Por Pedro Paunero

Con cada adaptación nueva, hay un alejamiento mayor, por parte de los guionistas, de la novela de Frederick Forsyth, “El día del chacal” -la primera, que data de 1972, en una cinta dirigida por Fred Zinnemann, sumamente fiel- hasta alcanzar el Siglo XXI con la “inclusión” (tan presente hoy en día) de Bianca Pullman (Lashana Lynch), como una agente de la Inteligencia británica, MI6, experta en armas, que persigue al implacable “Chacal” (Eddie Redmayne), asesino a sueldo (francotirador extraordinario), de rostro gélido y cuidadoso con cada uno de sus encargos, a diferencia de ese lejano matón, cuya misión era matar a Charles de Gaulle (con resonancias reales, pues el personaje estaba basado en un hecho histórico), en el “prehistórico” año 1963. Pero De Gaulle ya no le dice nada a los consumidores de Streaming del Siglo XXI, por lo que la trama original de la novela -una de las pioneras en el subgénero de “novelas de verdugos”, surgido de ese otro popularísimo que fue el de espías, con su aberrante “evolución” hacia la seudo Ciencia ficción con James Bond a la cabeza-, queda casi por completo diluida, máxime que aparece ahora bajo formato de serie de diez episodios.

Creada por  Ronan Bennett, un aspecto importante y, sobre todo esclarecedor, perdura: el acercamiento intimista que Forsyth dedicara a su asesino, que en esta adaptación se vuelve un aficionado a la ornitología y un dedicado padre de familia, con los escollos consabidos, ya que su esposa Nuria (Úrsula Corberó), con quien tiene un hijo, ignora de dónde sale el dinero para sostener la lujosa villa donde vive, situada en una España rural de cuento de hadas y sucumbirá a las dudas y curiosidad de su hermano, cual moderna Pandora. El “Chacal” no obstante, no es sino otro carnicero en la industria global de la muerte, tan vieja como los nizaríes fumadores de hachís del “Viejo de la montaña”, encargados de asesinar al regente, militar o político que les estorbara.

La víctima de este Chacal del Siglo XXI, aunque no se trate sino de un avatar de Charles de Gaulle, es un súper rico con ideas de izquierda, cuyo nombre Ulle Dag Charles, se nos descubre como un anagrama del héroe de la “résistance”, y que pretende liberar un programa informático denominado “River”, que obligaría a los más ricos de entre los ricos, a una transparencia financiera que permitiría no acrecentar riquezas para unos cuantos, sino para las futuras generaciones -un eco de los ultra ricos que integran el movimiento “Pray to Pay More”, de la vida real, cuya idea central es el mantenimiento de la democracia como oposición al poder económico en unas cuantas manos, que socavarían esa visión  de un pueblo que tanto pone como quita gobernantes por un solo voto-en una visión utópica que no todos comparten, bajo un aspecto que recuerda el tratamiento cinematográfico que recibiera Simon Templar, el “Santo”, en la versión para pantalla grande del año 1997 y dirigida por Phillip Noyce, en una -para entonces- actualización del personaje, enmarcado en los inestables años posteriores a la caída de la Unión Soviética. A pesar de su peligroso como obsceno trabajo, este “Chacal”, ignora la premisa básica del citado Simon Templar (que este mismo traiciona) y, con esta, la de todos los espías, contra espías, asesinos y verdugos: “Nunca digas tu nombre”, “Nunca des la espalda”, “Nunca te enamores”.

¿Por qué razón, en el Siglo XXI, seguimos viendo películas de detectives, espías y asesinos a sueldo? En algún lugar, Borges aseguró que, el Siglo XX, se ocupó de consumir toda una novelística sobre lo criminal. La criatura nocturna, enmascarada y que usa capa de Bob Kane, lector de novelitas pulp de detectives y admirador del Zorro, el enmascarado justiciero de la California virreinal, rebajó la violencia del naciente noir en un personaje (Batman) atractivo para el público juvenil, que grita desde su antifaz que la policía es inútil, que toda civilización produce un tipo de ser marginal, enfermo y parasitario a un tiempo, que merece ser erradicado y cuya atractiva parafernalia para hacerle frente -mucho dinero a disposición y maquinaria de Ciencia ficción- mantendría a flote las súper producciones del cine del siglo siguiente, más violentas y espectaculares, pero igual de romantizadas. Parte de la respuesta se puede localizar, precisamente, en la idealización de esas figuras, y en la creación de un corpus de anti héroes que desafían la autoridad o son, ellos mismos, representantes de una justicia retorcida. Revisense, para esto, las películas de la sangrienta saga “Saw”, como ejemplo paradigmático. Monstruos de la vida cotidiana, que se salen con la suya la mayor de las veces, introduciendo un devenir filosófico y sociológico en sus actos, más allá del simple psicópata.

El “chacal”, en su juego supremo de supervivencia, colecciona raros juegos de ajedrez, exquisitas piezas para conocedores, que conservan un dejo de romanticismo en su sino brutal, tal como el Sargento Cuff, detective pionero, adoraba cultivar rosas en la inicial novela “La piedra lunar” (1868), de Wilkie Collins, y posee una serie de dones que lo sacan de toda suerte de embrollos a tiempo, como ser plurilingüe y tener por amigo -y socio- a Norman Stoke (Richard Dormer), un fabricante de mortales y efectivas armas artesanales, como James Bond tuviera a “Q”, su proveedor de gadgets.

Fría y escalofriante por momentos, “El Chacal” nos recuerda que los verdugos siempre obedecen a una agenda política. De lo mejor en Streaming en este desangelado 2024.

Distribuida por Disney en Star

Por Pedro Paunero

Pedro Paunero. Tuxpan, Veracruz, 1973. Cuentista, novelista, ensayista y crítico de cine. Pionero del Steampunk y Weird West. Colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Votante extranjero de los Golden Globe Awards desde 2022.