Por Raúl Miranda

A diferencia de ¡Vámonos con
Pancho Villa!, en donde el jefe de la División del Norte mataba a la
esposa e hijos de uno de sus soldados para que no tuviera pretextos
familiares para seguir combatiendo, en La Justicia de Pancho Villa
(1938-1939), el Centauro del Norte prefiere reunir al gaucho Múgica con
su mujer e hijo, evitando así su enrolamiento. Con una especie de ánimo
panamericano El gaucho Múgica, primer título que llevaba la cinta, ha
llegado cabalgando desde la pampa argentina para enlistarse en las
fuerzas villistas, dado que admira fervientemente al héroe
revolucionario, del que se entera según las hazañas descritas en el
periódico La Nación. El valiente gaucho también tiene la intención de
volverse rico participando en la revolución mexicana. Antes, ha dejado
a su ñata embarazada, sin él saberlo, y se ha olvidado de ella, a pesar
de las promesas, al enamorarse de la rica y bella Mercedes, hija de
hacendada. 

Inscrita en la tendencia temática sobre el villismo, que daba buenos
resultados en taquilla, Guz Águila, el guionista de las célebres
películas La Llorona (1933), La mujer del puerto (1933), Allá en el
Rancho Grande (1936) y Águila o Sol (1937) entre otras, se anima a
dirigir, o a codirigir. El resultado es una cinta sin mayor intención
que divertir, a partir de las aventuras de este gaucho, especie de mito
de la “argentinidad”, creada por José Hernández en su Martín Fierro
(1872-1879). El gaucho, personaje de vida libre, conocerá finalmente a
su ídolo Francisco Villa. Querrá entablar unas “payadas” o unos
“cielitos” con el general, pero ese otro mito rebelde, el general
Villa, desconfiado, lo manda fusilar, pues se encuentra oficinescamente
ocupado preparando la batalla de Celaya. Y Guz Águila, cual si fueran
otros rollos perdidos de la revolución, plantea la conversión
argumental de un gaucho que verdaderamente quiso asesinar a Villa (el
tal Mugica, sin acento, aparece “con su vestimenta lujosa de gaucho en
una foto del tomo tres de la Historia Gráfica de la Revolución Mexicana
de los Casasola”, escribe García Riera). 

Estas aventuras gauchescas iniciarán una noche de vigüela y de fogón en
la que Múgica, en medio del calor humano de los humildes pobladores
rurales rioplatenses, anuncia su intención de partir, como si fuera
brigadista internacional, a la guerra de los hermanos mexicanos. De tal
suerte que Guz Águila, emulando a Leopoldo Lugones, impulsa la graciosa
mitología del gaucho osado y pendenciero, que hasta el mismo Borges
ayudó a construir. 

Así, Múgica atravesará la América bolivariana, gozando de los bailes y
cantos de los pueblos hermanos. Una vez en la nación mexicana, los
festejos seguirán en la embajada argentina y en la hacienda huésped. No
olvidemos que el guionista y director se especializa en la “redacción
de argumentos para teatro de revista… además de escribir canciones”
(nos informa Perla Ciuk, en su Diccionario de directores del cine
mexicano). 

Para el año de La justicia de Pancho Villa, ya se ha filmado la
trilogía fundamental del cine de la revolución: El prisionero trece
(1933), El compadre Mendoza (1933) y la mencionada ¡Vámonos con Pancho
Villa! (1935), las tres dirigidas por Fernando de Fuentes. A partir de
aquí el llamado género de la Revolución, tendrá diferentes calidades,
unas cintas de tono serio y otras no tanto, hasta llegar a la parodia.
El filme de Guz Águila es la iniciadora de este último tono. Un Pancho
Villa al que sólo se le puede ver previa cita, entretenido en el uso
del teléfono y el timbre de escritorio, elaborando sus tácticas y
estrategias, rodeado de sus lugartenientes buenos para nada. Enviando
al paredón a cualquier sospechoso y conduciendo él mismo un Ford para
enmendar alguna injusticia, con timing de tensión al estilo Griffith. 

La justicia de Pancho Villa es una cinta antisolemne, como ya lo eran
las imágenes de los revolucionarios caricaturizados por los artistas
gráficos de la Revolución.
La película fue exhibida sin éxito en 1940, Guz Águila regresó al
guionismo y no volvió a dirigir. He aquí su curiosa contribución (¿o
debemos escribir, tergiversación?) al mito del hombre que pudo negociar
con Hollywood, a través de la Mutual Film Corporation, la filmación de
su propia leyenda. 

Recomiendo la lectura Pancho Villa: el mito y el cine, de Gustavo
Montiel Pagés, ensayo aparecido en Filmoteca 1, “El cine y la
revolución mexicana”, Filmoteca de la UNAM, 1979. 

Dir: Guz Águila / Guión: Guz Águila
Con: Vicente Padula, Stella Inda, Loló Trillo, Amparo Arozamena, Luis Álvarez, Agustín Isunza, Enrique Cansino.