Por Hugo Lara
Desde Los Ángeles
Las películas de gangster tienen un encanto morboso: el placer de admirar el ascenso al poder de un hombre que puede hacer lo que sea para conseguir su meta, y luego de alcanzarla, ver como sucede su estrepitosa caída desde lo más alto. El gangster tiene malicia pero también tiene carisma, una chispa inspiradora que irradia a los suyos y al auditorio, pues a pesar de su naturaleza o, más bien, debido a ella, suele ser fiel a ciertas reglas y a una moral que se rige por principios elementales pero inexorables: la amistad, la fidelidad, la lealtad. Y su destrucción normalmente se debe cuando falta a alguna de ellas. Es un ser trágico, irremediablemente.
Todo eso ha vuelto al gangster una figura cinematográfica por excelencia, un destino a donde tarde o temprano, de una u otra forma, han llegado los grandes cineastas de Hollywood. Y el turno esta vez, con “American Gangster”, le ha tocado al británico Ridley Scott, el consagrado director de filmes como Blade Runner, Thelma and Louis y Gladiador, apoyado en un guión del competente Steven Zaillian.
American Gangster sigue el curso de dos personajes protagonistas: el narcotraficante Frank Lucas y el detective Richie Roberts, interpretados respectivamente por Denzel Washington y Rusell Crowe. Es precisamente éste último quien conversó con Cinemanía acerca de su participación en esta cinta.
Crowe, nacido en 1964 en Nueva Zelanda pero establecido en Australia desde pequeño, se presenta a la entrevista muy relajado, vestido de bermudas y playera y luciendo una barba abundante. Sin duda, se encuentra en un momento ascendente en su carrera, tal vez en la cima misma desde que ganó el Óscar como Mejor Actor por Gladiador (2000), y a la que se ha afianzado con varios éxitos de taquilla y crítica para todos los gustos, desde los dramas favoritos de la Academia como Una Mente Brillante (A Beatiful Mind, 2001) o Cinderella Man (2005), hasta filmes de otros géneros como el reciente remake del western 3:10 to Yuma (2007).
En la charla, Crowe se presta a hablar de sus gustos y aficiones —como el rugby australiano que suele practicar, o su carrera como músico—, pero la razón de la cita es clara: su actuación en American Gangster y su vínculo con sir Ridley Scott.
La doble moral del sueño americano
American Gangster es un díptico sobre dos seres que representan los polos opuestos de la moral contemporánea, al menos la de Estados Unidos: por un lado el narcotraficante, afroamericano y de origen humilde, que logra el ascenso social con base en su ilícita actividad; y por el otro, el honesto policía, anglosajón, que vive en una perpetua crisis privada.
Basada en personajes y hechos reales, las vidas de ambos se entrecruzan en los Estados Unidos de la era de Nixon, cuando Frank forma una red para importar heroína desde Vietnam, en plena guerra, mientras Richie es encomendado a encabezar una agrupación especial de la policía para identificar y detener al hampón y su banda.
Es de llamar la atención el acento que Scott pone en el contraste entre ambos personajes principales. El villano resulta ser un sujeto admirado en su comunidad (incluso, los asistentes afroamericanos a la función a la que asistimos celebraban airadamente cada golpe que daba el personaje de Frank), mientras Richie vive rodeado de conflictos sentimentales y en el caos cotidiano.
“Es una de las cosas más interesantes de la historia —advierte Crowe—, que a pesar de vender heroína Frank es un tipo moral, que lleva a su madre a misa el domingo y tiene una vida familiar ejemplar, mientras que Richie está en problemas de dinero, y su vida es completamente disfuncional. Creo que la combinación que hacen ambos personajes le da una dimensión más profunda a todo el planteamiento”
En cierta forma aquí reside la almendra de la historia, pues bajo la apariencia de cobijarse bajo un catálogo de lugares comunes que recuerdan a episodios de otros clásicos de su género —como El Padrino, Caracortada, Carlito´s Way, o Buenos Muchachos—, se revela una reflexión sobre los estereotipos del mundo del crimen y policiaco en un contexto social en crisis, en la era del Watergate, en medio de una intrínseca pugna racial por el control de la ciudad.
Sin embargo, para Crowe no existe bajo ninguna forma la idea de hacer una apología del delincuente como el atajo para alcanzar el llamado sueño americano, a pesar de que se muestran las hazañas por demás llamativas de Frank Lucas: ser un negro humilde que triunfa entre las mafias italianas de Nueva York, o haber tenido la astucia para importar la droga desde Vietnam en los honorables ataúdes de los soldados caídos en batalla.
