Por Ali López
“Amor mío (Mon roi, Francia, 2015) el cuarto largometraje de la también actriz y modelo Maïwenn, nos presenta una historia de amor turbio, directo e impactante. Una cinta de vil sutileza y crueldad racionalizada. Todo lo contrario a una feel good movie o una simple chick flick.
La trama va de la mano de Tony (Emmanuelle Bercot), una abogada de mediana edad que conoce a Georgio (Vincent Cassel) sólo para enamorarse perdidamente de él. Un amor fugaz que poco a poco se vuelve eterno, y como todo lo que es infinito, termina por ser perecedero. Giorgio no vuelve a ser el romántico seductor que la conquisto con una sonrisa. De ser un hombre maduro pasa a un adolecente eterno, un enloquecido joven en busca de sexo, drogas y rock & roll. Un boxeador macho que desquita su furia con el costal humano que es Tony; un animal semental que sólo busca a la mejor hembra para perpetuar su especie, pero que después del apareamiento busca a la siguiente leona de la manada. Pero es Tony la que nos narra la historia, es bajo sus ojos, y sobre sus pies, donde vislumbramos este cruento acontecimiento.
Todo inicia con un accidente al momento de esquiar, Tony termina con la rodilla desecha, en terapia, y con la meta no sólo de poder caminar, sino de poder valerse por sí misma. Una metáfora acerca de la movilidad, la libertad y la independencia. Tony aprende a valorar lo que es, y lo que fue; pero sobretodo, y más importante, lo que será. Pero no, la cinta no tiene este tono de buena vibra que parece irradiar. No es una cinta fácil, al contrario, se vuelve insoportable, y no por mala, sino por buena. Cassel y Bercot regalan un duelo de actuaciones extraordinario, capaz de sacarnos de nuestras casillas, de crear arrebatos. El público resopla o vitorea las acciones de estos dos personajes, pues son invitados a entrar a este mundo privado. Son (somos) testigos de las verdades y de las mentiras, y la información que obtenemos de la cinta no es la de la intriga, es la de los hechos. Los golpes que recibe Tony los recibimos con ella, igual que los besos, igual que las dudas.
Es una cinta femenina, pero no feminista (o no bajo el entendimiento más pueril que hay sobre el feminismo); pues aunque se muestra al hombre (este hombre) como gran villano, no generaliza al género como simios deseosos de fornicar y comer. Hay personajes como el de Solal (Louis Garrel), hermano de la protagonista, que es la voz de la conciencia, y muchas veces del espectador, que dicta y dictamina el rechazo a la situación. Y aunque la cinta dicta como sentencia final que los niños son más lentos que las niñas, se expone a mayor medida la condición humana de la vida moderna, que el estatuto de lo masculino y lo femenino.
La psicología, la medicina y la química como alquimistas del Siglo XXI, como escaparates para los conflictos internos, y como dona salvavidas que emerge de la tormenta, y aunque no te lleve a tierra firme, por lo menos permite que no perezcas. El pasado como presente constante, como diccionario de términos del yo interno y externo, porque la edad, el físico y lo individual importan y pesan. Porque en difícil ser uno mismo en un mundo lleno de vanidad. Porque todos juzgan, aun los que son juzgados. La elaboración del discurso propio de defensa no sólo como escudo, sino como trampa, como red que atrape a los demás, a los que nos rodeen con sus halagos y nos hagan ser lo que somos, o no.
Tony como víctima de una jungla moderna, donde el ego es el mejor de los armamentos. Tony aprendiendo a ser ella, para ella y por ella. Desnuda, frágil, hermosa. Tony sabiendo que no hay mayor virtud que caminar, pues sólo así, puede seguir avanzando.
“Mon roi” se presenta en la Cineteca Nacional como parte de la Muestra número 60.