocer la filmografía de los establecimientos que han contribuido al cine mexicano, desde firmas de gran tradición y prestigio como el Palacio de Hierro, la sastrería Macazaga o Sombreros Tardán, hasta otros menos conocidos hoy en día.
Todo el libro ofrece distintos hallazgos que Elisa y sus colaboradores hicimos a lo largo del proceso, al que fue una delicia contribuir, con la esperanza de que este volumen abra el camino a mayor investigación en este rubro, así como a una mayor profesionalización del oficio de vestuarista en el cine, del que, según me comentó María Estela Fernández, no existe una escuela o un programa académico para su aprendizaje.
La presentación, celebrada en la sala 4, estuvo muy concurrida y engalanada con la presencia de muchas personalidades del cine mexicano, a las que nuestra querida Elisa convocó para esta ocasión: el ganador del Oscar Eugenio Caballero, Salvador Parra, Juan Antonio de la Riva, Julián Hernández, Alejandro Pelayo, Ana Cruz, el actor Arturo Beristain y muchos más.
El libro se puede adquirir ya en librerías y con la misma coordinadora. ¡No se lo pueden perder!