“No creo que el público se llegue a crear una imagen engañosa del criminal —asevera el neocelandés— La historia está situada en los setentas y desde entonces se ha transformado la percepción sobre el narcotráfico, ha habido cambios en todos sentidos, sociales y políticos, en la música y demás, pero la película muestra lo que hace Frank y también el efecto de vender heroína, el daño que le causa a la gente, a veces de forma lenta y a veces rápida, pero con el mismo resultado. Las escenas donde se muestra a los adictos sufriendo con ella son desoladoras. Una de las decisiones de la película es mostrarte todo este atroz efecto y, contrapuesto a la forma ejemplar en que vive Frank, producen un doble impacto.“
Una triste visión de la justicia
Una de las secuencias de “American Gangster” muestra la improvisada cena solitaria de Richie en el Día de Acción de Gracias: un sandwich lamentable y hecho apresuradamente, mientras de forma paralela Frank celebra con generosas viandas rodeado de toda su familia en la hermosa casa de campo que le ha comprado a su madre.
A lo largo de “American Gangster”, Scott se ocupa en darle volumen al contexto de sus dos protagonistas, mediante el balance y el choque de sus dos mundos. En las dos horas y media que dura el filme, el director moldea estos dos personajes solares, a grado tal que incluso merecieron que el escritor desarrollara para cada uno su respectivo guión, con su propio punto de vista. Así, se espía al personaje de Crowe en su actividad policiaca y su relación con sus compañeros a los que recluta para formar una fuerza especial, así como exhibe el alcance de la corrupción de la que son víctimas, pero también se abren espacios para los apuntes de su vida privada, como su pleito de divorcio o sus abundantes momentos solitarios. Luego, la tensión vira con sutileza cuando el policía comienza el asedio contra el delincuente, sin que se vean las caras en la mayor parte del filme.
“Básicamente, no vi a Denzel hasta el última semana de rodaje —describe el actor— en las secuencias de la cárcel y del proceso. Él estaba haciendo sus escenas por separado. Fue bueno para mí porque de esa forma me sentí totalmente libre de encontrar la perspectiva de mi personaje en esta historia. De modo que, en realidad, nunca discutimos el balance de los personajes como tal, desde la posición de la audiencia. Esa labor la hizo Ridley, con su brillante estilo de narrador”
Auxiliado por los buenos oficios del cinefotógrafo Harris Savides y del director de arte Nicholas Lundy, Scott confecciona su relato con la textura dramática del cine policiaco de los años setentas, al estilo de Serpico (1973) o Contacto en Francia (1971) y, en cierta medida Bullit (1968). Así, en este ambiente que fluctúa entre exteriores devencijados, el personaje de Crowe se envuelve en la ropa del antihéroe, mientras que el villano parece, en cambio, todo lo contrario, un hombre hecho a sí mismo que sirve de ejemplo a los suyos, como se lo echa en cara uno de sus sobrinos, aspirante a beisbolista que desiste a ello por el deseo de convertirse en un gangster.
La fórmula Crowe + Scott
Es sabido que el filme iba a ser dirigido por otro realizador —Antoine Fuqua— e incluso interpretado por otros actores. El proyecto finalmente cayó en manos de Scott y uno de los estelares en Crowe, y así el dueto volvió a hacer equipo por tercera vez, después de Gladiador (2000) y Un Buen Año (2006). Además, juntos, actor y director, preparan dos proyectos más: el drama Bodie of Lies y la cinta de aventuras Nottingham, que será una nueva aproximación al clásico Robin Hood.
“No he desarrollado una sociedad deliberada con Ridley —sostiene Rusell— Nuestro vínculo se ha dado de una forma natural, sin planearlo. Ha sido curioso, pues comenzamos causalmente a reencontrarnos después de Gladiador, cuya experiencia disfrutamos mucho pero que había sido muy intensa. En Un Buen Año sucedió algo parecido, porque llegamos al proyecto por distintas vías. Pensamos buscar un proyecto para trabajar juntos y, dos años después, se presentó “American Gangster”, al que llegamos otra vez cada uno por su vía. Pero lo que es definitivo es que nos sentimos cómodos creativamente trabajando juntos. Desde mi perspectiva, Ridley es uno de los grandes maestros de la expresión visual en la historia del cine”.
