El material gráfico que ilustra este artículo procede del Centro de Documentación de la Filmoteca de la UNAM

Por Arturo Garmendia

A diferencia de José Vasconcelos, quien no le daba mayor importancia al cine, el ministro de Educación Pública de Abelardo L. Rodríguez, Narciso Bassols, pensaba que no había mejor medio de comunicación para educar al pueblo en materia cultural. Sin embargo, en 1931, al iniciar su gestión, consideraba que la tarea de llevar el séptimo arte al campo era punto menos que imposible porque todo estaba por hacer:

“Es de trascendencia vital esta cuestión –expresó-, porque no parece fácil que en mucho tiempo podamos crear una industria cinematográfica que nos libre de las películas norteamericanas (casi en su totalidad detestables y siempre habladas en inglés) y mientras esas pésimas películas sean la única diversión en la ciudad de México, ni pobres ni ricos podrán encontrar espectáculos capaces de levantarles el espíritu y abrirles la sensibilidad para acercarse con provecho a cosas mejores.

Parece evidente que el desarrollo del teatro en México tiene, por tanto, doble interés: el que como teatro le corresponde y el que nace de su papel de instrumento de lucha contra el repugnante cinematógrafo de California. En este aspecto conviene hacer observar, a los que ignoran lo que acontece fuera de la ciudad de México, que en materia de teatro la educación rural ha avanzado un paso que si se sabe proseguir y consolidar en sus resultados, será de inmensa significación artística y humana. En los últimos tres años se han construido en miles de escuelas rurales, así, en miles de escuelas, teatros al aire libre”.1/

No se le escapaban al ministro las dificultades de la empresa, en primer término, la inexistencia de dramaturgos que comulgaran con la ideología que el nuevo gobierno quería difundir, prerrequisito indispensable para obtener el respaldo popular para las reformas de fondo al sistema social y económico que quería emprender. Por eso planteaba que era necesario transformar a los propios productores artísticos, a quienes hasta entonces “se les toleraba hasta que escandalizaran un poco, que se embriagaran en medio de su bohemia, porque se les tenía en el fondo como seres ajenos al Estado, eran inspirados, eran artistas”.

Pero “la situación está cambiando y tiene que seguir adelante en su transformación. El arte se hará más y más cada día una cuestión pública… El artista, particularmente el de teatro, se convierte… en un funcionario que tiene deberes que cumplir: la sociedad les reclama teatro, como a los jardineros les exige que Chapultepec esté bien cuidado. El que no sienta este nuevo tipo de inspiración, el que necesite enfermar del corazón  para estar en trance artístico’ que cambie de oficio o se elimine, es igual. A nadie le interesaría su teatro, como no le interesaría su muerte”. Finalmente, concluye: “Hay tanto arte en un teatro para

ejidatarios que en uno destinado a expresar problemas humanos de inhumanas y extravagantes minorías. Sin que con ello se afirme el valor artístico de cualquier grito de propaganda, aunque teniendo para este último la apreciación ventajosa de que, si no es obra de arte, por lo menos es eso, propaganda, lección de higiene y de buenas costumbres, en vez de incitación de desviados caminos de insania”. 2/

Quienes acudieron al llamado de Bassols para desarrollar su proyecto teatral fueron los noveles escritores Juan Bustillo Oro y Mauricio Magdaleno que en sus años de preparatoria se habían adherido al movimiento vasconcelista, como miembros del grupo Los incendiarios, y que impulsaban el proyecto que llamaban Teatro de Ahora cuyo propósito, a decir de Bustillo Oro, era el intentar un teatro de sentido social, antiburgués y revolucionario, bajo la influencia de Erwin Piscator (1893-1966), teórico y director teatral que en los años veinte fuera uno de los representantes del teatro berlinés de agitación política, y que además entendía el teatro como elemento de educación revolucionaria para las masas. El secretario de Educación Pública les brindó respaldo para que se dieran a la tarea de crear piezas de alto contenido social. El apoyo, además de financiero, se concretó en la concesión  del  Teatro  Hidalgo  de   la  Secretaría  de Educación para montar sus obras. Pudieron estrenar así Trópico, de Magdaleno, y San Miguel d de las espinas, de Bustillo Oro, si bien el público no los premió con su asistencia y la crítica no los trató muy bien.  Por ejemplo, Salvador Novo censuró “… la cataplasma de una temporada de obras mediocres, pero mexicanas, que apelan sin justicia a un resorte patriótico que su buena calidad, si la tuvieran, no tendría para que tocar, y que alcanza a veces la impureza narrativa y torpe del Teatro de Nunca”. 3/

Sin embargo, independientemente de lo utópica y limitada que pudiera haber resultado la estrategia educativa del ministro Bassols, queda claro su interés por desarrollar, en algún momento, una industria cinematográfica nacional, para combatir a lo que era un formidable adversario ideológico a los ojos de un funcionario socialista: Hollywood.

