Por Hugo Lara
Playa del Carmen, “Pánico 5 Bravo” (“5 Bravo”, 2014) es el debut como director y guionista del actor mexicano Kuno Becker (“Goal!”, 2005; “Espacio interior”, 2012) , que también es el protagonista de la cinta y que tuvo su premiere dentro del Riviera Maya Film Festival (RMFF), donde estuvo presente Becker. Se trata de un relato de suspenso de bajo presupuesto, hablado en inglés, con la mira puesta en alcanzar un auditorio más amplio, tanto en México como en Estados Unidos.
La película está centrada en Alex (Bekcer), Bobby (Catherine Papile), Richard (John Henry Richardson) y el novato Josh (Dan Rovzar), unos paramédicos gringos que esperan entrar en acción, mientras matan el tiempo a bordo de su ambulancia, del lado de Arizona y a unos metros de la frontera con México. Súbitamente son puestos en alerta cuando descubren a un hombre herido del lado mexicano. Enfrentados al dilema de ayudarlo o no, finalmente se lanzan al rescate del hombre, cruzan la línea y, cuando están a punto de regresar, su vehículo es chocado violentamente y sufre una volcadura, causada por unos narcotraficantes que los acechan. Sin poder salir de la ambulancia, maltrechos y confundidos, los cuatro paramédicos y el hombre herido son asediados desde afuera por un sádico villano, que busca recuperar algo que le pertenece.
Con elementos tomados del cine de acción de serie B, como “Assault on Precinct 13” (John Carpenter, 1976) o de algunos filmes más recientes como “Panic Room” (David Fincher, 2002), “Pánico 5 Bravo” intenta hacer funcionar su trama a partir de la claustrofobia y la paranoia, la violencia psicológica y una cuota de salpicaduras de sangre. El resulta es disparejo: hay algunos momentos que se desarrollan con eficacia, bien apoyados por la fotografía de Juan Jose Saravia y la edición de Ethan Maniquis, Craig Nisker y el propio Becker, que le sacan jugo a lo poco que tienen a la mano dentro de la cabina de la ambulancia, el espacio reducido donde se sitúa el 90 por ciento del relato. Sin embargo, conforme avanza la película, la narración se desbarranca a partir de las deficiencias del guión, de algunos personajes a los que les falta consistencia (Bobby) y de situaciones que no corresponden con la lógica de lo que se plantea. Por lo mismo, la tensión se evapora y no surten suficiente efecto ciertos componentes clave, como la presencia de los villanos, de quienes sólo escuchamos sus voces, los ruidos que hacen o las refriegas de las balas.
Otro aspecto que llama la atención de “Pánico 5 Bravo” es su discurso anti-mexicano, que se intenta disimular con el hecho de que el personaje de Becker sea de esta nacionalidad. Además de que se pronuncian varios diálogos racistas, en esa circunstancia —que bien podría recordar el ataque de los indios a una diligencia, si fuera un western— se desliza una mirada de desprecio a este país y su gente que, en efecto, se desgarra en la violencia y la corrupción que ha generado la guerra contra el narcotráfico. Así, los paramédicos gringos cruzan la frontera y se internan en la Tierra de Nadie, fuera de control. Es cierto que la violencia en México es un tema de mucha vigencia y de una brutalidad que no se puede negar, pero abordarla como simple entretenimiento entraña un conflicto ético que habría que tocar con sensibilidad y no con oportunismo, por el dolor tan vivo que significa para mucha gente.
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