Por Hugo Lara

El periodista Javier Valdez, asesinado en 2017 a manos del narcotráfico, dejó en sus libros un amplio y detallado retrato del terror, la violencia y la crueldad fuera de toda proporción que impera dentro del mundo del narcotráfico. “Levantones” (2012), “Con una granada en la boca” (2014), “Huérfanos del narco” (2015) y otros volúmenes, son asombrosas crónicas que dejan helado al que las lea pero que, por su valor periodístico y narrativo, son imprescindibles y cobrarán mayor valor en los años que vienen como registros de este triste y devastador momento por el que cruza México. De manera afín a ese valiente trabajo de Valdez, puede ubicarse el documental “La libertad del diablo” (2017), el más reciente documental de Everardo González, director de apreciables filmes como “Los ladrones viejos” (2007) y “Cuates de Australia” (2011).

“La libertad del diablo”, filmada en el norte del país, recoge una serie de testimonios de personas que han pertenecido al narcotráfico o que han sido afectadas de manera directa por éste y la guerra que emprendió el gobierno mexicano en su contra desde hace unos 10 años. Los testimonios se intercalan unos con otros para dar forma a un recorrido por el horror y la tragedia que han cruzado estas personas. Así por ejemplo, a lo largo de la película se escuchan las voces de dos jóvenes sicarios que explican la forma en que fueron reclutados y la manera en que mataban sin compasión. La cotidianidad de sus ejecuciones terminaron por vacunarlos contra la sensación de misericordia. A cuadro también aparecen dos jovencitas a las que unos criminales les arrebataron a su madre frente a sus propios ojos. También figuran los casos de una madre que busca a su hijo desparecido, algunos policías y un soldado que narra el miedo y la angustia desde su condición, entre otros.

Todas las personas aparecen enmascaradas frente a cámara, con el fin de impedir que sean reconocidas y evitar represalias. Asimismo, el director buscó que las máscaras dotaran de mayor libertad a los interrogados, para que con ellas se sintieran con más confianza para hablar. Las entrevistas se hicieron mayoritariamente en interiores y el efecto de las máscaras vuelve todo aún más inquietante, lo que refuerza la idea de que vivimos en un país donde el diablo está libre y hace de las suyas sin freno ni  límites. Lo que describen estas personas forman un catálogo de las infamias rutinarias del narcotráfico que están sucediendo en este instante en alguna parte de México: ejecuciones a mansalva, torturas, violaciones, desapariciones, secuestros, corrupción, complicidad, traición, contubernio con las autoridades y más.

Es un documental realizado con sobriedad bajo la fotografía de María Secco, donde no se observan hechos de sangre explícitos, toda vez que es suficiente la voz de los entrevistados para sentir el dramatismo de sus historias.  El conjunto de testimonios resulta bien estructurado, bajo el sentido de urgencia para que los mexicanos ventilemos este doloroso tema, para comenzar a curar las heridas que a estas horas ya son muy profundas.

Con premios en festivales como Berlín y Guadalajara, “La libertad del diablo” se estrenó este fin de semana en la Cineteca Nacional y otras salas.

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.