Dejemos pues de lado su proyecto teatral para observar sus incursiones en el cine, que tuvieron su punto de partida con la película Redes (F. Zinnemann / E. Gómez Muriel, 1934).

Durante una estancia en Nueva York Carlos Chávez,. compositor y director de orquesta mexicano, conoció a un prometedor fotógrafo llamado Paul Strand y lo invitó a venir a México.. Aquí el fotógrafo se hizo amigo del sobrino del músico, Agustín Velásquez Chávez, quien le sugirió viajar por el país para fotografiarlo. Posteriormente, con ayuda de Carlos Chávez, Strand hizo una exposición en el edificio de la secretaría de Educación y consiguió un encargo de trabajo, hacer un reportaje sobre las escuelas rurales del estado de Michoacán. Nuevamente la pareja de amigos viajó para que Strand realizara retratos de campesinos, que obtuvieron un éxito total. Tras esto, recomendados por el compositor (que fungía como director del Departamento de Bellas Artes, hoy como entonces dependencia de la SEP, se presentaron en la oficina de Narciso Bassols para mostrarle las fotografías que había tomado y  Bassols se interesó por su trabajo, particularmente al saber que Strand había filmado en 1921 un cortometraje sobre Nueva York titulado Manhattan, inspirado en algunos versos de Walt Whitman. 4/

Surgió así el proyecto de crear desde la SEP un movimiento cinematográfico, que atendiera a las siguientes cuestiones: ¿Quién iba a ser el público? ¿Qué tipo de películas debería ver? ¿Qué quería decirle a ese público el gobierno? Y ¿Qué tipo de lenguaje cinematográfico debía usarse para llegar a ese público? Para resolver el cuestionario se reunieron Bassols, Strand, Chávez y su sobrino Agustín Velásquez Chávez (que se encargaría, junto con Strand del guión de Redes) y sus conclusiones fueron:

  • El principal destinatario de este cine serían los 16 millones de indígenas que habitaban en el país.
  • Las películas que se hicieran para ellos tendrían por tema la búsqueda de su bienestar económico (la minería, la pesca, el cultivo del maíz, la ganadería, entre otras actividades), sin limitarse a describir sus técnicas de producción, sino que las historias debían reflejar la vida de las personas que producían todas esas cosas
  • Respecto al mensaje que se quería trasmitir, se decidió que no era suficiente describir la lucha del hombre contra el medio, a la manera de Robert Flaherty, sino que debía mostrarse que la lucha social también era parte del problema;
  • Y por lo que toca al formato cinematográfico se optó, puesto que la gran mayoría de ese público era analfabeta y en una gran proporción no hablaba español, lo mejor era privilegiar el dramatismo de la imagen para alcanzar a la gente con más fuerza. 5/

Como es sabido, la filmación de Redes sufrió mil contratiempos, siendo uno de los mayores la salida de Narciso Bassols de la SEP para ir a ocupar el cargo de secretario de Gobernación en 1934, el último de la gestión del presidente Abelardo L. Rodríguez. A distancia el ministro siguió preocupándose por la cinta, y apoyándola eventualmente: por ejemplo, fue él quien consiguió el

dinero para financiar la musicalización con la partitura de Silvestre Revueltas, en 1935, cuando era ya secretario de Gobernación en la administración de Lázaro Cárdenas. Redes no se terminó y estreno sino hasta el año siguiente.

Strand regresó a los Estados Unidos, donde quiso compaginar sus actividades fotográficas con las cinematográficas que recién había emprendido. En 1937  funda la compañía productora Frontier

Films, en compañía de Leo Hurwitz, Lionel Berman y Ralph Steiner, como una organización educativa, sin afán de lucro. El año siguiente, la compañía edita material cinematográfico filmado en distintos frentes de la Guerra Civil Española y produce el documental Heart of Spain, encargándose de distribuirlo en Estados Unidos.

En 1942 Frontier Films produce Native Land, fotografiada por Paul Strand y codirigida por él mismo y Leo Hurwitz, siete años después es presentada y premiada  en el Festival de Cine de Checoslovaquia. Strand murió en 1976 en Orgeval, Francia, lugar de su última residencia. 6/

Redes permanece como un momento clave en la historia del cine nacional. Integra y sistematiza un conjunto de elementos (fotografía, música, temática social, línea argumental, representación no profesional) para proponer un modelo a seguir que retomará el cine independiente de los años sesentas (Raíces, El brazo fuerte); y que aún está abierto a la experimentación.

En los años 30’s, el resultado final de este experimento era fácilmente predecible. La inestabilidad política y social, la colaboración discontinua de tantos elementos, nacionales y extranjeros, durante el rodaje y la postproducción, debilitaron e hicieron esquemático el trazo argumental y rígido el mensaje del filme. Sin embargo, de él pueden rescatarse la fotografía, si bien algo  estática, de Strand y la música de Silvestre Revueltas: de ella puede decirse con seguridad que es la partitura mejor acoplada a una película nacional. Son ambas, fotografía y música, la parte artística que anima la bienintencionada propaganda que el régimen quería transmitir.  Bassols calculó bien: el espíritu nacionalista que animó su programa cinematográfico señalaba una ruta viable para el cine mexicano, vigente todavía el sexenio posterior, que rendiría algunas de las mejores películas nacionales.

