Por Perla Schwartz
Cascada de imágenes entretejidas que no necesitan el soporte de la palabra o de la música, imágenes que validan el retrato de una Italia rural, donde en apariencia no pasa nada, pero ocurre todo. Tal es la propuesta de “Cuatro estaciones” (“Le quattro volte”), largometraje de Michelangelo Frammatirno, que forma parte de la programación del 31º Foro Internacional de la Cineteca, y que ganó el Premio Especial del Jurado Palm Dog en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes del 2010.
Un poema fílmico donde se desdibujan las fronteras entre documental y ficción. El hombre, los animales, los vegetales y los minerales son los protagonistas de esta aventura artística, todos ellos elementos que conforman el reino de este mundo- diría Alejo Carpentier.
Un himno a las pequeñas cosas, en ocasiones imperceptibles que son parte de la vida y que se encuentran en una continua transformación. De manera hábil, Frammartino maneja diversos encuadres que se erigen en bellísimos cuadros, dignos de la creatividad de cualquier pintor imaginativo.
Lo importante es que en el visionado de “Cuatro estaciones”, el espectador se permita disfrutar todo ese arcoiris de sensaciones que le puede ir despertando aquello que está mirando en la pantalla. Es un retrato lleno de sutilezas, la poesía permea cada uno de los fotogramas.
Un ritmo moroso preside una narrativa cinematográfica que posee una estética portentosa, un cine contemplativo bien entendido que se sustenta en una rompecabezas que va tomando mayor coherencia en la medida en que avanza el metraje de escasos 90 minutos.
Un viejo pastor enfermo se aferra a diversos remedios caseros; se muestra el nacimiento y los primeros días de un cabrito; las etapas que pasa un castaño, así como la transformación de la madera en carbón, una usanza en los bosques de Vibo. La lente fotográfica y el montaje de esta película capturan la esencia primigenia de la vida.
“Cuatro estaciones” es una invitación al goce, un cine posmoderno y creativo; un homenaje a las excelencias del cine mudo, puesto que al director le basta apoyarse con algún sonido ambiental, en tanto despliega la imagen en su vastedad.
Ejercicio de virtuosismo de un artista sensible que sabe entretejer al hombre que aprecia la magnificencia de la naturaleza.
“Cuatro estaciones” (“Le quattro volte”). Italia, Alemania, Suiza, 2010. Dirección: Michelangelo Frammartino. Fotografía: Andrea Locatelli. Duración: 88 minutos.