Por Jean-Pierre Garcia
Desde Cannes (exclusiva)
Cannes nos propuso el pasado lunes dos películas que abordan la vida de dos presidentes americanos: Trump en el norte y Lula en Brasil. Hablamos ayer de la juventud de Trump en “El Aprendiz” (The Apprentice). Hoy, nos toca ir al extremo opuesto con el documental de Oliver Stone y Rob Wilson titulado “Lula” (2024).
Este documental, de estilo muy clásico, destaca por la investigación exhaustiva sobre la vida de aquel obrero metalúrgico que dejó la escuela a nivel de secundaria por necesidades económicas. Trabajó duro para ayudar a su familia numerosa, abandonada por el padre. Gracias a una formación profesional adquirida mientras trabajaba, Lula pudo conseguir un nuevo empleo con mejor salario y seguro social, lo que significó para él salir de la miseria.
Como miembro del sindicato de los obreros de la metalurgia, se involucró cada vez más en la organización laboral, hasta convertirse en el dirigente nacional del sindicato. Lula organizó varias huelgas, duras pero a veces victoriosas. Se dio cuenta de que quienes tomaban decisiones también estaban en el parlamento y disfrutaban del poder político. Pero no había ningún obrero que pudiera ser su portavoz en ese parlamento. No le quedaba más que constituir el famoso “PT” (Partido de los Trabajadores) y tratar de conseguir diputados. Lula se presentó tres veces antes de ser elegido democráticamente presidente de la República Brasileña.
Oliver Stone nos muestra los principios fundadores de una personalidad política de primer nivel en América del Sur y luego examina cómo se manipularon los hechos para impedirle ganar por tercera vez las elecciones. El director de JFK inició una investigación muy seria para entender cómo el pseudo juicio de Curitiba consiguió, manipulando los testigos y los tribunales, enviar al presidente Lula a la cárcel.
Vemos al hombre que descubrió numerosas pruebas y las manipulaciones de la CIA para, bajo el pretexto del Lava Jato, organizar la destitución de la presidenta Dilma Rousseff e impedir que Lula fuera elegido. Ese hombre se transformó en el Julian Assange de Brasil, casi sin desearlo. Puso el pie en un agujero y se dio cuenta de que era una hormiguera que se extendía por todo el país, afectando también a Bolsonaro y sus amigos.
Con una documentación detallada y variada, Oliver Stone nos muestra con certeza y lucidez los numerosos peligros que amenazan (como en el pasado) a las democracias latinoamericanas. Es relevante mirar lo que pasa en Argentina hoy (escuelas, derecho al aborto, cortes enormes en el cine argentino, etc.). Después del retrato de Trump, la obra de Oliver Stone es un aporte saludable. Y Cannes fue un buen lugar para verlo.