La cinta muestra el levantamiento de un grupo de pescadores en contra del acaparador de su producto, quien con la complicidad de las fuerzas políticas del lugar los mantiene en la miseria. Por su tema se equipara con otra película coetánea, La revuelta de los pescadores (1934) de Erwin Piscator, y aún anuncia la primera obra maestra de Luchino Visconti: La tierra tiembla (1944).

Filmada en escenarios naturales de Alvarado, Veracruz, y utilizando como figurantes a pescadores del lugar, Redes se apega en lo fundamental a las teorías eisenstenianas del tipo y del montaje, adoptando un tono documental, pero haciendo a la vez alarde de fotografía preciosista. Redes es una cinta de denuncia elemental, pero perdurable en la medida de que el problema que aborda persiste, la fuerza y belleza de sus imágenes conmueven y la música que las acompaña se integra como ninguna otra en el cine nacional al corpus dramático.

A propósito de la música del filme, cabe recordar que se sobreentendía que Carlos Chávez firmaría la partitura. Sin embargo, los cambios en el gabinete mencionados determinarían que éste fuera substituido por Antonio Castro Leal, quien replanteó el proyecto prescindiendo de Chávez, por lo que Paul Strand envió una invitación directa a Silvestre Revueltas para que aportara la música de la película. Strand explicó a Chávez el cambio de la siguiente manera: “Nunca se me ocurrió que nadie sino tú escribiría la música para Redess. Sin embargo, cuando a través de Agustín supe que Revueltas escribiría la música, concluí que eso era sólo porque tus compromisos te hacían imposible venir aquí (tú ya me habías escrito algo acerca de eso) y de allí el cambio. Contra mi sincera decepción estaba el sentimiento de que con Silvestre teníamos a otro artista, y no uno de segunda”.

Si bien esto pareció generar un alejamiento entre Chávez y Castro Leal, aquel parece haberle atribuido mayor responsabilidad a Revueltas, con quien ya tenía cierta rivalidad.

Revueltas aceptó el cargo y, entre septiembre y noviembre de 1934, a petición de Strand, viajó a Alvarado, Veracruz donde se filmaba la película para conocer las locaciones y al equipo de filmación. Ahí comenzaría con los apuntes para su composición. Durante septiembre de 1934, cuando Revueltas ya trabajaba en la música de la película, falleció su hija Natalia Revueltas Acevedo, la que debió sumar a las emociones expresadas en su partitura, ya que coincidía que dentro de las escenas de Redes un hijo de uno de los pescadores muere por falta de dinero para su curación.[

Aun estando en Alvarado, el 21 de octubre de ese mismo año, Revueltas terminó un primer borrador de su partitura con el nombre preliminar de la película “Pescados” el cual dedicó “A la memoria de Natalia“.​

Para el posterior desarrollo de la composición, Revueltos utilizó la versión ya editada de la película, hacia octubre de 1935, la cual repasaba con ayuda de una moviola, lo que le permitía ver una y otra vez las escenas, lo que sin duda ayudó a que la música pusiera los énfasis correctos dentro de los momentos más dramáticos de la historia.

NOTAS

1/  Narciso Bassols. .Sobre teatro, en El Universal Ilustrado, mayo de 1934. Cit. en Obras, Fondo de Cultura Económica, México, 1964.

2/ Narciso Bassols. Ibid.

3Ver Juan Bustillo Oro, en la página Web de la UNAM Escritores del cine sonoro mexicano http://escritores.cinemexicano.unam.mx/biografias/B/BUSTILLO_oro_juan/biografia.html

4/ Tanto Redes como Manhatta están disponibles en You Tube.

5/El documento en que se hace este planteamientoes el ensayo Una pequeña nota sobre cine, de Paul Strand, citado en Lorena Gómez Mostajo “Redes. Las tribulaciones de Paul Strand”, recogido en Luna Córnea No. 24, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, julio – septiembre 2002.

6/ Aperture Master of Photography. Paul Strand. Konemman Eds. New York, 1997

Por Arturo Garmendia

Arturo Garmendia se inició como crítico cinematográfico en 1967. Es pues uno de los decanos del ramo, pero además es cineasta y escritor. Sus tres cortometrajes (Horizonte, Chiapas, Junio 10, testimonio y reflexiones y Vendedore ambulantes) fueron incluidos en el coloquio Descongelar la revolución, organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, en 2021 y pueden verse en la plataforma You tube con el link  https://www.esteticas.unam.mx/coloquio-descongelar-la-revolucion Además es autor, entre otros libros, de las colecciones de cuentos El niño y La Bestia y Las dos Fridas, a la venta en Amazon.com.