Por Déborah Farjí Núñez
  

Thomas Vinterberg, fundador del movimiento Dogma 95 y quien recibiera en 1998 la atención mundial por su aclamada Festen en el Festival de Cannes, presenta su última cinta Submarino basada en la novela homónima (2007) de Jonas T. Bengtsson.
  

Rodada en los suburbios de Copenhague, Jakob Cedergren (Dark horse, 2005) y Peter Plaugborg (Flame & Citron, 2008) estelarizan este filme que retrata la vida de dos hermanos sumergidos en un hogar violento y con una madre alcohólica que recién ha dado a luz a su tercer hijo. Siendo solamente niños, Nick y su hermano menor, cuyo nombre nunca es revelado, enfrentan una situación que se sale de sus manos y que, de cierta manera, los separa hasta que el funeral de su madre los reúne veinte años después.
  

Es quizá el argumento más que su entramado lo que estremece al espectador. Es una conjunción de muerte, pobreza, orfandad, prisión, alcoholismo, narcomenudeo y adicción a la heroína sobre la que el director poco comenta más allá de los hechos mismos. Sin embargo, el filme impacta y logra su cometido gracias a la brillante actuación de sus protagonistas, a quienes se une el pequeño Gustav Fischer Kjærulff (Una familia, 2010), quien da vida al sobrino de Nick, un niño envuelto en la misma adversidad pero con la esperanza de romper el círculo vicioso.
  

Submarino es también escenario para la primera incursión de Charlotte Bruus Christensen, como Directora de Fotografía, y Tobias Lindholm, co guionista de Vinterberg. De la primera destacan sus visuales y la atmósfera gris en el frío invierno de la ciudad que empalma con la situación desesperante de los personajes secundarios cuyo escenario se vislumbra aún más deteriorado que el del mismo Nick. Sin embargo, la dupla entrega una estructura narrativa confusa, por momentos cursi, reiterativa y con algunos cabos sueltos que ensombrecen las escenas, que en contraste, alcanzan gran realismo.
  

Muy alejada de los principios del manifiesto que lo hiciera famoso junto con su contemporáneo Lars Von Trier, esta cinta resulta un escaparate para las consecuencias de una infancia hostil y sin guía, un camino de autodestrucción y desesperanza en el país más feliz del mundo que, como toda realidad, no escapa a esta peculiar tragedia social.