Selección Oficial Iberoamericana
  

Por Ulises Pérez Mancilla.
  

Talent Campus. Guadalajara.
  

Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, autores de la entrañable Cochochi, vuelven a tomar la misma metodología de creación para su segundo trabajo: inspiración de un personaje y un contexto social específico de alguien con quien empatizan circunstancialmente en la vida, y deciden construir una obra ficticia a partir de una investigación en torno a sus actividades cotidianas. Dando por resultado, el planteamiento de una idea que sin ser documental, deje registro de la personalidad del personaje en cuestión a través de estilizados encuadres teniendo un apunte social como telón de fondo.
  

Sin embargo, entre Cochichi y Jean Gentile, ambas presentadas en el Festival de Venecia, hay grandes diferencias, comenzando porque ésta última demanda más atención de la gente en las butacas. Lo emotivo, sencillo y claro que era su oda al conflicto infantil con enorme crítica político-social en su ópera prima, aquí se ramifica hacia una tendencia de filmación sobre la cuál cada vez se puede teorizar más, a fuerza de repetición, pero que limita a los autores a contar menos a fin de adherirse a los estándares marcados por otros autores cuyo máximo representante en latinoamerica sea quizá Lisandro Alonso.
  

Los directores, presentes en el FICG, compartieron con el público al final de su función todo el encanto y la magia que les despertó el profesor protagonista de la historia cuando la propia Laura comenzó a tomar clases de criollo haitiano con él. Sin embargo, los planos son tan abstractos y tan duros, como un lienzo sobre el cual se podría pintar (interpretar) cualquier cosa de él. Laura e Israel platicaron de vicios que Jean Gentil carga a cuestas, de la difícil situación que es para él la situación del país, sin embargo, todo esto está más platicado y en entrevistas que puesto en el guión. Me pregunto si detrás de la realización de Jean Gentile, había toda esta intención de acercarnos a la historia de República dominicana como país, ¿porqué no utilizar una herramienta más precisa como el documental?
  

La composición de Jean Gentil es una metáfora muy personal sobre República Dominicana, país de origen de Guzmán, tanto que crea barreras que, insisto, en su anterior trabajo (correspondiente a México, país de su marido Israel) sí lograron trascender. Pienso en Cochochi como un ejemplar conecte entre el público y el director, mientras en Jean Gentile, como una tesis sociológica de un doctorado, destinada a un reducido número de lectores que sabrán cómo interpretarla. Un consciente alejamiento hacia los otros y el esfuerzo titánico-personal por elegir una travesía que parece distante de los estándares de realización industrial, pero que al final no lo son tanto (para muestra, aquel plano final en helicóptero que recorre Haití tras lo ocurrido por el terremoto).
  

El plano mínimo en composición pero complejo en la planeación con intenciones de transmitir emociones universales va a tener que trascender en algún momento, pero por ahora parece sólo una tendencia que ha sido más que bien recibida y premiada en festivales de todo el mundo. El propio Apitchapong Weerasetakhul, de algún modo pionero del boom vanguardista con su ópera prima Dofka Nai Meuman, en la que hace 10 años ya mezclana la realidad con la ficción para explicar, a él y al mundo, la complejidad social de Tailandia, finalmente llegó a un punto máximo de conciliación narrativa a través de la leyenda del Tío Boonme.
  

En este mismo festival, en la Sección mexicana en competencia, la ópera prima de Bernardo Arellano camina hacia esa evolución. La misma metodología de trabajo de Laura Amelia e Israel, es tomada por él para contar la historia de Francisco Cruz, también encantador y socialmente desfavorecido en la vida real, que sin dejar de ser él mismo, es instalado y llevado a la ficción para construir una metáfora que no es él, pero que lo describe perfectamente: un ser de luz. A diferencia, entre tanta planeación, Jean Gentile se desdibuja y termina por ser sólo un enigma.