A Crowe se le nota la confianza de colaborar con un director ya consagrado, que lo está convirtiendo en su nuevo actor fetiche. Todo un honor que cualquier actor del mundo desearía tener, pero que al mismo tiempo, supone un nivel de exigencia y de responsabilidad mayor.
“Lo que me gusta de trabajar con él —explica— es que me da más responsabilidad, lo cual aprecio y disfruto porque me compromete más en lo que estoy haciendo”, dice con un aire campechano, con su semblante tosco pero bonachón al mismo tiempo.
Esa seguridad se revela en su actuación dentro de “American Gangster”, integrada a un conjunto actoral y de ambientes que forman un convincente y emocionante retrato de las redes que se tienden alrededor del mundo criminal y policiaco, pero sobre todo, de la compleja semejanza que llega a existir entre el bien y el mal.
De qué se trata
En los Estados Unidos de inicios de los setentas, el detective Richie Roberts debe detener al narcotraficante Frank Lucas, que ha forjado su imperio importando heroína desde Vietnam.
La voz del eterno crítico
Aunque es inevitable encontrar ciertas escenas que recuerdan a otros filmes, American Gangster logra constituir su propia identidad con base en el enérgico estilo que le impone Ridley Scott: desde la textura de los ambientes hasta el desarrollo de una trama sobre la corrupción y la rectitud, que se abre paso entre los contrastes y las contradicciones que se entrecruzan y que encarnan con autoridad Rusell Crowe y Denzel Washington.
DILEMAS ENTRE HÉROES Y VILLANOS
Las caras de la justicia y el crimen han sido vistas algunas veces a través de sus dilemas y se insana cercanía, como en los siguientes casos.
Donnie Brasco (Mike Newell, 1997)
El bueno: Johnny Depp es Donnie Brasco, un agente encubierto que se infiltra en la mafia de Nueva York.
El malo: Al Pacino interpreta a Benjamin ‘Lefty’ Ruggiero, un miembro segundón de la mafia italiana.
Punto de contraste: El policía establece una estrecha amistad con el mafioso, y debe enfrentarse a un conflicto de lealtad y de principios.
Fuego contra Fuego (Heat, Michael Mann, 1995)
El Bueno: Al Pacino interpreta a Vincent Hanna, un policía obsesivo y con una difícil vida privada.
El Malo: Robert De Niro es Neil McCauley, un ladrón experto que también encara una crisis personal
Punto de contraste: Aunque ambos personajes saben su posición, existe entre ellos curiosidad y fascinación mutua, hasta el punto de llegar a identificarse.
Contacto en Francia (The French Conection, William Friedkin, 1971)
El Bueno: Gene Hackman da vida al anticonvencional detective Popeye Doyle
El Malo: Fernando Rey es el elegante narcotraficante Alain Charnier
Punto de contraste: Un reto de inteligencia y astucia pone con obsesión al detective tras la pista de su escurridiza presa.
El año del dragón (The Year of the Dragon, Michael Cimino, 1985)
El Bueno: Mickey Rourke es el cruel detective Stanley White, a cargo de poner orden en el Barrio Chino de Nueva York
El Malo: John Lone es Joey Tai, el sanguinario jefe de la mafia en el Barrio Chino.
Punto de contraste: El odio racial se convierte en el elemento que quiebra los principios de ambos bandos y que asciende por una espiral de violencia.
Estado de Gracia (State of Grace, Phil Joanou, 1990)
El Bueno: Sean Penn es el melancólico policía encubierto Terry Noonan
El Malo: Ed Harris es Frankie Flannery, el jefe de la mafia irlandesa de Nueva York
Punto de contraste: Terry debe poner a prueba su integridad al regresar diez años después a su barrio como un policía infiltrado y encontrarse con sus amigos mafiosos.
Los Infiltrados (The Departed, Martin Scorsese, 2006)
El Bueno: Leonardo Di Caprio es el agente encubierto William M. ‘Billy’ Costigan Jr.
El Malo: Matt Damon es el agente Colin Sullivan, que trabaja para el jefe de la mafia de Boston
Punto de contraste: El juego de identidades entre villanos y justicieros tiene un cruce extremo en este filme, cuando el policía se infiltra en la mafia, y ésta a su vez coloca a uno de los suyos entre la policía.

