Luminoso descubrimiento
Por Daniela Espejo
Una luz, mitad día, mitad noche, atraviesa el campo abierto hacia el final de “El último verano de la boyita“ de Julia Solomonoff (Argentina, Francia, España, 2009). Se trata de un plano que define la extrañeza total del film.
Si bien en un primer momento podemos intuir que la película repite la temática de la muy admirada “XXY“ de Lucía Puenzo (2007), el tratamiento que Solomonoff hace del conflicto de un/una preadolescente que descubre su particular identidad sexual es por demás especial. Ya desde la fotografía, luminosa, colorida, veraniega, comienza la distinción. Si en “XXY“ todo era gris, oscuro, misterioso, “El último verano…“ se erige como un espléndido descubrimiento que más que confundir, revela, echa luz y alivia a los protagonistas.
Hay una búsqueda muy especial ahí. Jorgelina (Guadalupe Alonso), una niña de la ciudad argentina de Rosario, va a pasar el verano junto a su padre en el campo de su propiedad. Acaba de descubrir la existencia de la menstruación y hojea libros de anatomía de su padre médico. El campo lo cuida una familia de caseros cuyo hijo Mario (Nicolás Treise) comparte con la niña cabalgatas bajo el sol, aunque durante el día trabaja, no va a la escuela pero arrea el ganado, doma caballos, ayuda en la siembra a su padre y sus hermanos. Mario tiene una contextura física pequeña y es delgado. Un día cabalgando Jorgelina descubre que Mario sangra, se le ha manchado el pantalón a la altura de los genitales. Es, para ella, la menstruación de las varones. Mario, por su parte, se mantiene ignorante de su propio cuerpo.
La belleza lumínica de la fotografía de Lucio Bonelli nos introduce lentamente en el tiempo del film ya que, si bien en un principio pensamos que nos encontramos en la época actual, vamos divisando que la luz intenta darnos otros indicios que luego lo va corroborando el guión. Si en la recientemente nominada al Oscar “ No“ de Pablo Larraín, el uso del video marca la ubicación temporal del film y busca situarnos cual documental en plena campaña del referendum pinochetista de 1988, en la película de Solomonoff la mirada es más sutil pero su intención se acerca. Son los ochentas, la Argentina acaba de salir de su dictadura más terrible, la esperada luz, por tanto, ha entrado en escena.
No obstante esta elección, nos detiene nuevamente el plano de la extrañeza. Mario ha descubierto su identidad, su padre avergonzado lo maltrata. La niña sale al campo a buscarlo. ¿Es de día?, ¿es el atardecer?, ¿es de noche?, ¿es la luna que se posa sobre los pastisales?. Tardamos eternos minutos en entender y nos quedamos pensando. Al igual que Mario, descubrir lo oculto nos dejará perplejos y no será fácil adaptarnos a ese desfasaje, al despertar de la verdad.