Por Lorena Loeza
Este 25 de mayo se celebra el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple. Cerca de dos millones de personas que padecen la enfermedad en todo el mundo, dedican este día a visibilizar algunas de las deficiencias que significa vivir con una enfermedad crónica y progresiva, pero sobre todo incierta, considerada una de las principales causas de discapacidad para adultos jóvenes en todo el mundo.
La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica, autoinmune y crónico degenerativa para la cual todavía no existe cura. Resulta del daño en la mielina, capa protectora que envuelve las fibras nerviosas del sistema nervioso central (cerebro, médula espinal y nervios ópticos). Cuando la mielina sufre daños, interfiere en los mensajes entre el cerebro y otras partes del cuerpo. También puede producir lesiones permanentes a las fibras nerviosas y provocar con ello distintos de tipos y niveles de discapacidad.
Como muchos otros padecimientos neurológicos, la historia de personas con el padecimiento ha sido llevada al cine abordando distintos aspectos, sin embargo, es importante decir que el séptimo arte, en general, hace retratos muy pobres o poco fidedignos de las enfermedades neurológicas. La intención de privilegiar el desarrollo de las líneas dramáticas que producen las enfermedades en las vidas de las personas, a menudo provocan que pasen a segundo plano aspectos informativos, hechos médicos, condiciones fidedignas de los efectos de los medicamentos o la evolución de la enfermedad. En este punto, siempre habrá discusión acerca de que si se trata de informar, siempre están los documentales o el Discovery Health. Sin embargo, una cosa no está peleada con la otra y quizás se agradecería un mejor tratamiento de la realidad de un padecimiento como éste y muchos otros en la pantalla grande.
Por otra parte, no son muchas las cintas filmadas sobre el tema. Sin embargo, pueden comentarse algunas de ellas en función del modo de abordar la vida o la situación particular de alguien que padece el padecimiento. Tratando de clasificarlas de este modo, podemos decir que hasta ahora han sido tres las maneras de abordar este tema en el cine: el primero, el que tiene que ver con mostrar ejemplos de cómo luchar adversidad, de inspirar en función de historias de superación y determinación. El segundo, el que explora una línea dramática derivada de la situación de estar enfermo. El tercero, el tratamiento biográfico, en el cual el padecimiento forma parte de la narración de la vida de una persona destacada.
En el primer grupo se concentran dos filmes dignos de comentarse: El primero de ellos es “Poseída” (Freak City, L.Littman, 1999) La cinta trata la historia de una joven que es internada en una institución a causa de su enfermedad y entre otras cosas, porque su familia no quiere hacerse cargo de ella. Ella animará a enfermos con otros padecimientos a enfrentar su situación, además de encontrar para ella misma un mejor modo de aceptar la suya.
Otra película con tratamiento similar es “Go now” (M.Winterbottom, 1999) que cuenta además con una muy destacada participación de Robert Carlyle, interpretando a un hombre al cual el padecimiento le cambia la vida, al punto de alejarlo de familia y amigos a causa de vivir una situación que no entiende. Sin embargo, por la vía del amor de una auténtica compañera de lucha, encontrará la forma de afrontar la enfermedad y de entender esta nueva vida que le ha sido otorgada.
En ambos casos, la enfermedad es el detonante de una serie de desventuras, que sin embargo, no obstan para transmitir un mensaje esperanzador. También hay que decir que quizás sean las cintas de este tipo las que tratan más superficialmente la cuestión médica que implica la enfermedad.
En el segundo grupo –el de la línea dramática derivada de la condición de enfermedad- hay dos películas particularmente interesantes por distintas razones. La primera es una cinta alemana “Yo acuso” (“Ich klage”, W. Liebeneiner, 1941) que más bien aborda el tema de la eutanasia, poniendo sobre la mesa un debate definitivamente adelantado para su época. La película cuenta la historia de Hanna, una joven que atormentada por la condición que implica estar enferma de esclerosis múltiple, suplica a su marido–médico prestigioso de Munich– que la ayude a morir, pues no soporta la idea de verse degradada físicamente por la enfermedad. Aquí es importante decir que para la época en que la cinta fue filmada, no había tratamientos y sobre la enfermedad se sabía muy poco, el temor por tanto estaba perfectamente fundado y hace que el planteamiento central de la cinta mantenga la coherencia dentro de la historia y justifique las decisiones que toman los protagonistas.
La segunda es una cinta española, “Medrana” (L. Herrera, JL. Ruíz 2004). Aquí la condición que supone el avance degenerativo de la esclerosis múltiple es comparado con la realidad Asturiana contemporánea. Con parálisis, confusiones, incertidumbre y miedo, el tema nuevamente no es la enfermedad misma, sino el drama asociado a ella.
Finalmente, están las cintas de corte biográfico, que en realidad son las más conocidas por el público en general, ya que abordan la vida de personas destacadas que padecen o padecieron la enfermedad. Son de destacar dos, por su calidad cinematográfica y por las actrices que protagonizan los personajes centrales, que constituyen estupendos retratos en ambos casos.
La primera de ellas es “Ansias de vivir” (Duet for one, A. Konchalovsky, 1986) que cuenta la historia de Stephanie Anderson, una violinista que padece esclerosis múltiple,a causa de la cual, lo pierde todo y su vida se derrumba. Un final esperanzador de como superar la situación de haber estado en la cima, descendido al infierno y emerger victoriosa, es la tónica general de la cinta. El papel central es interpretado por Julie Andrews de manera muy destacada, junto con un elenco bastante bueno que incluye a Max Von Sydow, Ruppert Everett y Alan Bates.
Por último, acaso la más famosa de todas: “Hilary y Jackie” (A. Tucker, 1999) narra la historia de Jacqueline Dupré, violonchelista que fallece a los 42 años víctima de la enfermedad. La historia es llevada al cine protagonizada por Emily Watson y Rachel Griffits quienes serían nominadas al Oscar por estas actuaciones. Jacqueline Dupré es considerada la mejor intérprete de violonchelo en la historia. Respecto a la película hubo un fuerte debate acerca de aspectos familiares y personales que se contaban acerca de la relación entre las dos hermanas – el marido que se prestan y esas cosas-. Sin embargo, la escenificación de deterioro físico de Jacqueline es impactante. Sobre todo porque en aquella época no había otra cosa que hacer más que esperar la muerte, porque todavía no se desarrollaban los medicamentos que ahora existen. Si Dupré hubiera sobrevivido diez años más, hubiera tenido acceso a medicamentos que hoy aseguran una mejor calidad de vida a pacientes en todo el mundo, es una desgracia que haya muerto tan joven.
Una frase pronunciada por Watson –o Dupré en esta cinta- es perfecta para dar paso a la reflexión final. “Menos mal que es esclerosis múltiple, creí que me estaba volviendo loca.”
Y es que nada es más perturbador para una persona que hacerse consciente por la vía de la enfermedad, de su fragilidad y de la necesidad de poner a la muerte o a la invalidez en su mapa de vida. Muchos de los personajes en estas y otras cintas lo muestran de manera por demás desgarradora, y sin embargo, en ocasiones apenas se asoman a la realidad de las palabras atragantadas, a la pérdida de sueños, trabajo y familia que afrontan aún hoy dos millones de personas en todo el mundo que viven con esclerosis múltiple. Y no se rinden, que es lo esperanzador.
Definitivamente, es este un gran tema para la reflexión este 25 de mayo, entre los enfermos, sus amigos y familiares y en realidad para todos. Es un hecho que nadie será sano por siempre ¿ o sí?